ALFILERITOS

Emoción y sentimiento

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Un año más y Toledo acoge durante las fechas festivas de la Semana Santa a miles de visitantes que se acercan atraídos por la liturgia del recuerdo doloroso del Crucificado del Gólgota. La ciudad se recoge espiritualmente en los desfiles procesionales que recorren sus calles y rincones ocultos cuando la tarde cae y la noche hace acto de presencia.

Las imágenes sobre andas se pasean entre el silencio de los espectadores, y existe una comunión de religiosidad que hace diferentes estos momentos con los de otros enclaves de la geografía nacional, también inmersos en el recordatorio profesional.

A veces, tan solo el sonido rítmico de un tambor va indicando el itinerario a los penitentes encapuchados que ocultan sus emociones tras el hábito de colores tristes; y en otras, una banda de música unificada aglutina sonidos de composiciones oxidadas para enaltecer la fuerza de los costaleros, que soportan la representación de una Virgen doliente que deja escapar lágrimas de desconsuelo de un rostro embellecido por la inspiración del artesano dedicado a estas simbiologías.

Pero en ambas ocasiones las imágenes representadas calan en lo más profundo de quiénes las contemplan con la emoción impresa en sus rostros, porque se participa profundamente en la escenificación que se mueve ante los ojos. Y Toledo, con tanta historia a sus espaldas, se renueva casi milagrosamente, para que nada altere lo que los siglos mantienen inalterable.

Una Semana Santa diferente auspiciada por la monumentalidad que la envuelve, embelleciendo los instantes donde el corazón late al unísono de ese tambor solitario que marca ritmos a los penitentes en la noche donde las sombras alertan de que se acerca la humildad de un Cristo hecho madera para mantener la imagen de lo que sufrió Jesús para redimir las faltas de todos los pecadores.

Y el espectáculo, que es tristeza y pasión, vuelve para atraer la curiosidad de miles de visitantes que se pierden por esas calles angostas donde al mismo tiempo la religiosidad se abre para que el que lo desee participe de principio a fin. Sin que nada incomode a propios y a extraños.

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