cartas al director

Día de la discapacidad

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Soy padre de una persona con discapacidad, provocada posiblemente por un parto dificultoso. El resultado fue una niña preciosa que desde aquel día no deja de sorprendernos. Tener una persona en casa tan transparente, moldeable y alegre nos hace vivir la vida con tanta intensidad que los problemas cotidianos tienen mejor solución. Ella es casi siempre feliz y transmite profundamente esa felicidad imposible de conseguir estos días.

Vivir con una persona así te enseña a no guardar rencor, a buscar soluciones sin angustias, a sentir profundamente todos los momentos como alegres, a minimizar cualquier rencilla o burla que surgiere, o a disculpar en lugar de juzgar. A nosotros nos sería imposible vivir sin nuestra princesa, pero también me gustaría concienciar a la sociedad y que tomen nota sobre todo las personas responsables del bienestar de estos chicos; no queremos compasión ni migajas sino demostrar a todo el mundo que son capaces de insertarse en una sociedad normal, lo mismo que cualquier joven que no ha sido etiquetado con la palabra discapacitado.

Por ello debemos darles la oportunidad de demostrarlo.

El concepto de discapacitado trae asociado multitud de connotaciones negativas que les influyen e interfieren a la hora de evaluar a la persona. Sin embargo, desde la especificidad, hablamos de una concepción mucho más realista y positiva. El objetivo como padres y educadores es entrar en una descripción clara de cada una de estas personas, sabiendo que todos podemos ser descritos y etiquetados en función de nuestras capacidades. El motivo que me impulsa a intentar mover las conciencias es que en todas las empresas existen unas determinadas plazas, que por ley, deben ser cubiertas por personas con discapacidad. Hoy son muy pocas las que cumplen.

Quisiera agradecer al centro Cecap de Toledo, al que pertenece nuestra hija, la continua dedicación de su formación e independencia de todos los chicos, que se esfuerzan por alcanzar un puesto de trabajo digno que les llevaría al bienestar y normalidad absoluta, a la que aspira todo ciudadano. Nuestros chicos, además de buenos trabajadores, nunca crearían ningún problema a las empresas porque son maravillosos. Creo que los empresarios deberían reflexionar a la hora de contratar.

Pedro G. Fernández (Toledo)

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