ANÁLISIS

«Ghost Recon Breakpoint»: un videojuego para sentirse un agente de Fuerzas Especiales

La nueva entrega de la saga de disparos en tercera persona defiende un planteamiento táctico pero algunas extrañas decisiones hacen tropezar a una experiencia que podría ser magistral

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Si un videojuego viene acompañado de la etiqueta «Tom Clancy» uno se puede imaginar por dónde van a ir los tiros. Nunca mejor dicho. El maestro de la inteligencia militar novelada ha servido de inspiración para numerosas propuestas que apuestan por la táctica y destreza bélica.

«Ghost Recon Breakpoint» , nueva entrega del videojuego de acción en perspectiva en tercera persona, avanza hacia un terreno más abierto que sus predecesores y se sumerge en una recolección de objetos virtuales que, pese a una narrativa centrada en la supervivencia, se siente en ocasiones algo difuso. Decisiones como abusar de los botines sobre el terreno, la recolección de objetos, se siente sin embargo algo inestable y contraria a su idea inicial.

El título, sin embargo, defiende su propia trinchera. Mantiene tanto en nivel gráfico y su apartado armamentístico. Aunque queda aderezado por una cierta libertad de movimientos, el jugador va desengrasando las misiones marcadas a lo largo de un vasto territorio. La trama, coherente aunque ciertamente muy manida, parte con la ventaja del listo de la clase : funciona por inercia. Se parte de una situación peliaguda tras ser derribado en combate. Tras sobrevivir al bombardeo del helicóptero, derribado y estrellado en Auroa, en el Pacífico Sur, el jugador debe saltar al ruedo de una lucha cuerpo a cuerpo contra grupos de enemigos que se encuentra por doquier.

Ahí es donde los llamados «wolves», una letal unidad de exsoldados estadounidense formada por «ghosts» renegados, han tomado el control de la isla. Están liderados por el teniente coronel Cole Walker, antiguo camarada interpretado por el actor Jon Bernthal («Walking Dead», «Punisher»). La trama se produce cuatro años después de los sucesos acaecidos en « Wildlands », la anterior entrega.

El jugador asume el papel de un gente de fuerzas especiales enviado a la isla para investigar una serie de disturbios asociados a Skell Technology , contratista militar ubicado en la región. Un personaje personalizable con muchos elementos disponibles. A lo largo de estas situaciones, que en ocasiones se pueden evitar, las mecánicas se suelen inclinar hacia el sigilo como la respuesta más lógica. Para ello, se puede hacer uso , y así lo deja patente la primera elección del arma, de silenciadores para no alertar a los enemigos, aunque más pronto que tarde se acude al rescate de armas más pesadas que requieren de más acción.

Aprovechar las coberturas y pensar antes de disparar es la mejor filosofía que uno puede poner en práctica. La decisión de entregar numerosos objetos una vez resuelto el conflicto, no hace sino acercarla más a la fórmula « Borderlands» que a un «shooter» táctico y militar, pero sirve de excusa para la mejora del equipamiento . Unos tediosos elementos que, en ocasiones, se sienten artificiales y añadidos por razones inexplicables, lastrando en ciertos momentos una experiencia que debería centrarse más en la supervivencia «simulada» y en sentir el peligro en cualquier momento. Algunos de ellos, aunque se entiende que está diseñado para ser más visual, es el indicador de vida de los enemigos, pero otro es su visión más propia de los mundos abiertos. Está bastante bien equilibrado, pese a la ambición que desprende, en el sentido que aparecen enemigos de diferentes niveles, lo que es un suicidio si no se dispone de los atributos necesarios.

En líneas generales, el ritmo durante los tiroteos es impecable. Entre otras cosas, se ha mejorado, por fortuna, el manejo de los vehículos sobre el terreno, apelando al mayor realismo del que quiere hacer gala este videojuego. Dado su enfoque hacia la cooperación, el juego obliga a estar conectado a internet constantemente. Se puede disputar con un escuadrón de otros jugadores, que da buenos y mejores resultados que disfrutarlo en solitario donde a veces se corre el riesgo de perderse en la marabunta de opciones. Su mayor riesgo es que, una vez transcurridas ciertas horas, se siente que apenas se avanza hacia otro terreno de mayor complejidad.

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