La Vega Baja del Segura se ve saqueada ahora por el pillaje

La Policía establece un dispositivo para proteger los polígonos y casas que continúan anegadas

Actos de pillaje entre los restos que dejaron las riadas en Orihuela ROBER SOLSONA
Érika Montañés

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«En las tragedias, siempre aparecen ratas ». Vecinos de Molíns, una pedanía a pocos kilómetros de la localidad alicantina de Orihuela , evalúan así los actos de pillaje de los que van siendo testigos o que van conociendo en las últimas horas, perpetrados sobre todo en polígonos industriales y viviendas deshabitadas en las que el agua escala un metro de altura todavía. Sus dueños no han podido acceder al interior una semana después de la peor tormenta de «gota fría» que ha descargado sobre la comarca de la Vega Baja del Segura desde que hay registros.

Los bomberos del parque central de Orihuela, la «zona cero» de la última DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), a los mandos de sargentos como Juan Carlos y Manolo, dan la voz de alarma: sí se están produciendo saqueos, no se sabe cuánto de organizados, por parte de personas que han entrado en zonas anegada s llenas de enseres, pero sobre todo de grupos dedicados a la venta de chatarra que rebuscan en las propiedades amontonadas.

Y no parece de extrañar. A la vista de todos, también de los amigos de lo ajeno, quedan descubiertas fábricas enteras de muebles, como La Vila, en la localidad de Dolores. El agua penetró por la parte trasera y salió por la cara opuesta, de modo que ha reventado las enormes cristaleras y dejado a la luz sillones y sofás totalmente nuevos, lámparas, espejos y el resto del mobiliario. Ese es un plato « demasiado apetitoso » para dejarlo correr, confirman Joaquín Rocamora y Manuel Menchón. Son trabajadores de la nave contigua de la empresa Agromeli, que acreditan los robos registrados en instalaciones cercanas. El sol aún está en su cénit. Al caer la noche, aquí faltarán más de un mueble y más de dos, añaden, sagaces.

Falsos rumores

Pocos metros más arriba, la alcaldesa de Almoradí, María Gómez, acredita las quejas que hay en la zona porque faltan efectos en casas donde hasta ayer a las 17.00 horas ni siquiera había regresado el agua potable. «Es inconcebible que esté pasando esto. Que se robe en medio de la tragedia, con la tensión que estamos pasando estos días, con la desgracia de los 20.000 habitantes de Almoradí, y que algunos se aprovechen de ello...». Este municipio y el de Dolores han perdido el 70% de su fecunda huerta.

Siguiendo el cauce del Segura, los muros de contención del río se rompieron por dos puntos (en Algorfa y Almoradí). Y la desgracia se multiplicó. Ayer el agua seguía robando metros a las carreteras y garajes. El barro se lo ha tragado todo. Se fumigan colegios contra los mosquitos mientras penetra un profundo olor nauseabundo. Ha llegado la putrefacción. En pleno desastre, José Miguel Cayuela y sus amigos se regalan una chanza. Comentan que, a los lamentables hechos verídicos, también se están sumando falsos rumores. «Ayer dijeron que habían saqueado a un hombre mayor en Orihuela. El anciano estaba tan desesperado que pensó que algún ladronzuelo estaba entrando en su casa cuando en realidad eran dos soldados de la Unidad Militar de Emergencias que intentaban rescatar a su perro».

José Miguel no ha podido acceder a su garaje en el barrio de Los Suizos. Hasta cuatro dotaciones de bomberos se han turnado toda la noche frente a su casa y los chalés próximos para achicar agua y dejarlos «a una altura de dos dedos, como mucho», dice Agustín Mompeán . Apartir de ahí los ciudadanos trabajarán solos, enfatiza este bombero.

Valor sentimental

Se amontonan kilos y kilos de enseres y mobiliario a pocos metros de las puertas de cientos de inmuebles en esta comarca. Cualquiera puede coger una silla medio rota, o una pila de juguetes embarrados. La Policía Nacional reafirma que se ha activado en los últimos días un dispositivo contra posibles ladrones. Una treintena de agentes están distribuidos en varios controles para disuadir esa tentación. El valor de lo que se lleven no será mucho, pero «duele», subraya María José, en Molíns, «primero porque son efectos personales, con valor sentimental, y segundo, porque el recuento de daños se tiene que evaluar sobre lo perdido. Si desaparece, no cuenta».

Otro factor está contribuyendo al caos. Cientos de voluntarios trabajan de forma desinteresada y a destajo estos días en la Vega Baja de Alicante. En Molíns, ayer mismo aterrizaron 50 en un autobús fletado desde Torrevieja. Perfectamente organizados, se dirigen a las casas donde es necesaria una profunda limpieza. Los dueños, muchos entrados en años, los reciben con lágrimas en los ojos. Ven invadidos sus hogares por un rato por decenas de jóvenes armados de cubos y palas. Pero unos pocos estafadores están valiéndose de esta marea de solidaridad para ganarse un puñado de euros. Engañan a los ancianos diciendo que son equipos de limpieza y que les cobrarán unos billetes por dejar sus casas impolutas. Ratas de esta tragedia.

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