La tribu de Comunión y Liberación

Mikel Azurmendi descubrió los rostros de Comunión y Liberación, que no se escapan de la realidad porque tienen experiencia de que del amor nadie huye

Ratzniger, junto a algunas hermanas de Comunión y Liberación, laicas consagradas, que trabajaron con él desde 2005 ABC

Y después dicen que el cristianismo ha perdido su viabilidad y fuerza social y que, en medio de la neblina de la historia, somos incapaces de percibir la belleza de la fe. No sé si han leído algo de Mikel Azurmendi, antropólogo, profesor universitario, escritor, traductor, producto de esa mezcla cultural del mayo del sesenta y ocho con el idealismo político y el «agnosticismo triste» de un existencialismo que entretenía a los buscadores insaciables de eternidad. Mikel Azurmendi es, además, un activista político que un día dijo ¡Basta ya! y ayudó a dar forma al espíritu de Ermua.

Pues hete aquí que Mikel Azurmendi se topó no hace mucho con una tribu, con sus poblados, rituales, códigos, textos, encuentros, y quiso estudiarla con las metodologías de, entre otros, Paul Ricoeur, Nigel Barley o quien sea. Mikel pensaba desde joven que «esa cuestión acerca de Dios es insoluble. Mejor aparcarla. Y aparcada la tenía de antaño, pero que mucho». Se definía, al fin y al cabo, como un «agnóstico y decaído».

Hace tiempo le invitaron a un acto y descubrió los rostros de Comunión y Liberación en España, hombres y mujeres, jóvenes, mayores y niños, nombres sin apellidos que no se escapan de la realidad porque tienen experiencia de que del amor nadie huye. Personas que no creen que el sentido del mundo es secundario respecto del conocimiento que de él tengamos. Mikel ha observado, ha tomado notas, ha reflexionado, ha cruzado variables, ha introducido factores disfuncionales, y ha escrito un libro, «El abrazo. Hacia una cultura del encuentro» (Almuzara), a medio camino entre la «Carta a Diogneto», las «Confesiones» de Agustín de Hipona y el «Hecho extraordinario» de García Morente. Azurmendi ha descubierto que a la gente no le mueve el discurso, sino el impacto que produce una presencia.

Me cuentan que al final de un reciente diálogo entre Julián Carrón, presidente internacional de Comunión y Liberación, y mi admirado Pedro García Cuartango , Azurmendi se abalanzó sobre Cuartango para describirle, en cuatro minutos, su experiencia de encuentro con Cristo. Si non è vero…

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