«En tres años no hemos visto a nadie caminar con su terapia»

La madre de un tetrapléjico narra su experiencia en la consulta

Alberto Caparrós

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Gloria Bosch acudió a la clínica Cimer de Elche. Su hijo, que entonces tenía diecineve años, había quedado parapléjico tras sufrir un accidente en una piscina. Apenas habían transcurrido tres meses del faltal percance e Isabel fue en busca de la doctora Almudena Ramón «dispuesta a ver la luz». Sin embargo, allí encontró «secretismo». Al contrario que los cien enfermos que, según la Guardia Civil, estafó la investigadora, Isabel dudó desde el primer momento: «No me ensañaron ni la sala en la que se realizaba la terapia». Esta madre denuncia que «estos desalmados son gente sin escrúpulos que se aprovechan de la desesperación» de las familias que no encuentran esperanza de curación para los lesionados medulares. Por ello, reclama más inversión pública para la investigación de este tipo de patologías y que los avances, «por pequeños que sean, se apliquen en los pacientes».

En su caso, comprobó en primera persona como los responsables de la clínica ahora detenidos «hablaban mucho para no decirte nada. Ante cada pregunta que les planteabas no había constestaciónn». A Isabel le presupuestaron más de 65.000 euros para el tratamiento. No le cobraron aquella consulta. Se marchó y no volvió más. Ahora, recalca que «en tres años no hemos visto a nadie que volviera a andar con esa terapia».

Pese a los nulos resultados cosechados, los detenidos «chantajeaban a los pacientes con la frase de ahora o nunca, ya que les advertían que si no contrataban sus servicios y, dado que ellos eran los únicos que ofertaban ese tratamiento, nunca volverían a atenderlos», según las pesquisas de la Guardia Civil.

Seis años antes de su detención ya habían saltado las alarmas sobre las terapias para tratar lesiones medulares de la doctora Almudena Ramón. En 2011, el Proyecto Lázarus, que respaldó a la Fundación Investigación en Regeneración del Sistema Nervioso en la causa para recaudar 700.000 euros . Un año después, Lázarus se dio cuenta de que era «una gran mentira. Se aprovechó del dolor de una familia rota», según lamenta José Molina . La Fundación también se sintió «engañada y estafada».

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