Sugi, la única protección que pide Silvia, maltratada por su ex, que está a punto de salir de la cárcel

La expareja de esta pamplonesa ha roto 14 veces la pulsera de localización para los policías, y la ha amenazado 198 veces desde la cárcel

El cerberg ABC

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La fecha está marcada en rojo en un domicilio navarro: 4 de enero de 2019. Ese día un hombre saldrá de la cárcel. Hasta aquí nada extraño. Pero sí resulta que ese hombre que saldrá de prisión tiene pendiente de cumplir dos condenas que suman 32 meses de cárcel por quebrantamiento de orden de alejamiento. Fue detenido el pasado mes de enero en la estación de tren de Pamplona cuando regresaba de Gerona para perseguir a su ex pareja. Desde la prisión realizó hasta 198 llamadas telefónicas intimidatorias y ha roto no una ni dos sino catorce veces la pulsera de localización que porta, quizá haya que preocuparse.

Ese día, el 4 de enero, un hombre saldrá de prisión y una mujer, y su actual familia, comenzará su condena. Se trata de Silvia González , la ex pareja del susodicho. Y comenzará su condena porque Silvia no cuenta con toda la protección que debería tener. Recuerda que una de las veces en que su ex pareja rompió la pulsera que le mantiene localizado tardaron 40 horas en notificarlo, casi dos días en los que podía estar en cualquier lado y hacer lo que le diera la gana. «No puedo ir a ningún lado sola. Siempre tengo que estar con mi pareja, con mis hijas o con mis amigas», afirma Silvia.

Por este motivo Silvia cuenta desde hace algo más de un año con Sugi, un perro adiestrado que le ayuda y le acompaña en todo momento allá por donde va. Bueno, en todo momento no, porque hay muchos sitios a los que Sugi no puede entrar. «No puede acompañarme a lugares tan básicos como a la compra, a una oficina, a un bar o al cine». Y ahí es donde surge su problema.

125.000 firmas

Silvia inició una campaña de recogida de firmas para que se considere a Sugi como perro lazarillo, es decir, para que la ley le permita entrar en cualquier espacio público. Y reunió más de 125.000 firmas. Y las llevó al Parlamento de Navarra. Pero nada, «no hemos recibido ningún tipo de respuesta, por ningún partido político». Tampoco encontró respuesta en otras instituciones a las que ha acudido. «Nos llegaron a decir poco menos que la culpa era nuestra por no haber pedido ser testigos protegidos» en los procesos por incumplimiento de la orden de alejamiento contra el maltratador.

La solución para Silvia, y para tantas mujeres que se encuentran en una situación similar es sencilla. «No pedimos dinero, ni tan siquiera una nueva ley que deba contar con un presupuesto». Bastaría añadir unas palabras, una ligera modificación en la Ley Foral 14/2015 para actuar contra la violencia hacia las mujeres que permita que perros como Sugi sean considerados perros lazarillos y que puedan entrar con sus dueñas a todo tipo de establecimientos. El artículo 61.3 de esta ley afirma que «las medidas de protección deben ir orientadas a garantizar la no repetición de la violencia y hacer posible que las mujeres vivan en condiciones de libertad y seguridad» y, sin embargo, en el caso de Silvia, este artículo de la ley no se cumple.

O también podría protegerse a través de una mínima modificación de la Ley Foral 3/2015 que regula los perros de asistencia. En su artículo 13 se otorga esa consideración a los perros guía de las personas ciegas, perros de servicio para las personas con discapacidad física, perros de señalización de sonidos para las personas sordas, perros de aviso para atender a aquellas personas que puedan sufrir algún tipo de epilepsia o diabetes con las que puedan perder el conocimiento y los perros que asisten a las personas con autismo . Bastaría con incluir en este artículo a los perros adiestrados que ayudan a las mujeres maltratadas, con añadir unas simples palabras.

Perro adiestrado

«A los perros lazarillos que acompañan a las personas ciegas o a los perros de la Policía no se les piden nuevos requisitos. Se supone que están bien adiestrados. Pues lo mismo sucede con Sugi», afirma Silvia. ¿Para qué se le adiestra a Sugi? Su dueña explica que «ladra cuando viene alguien por detrás, se apega a mí cuando estoy entre mucha gente, si alguien viene a agredirme se pone en medio para que me dé tiempo a huir y avisar a la Policía. Esa es su labor». En todo lo demás, es un perro como otro cualquiera, con su fidelidad y su sociabilidad.

La petición de Silvia González no es ninguna osadía. Otras regiones como Murcia, Madrid o Canarias ya tienen la legislación adaptada a las mujeres que viven una situación como la de Silvia. Y están protegidas.

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