Papa Francisco: «En una sociedad frenética, el belén nos recuerda la importancia de pararse»

El sencillo nacimiento en casa es «un Evangelio doméstico»

El Papa Francisco, esta mañana AFP
Juan Vicente Boo

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Reflejando un sentimiento general, el Papa Francisco ha comentado el miércoles que «vivimos en una sociedad frenética, apresurada siempre, que ve y olvida muchas cosas, que corre afanosamente tras los bienes materiales ».

En ese cuadro, según Francisco, «el belén nos recuerda la importancia de pararse . En su simplicidad, nos recuerda, que en la vida no cuenta la cantidad de las cosas sino la calidad de los afectos».

Hablando, en un clima navideño, a miles de peregrinos venidos a la audiencia general, el Santo Padre ha añadido que «el belén es, además, ‘un Evangelio doméstico’. El pesebre es un lugar donde comen los animales y Belén significa ‘la casa del pan’ en hebreo. Todo esto nos recuerda que Jesús es el alimento fundamental de nuestra existencia».

Por otra parte, el belén «es más actual que nunca. Mientras cada día se fabrican en el mundo tantas armas y tantas imágenes violentas que entraran por los ojos en el corazón, el belén es, en cambio, una imagen artesanal de paz».

Según Francisco, en la gruta «se reencuentra la armonía. Allí vemos juntas a personas muy diferentes: los Magos y los pastores; reyes y pobres, ancianos y jóvenes ». Sin que falte, «como en la vida concreta, la presencia del mal, evocado en el castillo de Herodes».

El pasado uno de diciembre, el Papa viajó a Greccio, unos cien kilómetros al norte de Roma, para visitar la gruta donde San Francisco de Asís realizó en 1223 la primera representación del Nacimiento en la historia. Era un belén viviente con campesinos de la aldea , en un establo de verdad, decorado con flores e iluminado con antorchas.

Francisco firmó allí una breve carta apostólica en la que invita a todos los cristianos a prepara el belén «en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas…».

La carta aconseja, naturalmente, centrarse en María, José, el Niño, los pastores y los Magos. Pero sin olvidar los personajes secundarios como «el herrero, el panadero, los músicos, las mujeres que llevan jarras de agua a los niños que juegan… Todo eso representa la santidad cotidiana, la alegría de hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días».

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