Isabela Figueiredo
Isabela Figueiredo - ABC

Una mujer portuguesa de 53 años conmueve a Portugal con su testimonio novelado «La gorda»

El libro de Isabela Figueiredoa se ha colado en las listas de los más demandados del año gracias a su descarnada sinceridad

Lisboa Actualizado: Guardar
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«Comía cada día como si fuera el último», confiesa Isabela Figueiredo a sus 53 años, justo cuando su testimonio novelado «La gorda» se ha colado en las listas de los libros más demandados del año al otro lado de la frontera gracias a su descarnada sinceridad.

Esta mujer portuguesa demuestra que no le duelen prendas a la hora de retratar su calvario en el seno de la obesidad, que la tuvo atenazada hasta que se liberó de los tabúes y decidió plantar cara a los innumerables complejos vividos.

Su relato se ha convertido en el espejo donde se miran cientos de sus paisanas, atrapadas en una espiral de la que no saben cómo salir.

Gracias a una gastrectomía consiguió perder 40 kilos y evitó caer en la depresión

Su cambio de actitud sólo fue posible desde que su entorno la convenció para que abandonase la autocompasión y diera el paso de someterse a una operación para reducir su estómago hace seis años. 40 kilos perdió a causa de una gastrectomía que la llevó a sentir una especie de orgullo a posteriori, orgullo desarrollado con el fin de no caer en la depresión.

Verla en televisión contribuye a la extensión de una ola de solidaridad con su historia porque como ella misma se interroga: «¿Por qué tuve que amputarme para renacer? ¿Por qué parece que es ése el único recurso que tenemos los gordos para evitar que los demás se rían a nuestro paso?».

Insultos y humillaciones

Para tomar distancia y no llorar después de tanto sufrimiento, se cobija tras el sobrenombre de María Luisa. Y, a partir de ahí, la editorial Caminho se afana en presentar la obra de esta impactante forma: «Se trata de una muchacha bella, inteligente, buena alumna, voluntariosa y con una fuerte personalidad… pero es una persona gorda. Y esta característica la incomoda de tal manera que coloca todo el resto en causa. En la adolescencia, sufre y aguanta en silencio los chistes y los insultos de sus compañeros de colegio. Permanece arrinconada, junto a la considerada como la más fea, en el baile de fin de curso. Pero no desiste, no desfallece y, con la cabeza bien alta, se lanza a la búsqueda de una vida que valga la pena».

Cuando se sintió preparada para hablar, Isabela Figueiredo creyó que era el momento de «escribir sobre la soledad, sobre el dolor, sobre la falta de autoestima». Eso sí, no ha querido que el volumen transitara únicamente por la senda del dramatismo y por eso en absoluto ha olvidado los toques de humor.

Isabela escribe sobre el dolor y la falta de autoestima, pero sin olvidarse del humor

Sobrecoge escuchar sus palabras acerca de varios episodios que la han marcado de por vida: se sentía humillada, tenía que esconderse de familiares y amigos, se fustigaba a sí misma.

«Sé que el mundo de las personas normales no es para mí», escribe esta sensible mujer antes de continuar: «Después de la operación, he ganado una nueva vida, como quien pasa por la experiencia límite de haberse asomado al precipicio de la muerte».

También produce impresión cómo abrazó la fe inquebrantable de su madre: «Creo en el silencio. En todo. En Dios Padre Todopoderoso y en su único hijo, en la Virgen María, en los ángeles y santos, en la Vida Eterna. Y, por encima de la mentira mundana y de la maldad gratuita, creo en el amor».

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