Imagen de tres de las cuatro religiosas trabajando en el observatorio
Imagen de tres de las cuatro religiosas trabajando en el observatorio - ABC

Las monjas que dibujaron un mapa de las estrellas

Desvelan la identidad de cuatro religiosas que clasificaron casi medio millón de astros, entre 1910 y 1921, desde un observatorio vaticano

Ciudad del Vaticano Actualizado: Guardar
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Gracias a una casualidad, se ha hecho justicia a cuatro misteriosas monjas cuyo trabajo fue decisivo en uno de los grandes proyectos astronómicos de comienzos del siglo XX: cartografiar los cielos estrellados. Hasta ahora, tres de las cuatro religiosas que, entre 1910 a 1921, analizaron el brillo y la posición de 481.215 estrellas, tan solo eran unos rostros borrosos en una antigua fotografía en blanco y negro. Sin embargo, el anciano jesuita Sabino Maffei (93 años) las ha dado nombre cuando, ordenando papeles en el archivo del Observatorio Astronómico Vaticano, encontró datos sobre ellas. Se trata de Emilia Ponzoni, Regina Colombo, Concetta Finardi y Luigia Panceri. Todas nacidas a finales de 1800 en la región de Lombardía, al norte de Italia.

«En 1889, el Observatorio Astronómico de París pidió ayuda a observatorios de todo el mundo para catalogar las estrellas y hacer un mapa del cielo», explica Maffei a ABC. Por aquel entonces, España colaboró a través del Observatorio de San Fernando, en Cádiz, pero la ayuda también llegó desde el Vaticano, cuando el Papa León XIII aceptó contribuir al proyecto -al que se sumarían 18 observatorios en diferentes países-, para demostrar que la Iglesia católica no temía al progreso científico. El Pontífice ordenó reabrir la Torre de los Vientos, muy cerca de la Plaza de San Pedro, y la dotó de un gran telescopio y una cúpula giratoria de 8 metros para fotografiar el cielo nocturno.

Con el paso de los años, y debido a la complejidad del proyecto, los responsables del mismo en el Vaticano visitaron otros observatorios para ver cómo organizaban el trabajo. Se encontró parte de la solución en Greenwich, donde se empleaban a mujeres encargadas de hacer los cálculos. Eran tan precisas, que las llamaban «lady computers». «Leían en el microscopio las placas de vidrio, y medían la posición y la grandeza de las estrellas que aparecían», cuenta Sabino Maffei.

Un jesuita descubrió el registro delos sueldos mensuales, que ellas entregaban a su convento

Como no habían llegado los tiempos en los que era normal que las féminas trabajaran en el Vaticano, se pidió ayuda al convento más cercano al telescopio, el Istituto di Maria Bambina. Según el padre Maffei, aunque a la congregación no le entusiasmaba que sus monjas perdieran el tiempo con algo que no fuera obras de caridad, la superiora intuyó que de alguna forma entraba en los planes de Dios. Primero autorizó la participación de dos monjas y luego accedió a que dos más se sumaran al equipo.

Las buenas mujeres aprendieron rápido. Como se ve en la antigua foto, trabajaban en grupos de tres e iban rotando: dos leían las posiciones y medían las estrellas en las placas, mientras la tercera escribía esos datos en un registro. Gracias a ellas, el Observatorio Vaticano fue uno de los diez que completaron el trabajo.

Cuando en 1964 se cerró el proyecto internacional, los observatorios habían catalogado 5 millones de estrellas. El mapa estelar no llegó a completarse, y el material catalogado era tan abundante (254 volúmenes) que no se podía utilizar. Pero sus cálculos fueron reutilizados para comparar la posición actual de los astros con respecto a la registrada hace un siglo.

Muchos se preguntan cómo el padre Sabino Maffei pudo poner nombre a las religiosas. «Cada mes se enviaban sus sueldos a la madre superiora de su congregación y en el registro del observatorio se apuntaban sus nombres, junto a las horas que habían trabajado», responde el jesuita. «Encontré un folio con esas cuentas», sonríe.

Algunos dirán que fue una casualidad y otros, que estaba escrito en las estrellas.

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