«Le dieron dinero para volver en taxi»

La tía de Víctor, uno de los jóvenes muertos en el accidente de Galisancho, dice que su madre se ofreció para ir a buscarle en coche esa misma noche

Los padres de Víctor y su tía tres dían después del suceso Maya Balanya

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No hace falta preguntar para saber que duele. Los padres de Víctor, uno de los cuatro chavales que murieron el domingo en el accidente de Galisancho , salen de casa perdidos. Da igual si hace sol o no, si es por la mañana o por la tarde, si hay alguien alrededor o no. Calle abajo, sin vecinos en las puertas, dan un paso detrás de otro, sin ganas, por inercia, empujados por una tía del chico. Sólo han pasado tres días [es miércoles] desde que perdieron a su hijo. Y el pueblo, Alba de Tormes , parece que guarda luto, silencio y respeto a su paso.

Minutos antes, la tía de Víctor llega al piso de la familia. Guarda su nombre pero arroja algo de luz sobre el trance por el que pasan las cuatro familias de los muertos. «Están fatal», repite la mujer, que también pronuncia una y otra vez aquellos lamentos que se replican cuando suceden desgracias como esta: «Mira que se lo hemos dicho veces». Seguro que se lo han dicho él y, en sus respectivas casas, a Roberto, Raquel y Roberto, todos ellos jóvenes de entre 17 y 20 años, que perdieron la vida en el mismo suceso al subir al coche de Alejandro, al que llamaban «Pecho», otro joven del pueblo de 29 años que tras el accidente dio positivo por consumo de alcohol y drogas.

Seguramente muchos padres se ven identificados con este caso. Se trata de aquellos que no consiguen conciliar el sueño cuando sus hijos salen por la noche y únicamente se quedan tranquilos cuando suena la puerta y entran en casa después de una noche de fiesta. Los padres de Víctor también son de esos. Así lo confirma la tía: «Aquella noche su madre habló con él por Whatsapp a las cuatro de la madrugada. Le dijo que podían ir a buscarle en coche, pero él le contestó que no hacía falta». Esta respuesta también la conocen otros muchos.

«También le dieron dinero para volver en taxi », subraya la tía, que se suma a la versión que sostienen muchos jóvenes en el pueblo: Antonio, conocido como «Tao», el taxista que dice que no habló con ellos, se ofreció para llevarles de vuelta y que no cogieran el coche. «Les dijo que se esperaran, que les llevaba», subraya la tía. Pero no le hicieron caso y el coche de «Pecho», donde iba su sobrino, emprendió la marcha tras una noche de fiesta. El vehículo, según ha podido saber ABC, adelantó al taxi de «Tao» y después perdió el control en una curva antes de llegar a Galisancho.

Muchos otros, que también habían estado de fiesta en la localidad de Santa Inés volvieron en taxi y otros chavales lo hicieron en coches particulares. También hubo padres que hicieron de taxistas, pero Víctor y sus amigos decidieron subir al Fiat amarillo de «Pecho». Eran cuatro y sólo había sitio para tres en los asientos traseros, pero no lo pensaron y montaron en el vehículo de unos jóvenes -Pecho (29) y Alfredo (25)- mayores que ellos que, según indica esta mujer, «no iban en el mismo grupo» de amigos. «Se han ido a juntar con lo peor», lamenta.

A Juan Ramón María Marcos, teniente jefe del Destacamento de Tráfico de la Guardia Civil en Ciudad Rodrigo, le tocó ver el resultado del accidente. No fue el primero en llegar pero como oficial al mando del Cuerpo aquella noche, se tuvo que desplazar hasta esa curva donde murieron los cuatro chavales. «Lo que ves en estas situaciones es lo que nadie quiere ver en su vida», manifiesta el teniente, también afectado por el accidente: «A mi se me saltaron las lágrimas. Tengo 51 años, llevo décadas haciendo esto, forma parte de mi trabajo, pero me pregunto cómo puede ser. Esto no es humano ».

Días después de la tragedia, el teniente hace una reflexión en alto: «¿Cómo pasan estas cosas? Pues pasan y tenemos que conseguir que nuestros hijos -es padre de dos- lo tengan clarísimo; que igual que respiran sepan decir que no a subirse a coches como el de este caso». Víctor, como sus amigos Roberto, Raquel y Roberto, no lo hicieron y sus familias se preguntan por qué. Vuelve a ser fin de semana, han pasado apenas siete días y, lo más triste, es que en algún lugar de España, al volver de unas fiestas como las de Santa Inés, seguro que hay unos chicos que se han subido a un coche cuyo conductor ha bebido o tomado drogas. Y esos jóvenes tendrán unos padres que esperan en casa a que suene la llave y sus hijos entren por la puerta.

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