Centro de convenciones Le Bourget en París donde se reúnen delegaciones de casi 200 países
Centro de convenciones Le Bourget en París donde se reúnen delegaciones de casi 200 países - REUTERS

Los cuatro escollos a salvar en la Cumbre del Clima

A dos días del cierre oficial, hoy se espera un texto que despeje opciones y sirva de base para un nuevo borrador de acuerdo

Corresponsal en París Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En el tercer día de la semana decisiva en la Cumbre de París, en el centro de convenciones Le Bourget donde se reúnen delegaciones de casi 200 países, se respira una calma tensa. Se espera para hoy un texto, que sirva de base para redactar un borrador del acuerdo, con los resultados de los grupos de trabajo creados por el presidente de esta reunión, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, quien está manejando estrictamente los tiempos pero se muestra flexible en la participación de todos. Un aspecto vital en una reunión en la que todo se decide por consenso y que mantiene vivo en la memoria el fallido intento de hace seis años en Copenhague donde los acuerdos entre bambalinas dieron al traste con la ambición de llegar a un acuerdo universal de lucha contra el cambio climático.

Tras 10 días de negociaciones, primero con las delegaciones técnicas y después con los ministros, y pese al impulso y las palabras de los jefes de Estado y de Gobierno del primer día, la negociación encalla en los siguientes aspectos:

Responsabilidades

Diferenciación de las responsabilidades. Es la cuestión mollar. Mientras los países emergentes en desarrollo, con China e India a la cabeza, quieren que los compromisos en diferentes aspectos del acuerdo vayan en función de las responsabilidades de cada país en las causas del problema, esto es, en las emisiones históricas y acumuladas de cada uno, la UE y Estados Unidos lideran al grupo de desarrollados que quieren que esa diferenciación sea en función de las capacidades. Nadie quiere abrir la caja de pandora, léase tocar los anexos 1 y 2 de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, donde están listados los países divididos entre desarrollados y no desarrollados, pero el mundo ha cambiado mucho desde que se aprobara este convenio en 1992.

Sin embargo, China no quiere oír hablar ni de sus responsabilidades actuales -es el mayor emisor mundial en términos absolutos- ni de sus capacidades, pues el gigante asiático ya es el mayor productor de energía eólica del mundo y cualquier acción suya puede hacer cambiar el balance global de emisiones, como se ha demostrado estos días con el estancamiento de las emisiones proyectado para 2015 y que en parte se debe a la caída en su uso del carbón. El martes por la tarde, China, que junto a Brasil, India y Suráfrica forman el grupo conocido como BASIC, se enrocaron en su exigencia de que las naciones ricas sean las que asuman el mayor peso del acuerdo climático. La UE, acorralada, se alió con los 79 países que forman el grupo África, Caribe y Pacífico a favor de un acuerdo «legalmente vinculante, inclusivo, justo, ambicioso, sostenible y dinámico», en palabras del comisario europeo Miguel Arias Cañete.

Financiación

Íntimamente ligado con las responsabilidades históricas está el asunto de la financiación. La clave aquí es que los países que estén en disposición de aportar financiación, como China, lo hagan, y que otros emergentes, como Brasil o México, por ejemplo, no sean receptores de la ayuda o, al menos, no en detrimento de los países más pobres y más vulnerables al cambio climático.

Para intentar desbloquear el asunto los países donantes tradicionales han aceptado que esos 100.000 millones de dólares anuales que deben movilizarse a partir de 2020 para financiar la transformación hacia una economía baja en carbono y adaptarse a los impactos del cambio climático sean un suelo, que irá incrementándose. Pero los países en desarrollo, con India muy beligerante en este asunto, argumentan que la financiación anunciada hasta ahora (en 2014 se movilizaron 62.000 millones de dólares) no es real y buena parte proviene de la Ayuda Oficial al Desarrollo, por lo que no es dinero adicional. Los BASIC dicen también que hay que marcar unas reglas muy claras de contabilizar ese dinero, quién lo cuenta y para qué se utiliza, a lo que la UE responde que se hará el año que viene. Por su parte, China se pone de perfil argumentando que ellos ya han aportado 2.000 millones de dólares de financiación Sur-Sur, nada comparado con los esfuerzos que hacen países desarrollados con menor PIB que el gigante asiático.

Verificación

En tercer lugar, la verificación de los compromisos y de la transparencia en las acciones que se tomen para cumplirlos es otro de los caballos de batalla, y de nuevo está relacionada con esas diferentes responsabilidades. Los emergentes, con China a la cabeza, argumentan que su revisión no debe ser tan estricta como la de los países con mayor responsabilidad en el problema, pero en este punto Estados Unidos no cede y dice que todos los grandes emisores tienen que rendir cuentas en los mismos términos. Las negociaciones bilaterales entre los americanos y los europeos parecen que han desbloqueado el asunto de la vinculación del acuerdo y casi se da por hecho que el acuerdo será vinculante pero dejando a los legisladores nacionales la potestad sobre las cifras de reducción de emisiones y la corrección de sus acciones.

Ambición

En último lugar, sigue estando en el aire la mayor ambición del acuerdo. A largo plazo parece que se optará por una solución de compromiso, y aparte de la referencia a que la acción debe evitar que la temperatura suba más de 2ºC sobre el nivel preindustrial a final de siglo, se recogería una mención a los 1,5ºC demandados por los países más vulnerables, como los Estados Insulares, que temen que ese límite marque la diferencia entre vivir sobre el nivel del mar o quedarse por debajo de él. En el corto plazo, la discusión está en que los compromisos actuales para 2025 o 2030 puestos sobre la mesa son insuficientes y nos llevarían a una subida de 2,7ºC a final de siglo. Parece que aquí hay consenso en revisar estos compromisos voluntarios de los países en 2018 para que ahí sean más ambiciosos y en que luego se produzca una revisión cada 5 años.

Ver los comentarios