imagen aérea de varios focos activos en la zona de alto valor paisajístico
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«La sierra de Gata tardará 30 años en regenerarse y no volverá a ser lo que era»

Uno de los peores incendios del verano ha obligado a desalojar a más de un millar de vecinos de dos localidades de Cáceres

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Donde 48 horas antes había agua fresca rodeada de pinos, con familias bañándose y un restaurante repleto de comensales, ahora hay solo un hombre que vigila los helicópteros que pasan cinco metros por encima de su cabeza. Juanma, el dueño del negocio sin clientes, echa la mano al bolsillo de su polo de rayas, se enciende un cigarro, apoya las dos manos en la barandilla que da a la piscina en la que se gana la vida, la Carreciá, y resume en una frase lo que ayer sucedió en la comarca de Gata. «Lo que me preocupa no son las pérdidas de mi negocio, sino los treinta años que va a tardar esta sierra en regenerarse, y para entonces seguirá sin ser lo que era hasta hace dos días».

Cuarenta y ocho horas. Lo que sucedió en esa franja de tiempo es un incendio del que avisaron al mediodía del jueves dos jóvenes que andaban por el monte en su bici de montaña, que obligó a desalojar las piscinas naturales de El Jevero y La Cervigona, que la Junta de Extremadura dio por controlado y que al rato se reactivó con tal virulencia que en un día y medio fundió a negro más de cinco mil hectáreas verdes.

La cifra la dio el presidente, Guillermo Fernández Vara, a las diez y media de la mañana de ayer. Desde entonces hasta la medianoche, el fuego siguió bailando al son que le marcó el viento. Se movió entre los montes de Acebo, Hoyos y Perales del Puerto, coqueteó con los términos municipales de Gata y Villasbuenas, se asomó al de Cilleros, y a la hora de cerrar esta información, en torno a la medianoche, seguía sin control, llevando bomberos forestales de una pista a otra.

Un panorama parecido al de la noche anterior. Entonces, se podía atravesar Perales del Puerto (977 habitantes) y Acebo (594) sin problemas. Pero durante la madrugada, la situación se complicó hasta el punto de tener que evacuar esos dos municipios, que en verano doblan su población. Nueve autobuses trasladaron a 1.400 vecinos a Moraleja, a tres instalaciones municipales que se llenaron. El ayuntamiento de esa localidad tuvo que emitir ayer una nota pidiendo «leche y galletas u otros alimentos».

La comida se llevó al polideportivo, donde a las diez de la mañana de ayer había madres arropando a niños dormidos, grupos de jóvenes enganchados al móvil y matrimonios de jubilados sentados uno junto al otro sin hablar. Arriba, más allá de la grada, con su teléfono conectado a un enchufe, estaba Francisco, monitor de un grupo de cuarenta niños de ocho a quince años, de Plasencia que el día anterior habían comenzado su semana de campamento. La aventura de siete días duró solo uno.

Beatriz Rodríguez, sin embargo, se resistió al principio a abandonar su casa en Perales del Puerto pese a la insistencia de la Guardia Civil. «A las tres o tres y media de la mañana nos llamaron por teléfono, nos dijeron que nos fuéramos, pero ¡cómo nos íbamos a ir!. Un sobrino suyo, de profesión bombero, le gritó que quitara las cortinas del porche de madera y cerrara las ventanas, y ella acató. «En la casa tenemos cuatro mangueras de treinta metros cada una –detalla Beatriz–, nos pusimos mascarillas y no hemos vuelto al pueblo hasta las seis de la mañana».

«Pasaron llamando puerta por puerta y luego con megafonía, pero yo no me fui porque las calles no se iban a quemar». Lo cuenta Tirso Rodríguez con un vaso de vino en la mano. A su lado, otro vecino de Perales asegura que «fuimos muy pocos los que no nos movimos». «El pueblo –añade– parecía una película, no había un alma en la calle».

Ocho aviones

Ayer, se pelearon contra las llamas casi todos los medios humanos y materiales de que dispone el Infoex (el plan contra incendios del gobierno autonómico), varios retenes de la limítrofe provincia de Salamanca, a la que también llegó el fuego, y una larga lista de recursos estatales. A las ocho de la tarde había en la zona ocho aviones, una decena de helicópteros, casi todos los retenes del Infoex, la Unidad Militar de Emergencias –que aportó 127 personas y treinta vehículos– y cuatro de las diez BRIF (Brigada de Refuerzo en Incendios Forestales) pese a estar en huelga desde el pasado día 27. El despliegue lo completaron dotaciones de la Guardia Civil y del Sepei (los bomberos de la Diputación de Cáceres).

Un operativo que se pasó el día de foco en foco, tras un incendio que a expensas del balance final, ya tiene un sitio seguro en la lista de los peores que ha sufrido Extremadura en los últimos veinte años.

La huella del fuego ya es visible en la sierra de Gata, un pilar en la economía de la comarca. «Se promocionará la Sierra de Gata para que todo el mundo sepa que contra la belleza natural nadie puede, ni los elementos», prometió ayer Fernández Vara, que pasó por Moraleja para ver a los vecinos evacuados. «Ya llegará el momento de analizar cómo se ha actuado, ahora lo único importante es que se solucione», apuntó Luis Alfonso Hernández Carrón, portavoz del PP en la Asamblea extremeña.

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