Una víctima francesa de ciberacoso cuenta su intento de suicidio en el Vaticano

La Santa Sede respalda la campaña mundial contra abusos en internet

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En un gesto de gran valentía, una muchacha francesa de veinte años ha contado los efectos destructivos del ciberacoso sufrido durante dos años e incluso su intento de suicidio, en una conferencia de prensa en el Vaticano.

Laetitia Chanut, tenía 17 años y era muy popular tanto en su escuela de Albi como entre los 400 amigos de su página de Facebook cuando, de repente, según relató «descubrí que alguien había creado una decena de cuentas iguales a la mía: misma foto, mismo nombre, mismo aspecto… Y había escrito a todos mis amigos para preguntar: ‘Hola, ¿has visto mi video porno?’. ¡Un video que evidentemente no existe!».

La joven francesa relató a los periodistas su desesperación por la indiferencia de la Gendarmería ante su denuncia, y también su esperanza cuando, por fin, un responsable de la escuela logro descubrir al acosador y comprobar su culpabilidad.

Pero no sirvió para nada. La segunda denuncia en la Gendarmería fue recibida con la misma indiferencia y el acoso continuó: SMS, llamadas, fotos colgadas, incluso como anuncio de prostitución, con las consiguientes llamadas de potenciales clientes, etc. Su acosador alternaba las declaraciones de amor con los insultos, en una tortura psicológica agotadora.

Laetitia se trasladó a otra ciudad, Castres, pero no pudo escapar al autoaislamiento, la depresión y las tentaciones de suicidio, hasta intentarlo un día mediante la ingestión de alcohol y medicamentos.

La hospitalización de urgencia logró salvar su vida, que cambió por completo cuando relató el caso a su familia y aceptó ser madrina de la campaña de la Oficina Católica Internacional de la Infancia ( BICE) «Stop al acoso por Internet», lanzada en Francia.

La muchacha francesa añadió que, «por desgracia, todavía no puedo pasar página» pues la primera sentencia tardó dos años y el acosador «fue condenado a ocho meses de cárcel y una indemnización de 5.000 euros, pero ha presentado recurso y yo sigo esperando el final de esta pesadilla».

Pero no va a esperar cruzada de brazos, ya que ha decidido luchar y, gracias a eso, «yo ya no me considero a mí misma una víctima». Es más, mantiene una cuenta deFacebook, pero sin apenas datos personales, y comprueba que sus amigos sean verdaderos.

Entretanto, ha sumado fuerzas con organizaciones empeñadas en que internet sea un ambiente seguro para los menores de edad y para los adultos pues «es importante no sentir vergüenza por el acoso, y pasar a la acción».

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