Imágenes de boletus y níscalos decomisados esta temporada por el Seprona de la Guardia Civil en la operación Espora en Castilla y León
Imágenes de boletus y níscalos decomisados esta temporada por el Seprona de la Guardia Civil en la operación Espora en Castilla y León - ABC

Bandas de rumanos arrasan el monte en busca de setas

Solo en Castilla y León, la GuardiaCivil ha intervenido 5.000 kilos e interpuesto 300 denuncias

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España es una potencia micológica. A nivel europeo, es fácil que seamos el primer país en cuanto a variedad de setas y hongos, más de 10.000. Una riqueza con precio. Por un kilo de oronjas se pueden pagar hasta 100 euros por kilo. Por el boletus, entre 20 y 25, y de 10 a 15 euros por el níscalo o rovellón. Si hablamos de trufas, por la negra, la que hay aquí, se alcanzan los 450 euros por kilo. Pero para localizar este hongo, se necesitan perros, o cerdos.

Estos precios y la abundancia de algunas especies en el campo -la cátedra de micología de la Universidad de Valladolid calcula que en 2012 se recogieron casi 50.000 toneladas de níscalos y boletus- han hecho que una inocente afición haya acabado siendo una maldición para el bosque.

La aparición de cuadrillas de ciudadanos rumanos traídos a España para esquilmar nuestros montes con prácticas de recolección extremadamente agresivas, amenaza un patrimonio forestal tan frágil como necesario.

«Vienen de forma organizada y masiva, en gruipos de hasta 30 personas que acampan en el monte mientras haya setas», explica a ABC el capitán Espinosa, miembro del Seprona de la Guardia Civil en Castilla y León. «Pensamos que los traen empresarios del sector y se ha abierto una investigación porque podría haber una conculcación de los derechos de los trabajadores y, por tanto, una infracción penal. En 2013 se intervinieron más de 6.000 kilos de setas y se realizaron 700 denuncias administrativas. Este año, en lo que llevamos de operación Espora, llevamos 5.000 kilos y 300 denuncias», detalla el capitán Espinosa.

Peinan el bosque

La invasión de estas bandas, que intimidan a recolectores locales y aficionados, comenzó hace pocos años, cuenta Miguel Segura, secretario general de la Federación Española de Empresarios de Setas y Trufas. «Empezaron en Francia y pasaron a España con la crisis. Vienen en autobuses fletados por intermediarios que les pagan 20 euros por peinar el bosque. Luego, después de destrozar el suelo, venden a intermediarios las setas que acaban en Mercamadrid y Mercabarna, o en Francia, Alemania, Suiza, Italia. Empezaron por Teruel y ahora se han desplazado a Burgos, Soria y Palencia».

Y no solo se trata de un problema laboral, de acampadas ilegales o de agresiva recogida de un producto forestal muy por encima de las cantidades permitidas. También es un tema de salud pública. Juan Martínez de Aragón, del Centro Tecnológico Forestal de Cataluña, señala que «en España hay entre 12 y 13 especies mortales y el peligro está en la clasificación. Por eso, cualquiera no puede vender setas a un restaurante. Mientras que Italia y Suiza son muy exigentes con la trazabilidad del producto, aquí no cumplimos. Además, unas malas condiciones de recolección y conservación pueden ser peligrosas. Con las bolsas de plástico y el calor se producen reacciones anaeróbicas por falta de oxígeno que hacen fermentar los hongos. Si el transporte es inadecuado, también puede haber problemas».

Miguel Segura confirma estos riesgos. «Al año hay 500 intoxicaciones por setas, 200 acaban en hospitalizaciones y 10 en muertes. Es el único producto forestal que no está regulado, y encima es tóxico. Por eso es tan importante la trazabilidad. Pero no se vive en España de coger setas y si hay presión fiscal sobre el recolector, aparece el furtivismo y se trabaja en “negro” porque nadie quiere dar su DNI al vender a intermediarios. Por eso queremos que esos ingresos extra del recolector no se consideren como un rendimiento de trabajo y se apueste por un contrato agroalimentario que permita identificar el producto a través del carné de recolector profesional. Se está haciendo en Castilla Y león, con buenos resultados. El dinero de las setas -entre 3 euros para los aficionados y 10 para los profesionales- se queda en los pueblos y se identifica la trazabilidad de cara al mercado. En España hay 890 empresas dedicadas a las setas pero solo 140 están correctamente reguladas. Y el sector quiere ser legal», concluye Segura.

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