500 Aniversario

Vuelta al mundo: Por los «cuarenta rugientes»

Primera vuelta al mundo es una serie de artículos en la que el marino Ignacio Fernández Vial recrea cada sábado el viaje de Magallanes y Elcano

Ignacio Fernández Vial

El día 14 de febrero de 1520, la Armada de la Especiería sale de la gran Bahía Blanca , para reemprender el camino. «A los 15, se sitúan 39º 1´ y navegan proa de vuelta al S; el día 18, 39º 20´ y fueron al SO; el día 20, 40º 17´ S; el día 21, 42º 4. El camino fue al SO1/4ºO; el día 22, 43º 2´, la derrota fue al SO1/4ºO; día 23, 43º 3´; el día 24, 42º 54´, estábamos en derecho de una bahía muy grande, a la cual pusimos nombre de San Matías ». Se podrán preguntar por qué doy tantos datos concretos de estos días. El motivo es que hay serias polémicas a la hora de definir qué bahía fue la que realmente vieron y luego reconocieron.

TERRIBLE TEMPESTAD. A lo largo de cuatro días las naos estuvieron casi paradas. Al pasar al través de la embocadura del golfo de San Matías, de 55 millas de ancha, aún tenían la Península Valdés a 22 millas, luego nada más que veían agua a todo a su alrededor y lógicamente continúan barajando la costa. El día 24, antes del mediodía alcanzan los 42º 54´ S, y ven que por su amura de estribor se abre una bahía muy bien protegida de los malos tiempos, a la que ponen el nombre de Bahía San Matías, hoy Golfo Nuevo. «Y entramos bien dentro y no podíamos hallar fondo y hallamos 80 brazas, y el embocamiento va al Noroeste». Efectivamente, en el Golfo Nuevo , del cual dicen los argentinos que es el mejor puerto del mundo, muy bien pudieron encontrar un fondo de 80 brazas —133 metros—, ya que sus aguas tienen un calado que oscila entre los 80 y 180 metros, y para entrar en él hay que llevar la proa al NO, como nos dice Albo. Pero precisamente por ese excesivo calado, no pueden fondear y salen de nuevo a la mar.

Pigafetta escribe que «costeando esta tierra hacía el Polo Antártico nos detuvimos en dos islas que encontramos pobladas solamente de gansos y de lobos marinos. Hay tantos de los primeros y tan mansos, que en una hora hicimos una abundante provisión para la tripulación de los cinco navíos». El piloto portugués nos dice que estas islas están en 48º S. Hoy día estas dos islas se conocen como la de los Pingüinos y la de los Leones, y cuentan cómo «en medio de estas islas sufrimos una terrible tempestad durante la cual los fuegos de San Telmo, de San Nicolás y de Santa Clara se dejaron ver muchas veces en la punta de los mástiles, y al desaparecer, al instante se notaba la disminución del furor de la tempestad». El piloto genovés especifica que aquí «por un temporal estuvo a punto de perderse la nao capitana».

Navegan al S y a pesar del mal tiempo que no cesa de castigarles duramente, continúan explorando la costa, examinando cualquier ensenada, adentrándose en cada bahía por pequeña que fuera. Lógicamente para que este reconocimiento del litoral fuera exhaustivo, tienen que hacerlo con la luz del día, por lo que solo avanzan las horas con sol. De noche se alejan de tierra aguantando la mar, para al amanecer recalar aproximadamente en el mismo lugar que abandonaron a la puesta del sol del día anterior.

El 31 de marzo, entran en el puerto de San Julián, en 49º 15´ S. Vemos que en los dos tramos recorridos en esta crónica, a medida que van bajando al S, el andar de la armada se hace más lento. Entre Bahía Blanca y el Golfo Nuevo, tiene que hacer 10 singladuras a una media de 1,85 nudos, y entre este último lugar y San Julián, se llevan 35 días en la mar, por lo que su andar medio es de 0,50 nudos. Esto se debe a que a cada milla que ganaban, la meteorología se lo ponía más difícil. Vamos a dar unos datos muy significativos.

EL AULLIDO DEL VIENTO. Al alcanzar los 40º S entran en las aguas que los marinos conocen con el nombre de «Rugientes Cuarentas», y en Argentina como «Cuarenta Bramadores», debido al fuerte sonido que generan las tormentas que soplan en estas latitudes. Pero lo que les esperaba era aún peor, a medida que van ganando latitud sur, estos vientos van soplando con mayor fuerza. Cuando se pasa de los 50º S, el viento es todavía más feroz y frío, por lo que esta zona cambia de nombre, «Cincuenta Aulladores», esto quiere decir que ya los vientos no rugen, ahora aúllan, tal es el ruido que provocan sus frecuente vendavales. Pero sus padecimientos no acababan ahí, a ello hay que sumarle: las muy bajas temperaturas habituales en las fechas que navegaban, el otoño austral, estación en la que la temperatura media no suele subir de los 5º, lo que significa que de noche no es infrecuente que estén por debajo de los 0º, y el alto índice de la humedad ambiental, que podía alcanzar el 80 %. Todo esto sin ropa de abrigo adecuada y en unas naos que no ofrecían a sus tripulantes un buen refugio que les protegiera de tan extrema meteorología. No olvidemos que con el único espacio que contaban en estos barcos para hacer su vida habitual, era la cubierta principal, y en ella nada más que había dos espacios cubiertos situados debajo del castillo de proa y la tolda, barrida además por la caña del timón, la fogonadura de los palos y la escotilla principal. Es de destacar, que la bodega en la mar, permanecía siempre cerrada.

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