El Rincón de.... Miguel Polaino Orts

«Dos veces al año voy a México a adecentar la tumba de Cernuda y Prado»

Combina la agilidad del Derecho y la profundidad de las letras. Doctor en Derecho Penal, hijo de un eminente catedrático, todos los años viaja a México a adecentar de su bolsillo la tumba de Cernuda

Miguel Polaino ABC

Félix Machuca

¿Me pongo en pie ante su ejemplo, doctor…

(Risas) Agradecido.

Pero empecemos desde el principio. Usted con once o doce años ya frecuentaba las librerías sevillanas. En una no lo dejaron entrar. ¿Lo recuerda?

Sin duda, fue en la librería de Abelardo Linares, en Mateos Gago, quería comprar una edición especial del libro «Álamo y cedro», de Juan Sierra, del año 82. Antes de entrar Abelardo me alertó: aquí no hay libros infantiles. Y cuando se enteró que quería comprar aquel libro, se llevó hablándome una hora de Juan Sierra. Me dijo que eran poemas surrealistas tan buenos como los de Cernuda.

¿Quién le infundió su pasión por la literatura?

Mi abuelo Lorenzo Polaino que fue juez, profesor de Universidad y académico de Buenas Letras.

La pasión del Derecho imagino que fue su padre, catedrático reconocidísimo en la Hispalense con una veintena de honoris causas en su haber…

Y también mi madre, jurista brillante.

Y desde entonces ha sido un apasionado lector y escritor. Me cuentan que memoriza una cantidad de versos de nuestra mejor poesía.

Siempre me apasionó la poesía y no es incompatible con el Derecho, son complementarias. En mi caso recuerdo sonetos de Quevedo, poemas de Rubén Darío y otros muchos de Lorca y Cernuda, por ejemplo.

¿Me da una frase de Cernuda para describir nuestro olvido?

Furia color de amor/amor color de olvido.

¿Cómo dio con la tumba de Cernuda?

Me une con Hispanoamérica una vinculación por motivos profesionales. México fue el país que acogió al mayor número de exiliados. A varios los traté personalmente, como a Ramón Xirau. Conocí la casa de Tres Cruces número 11, donde murió Cernuda y sigue viviendo Paloma Altolaguirre. Y también la morada última de Cernuda en el panteón de México.

También creo que se ocupa de la de Emilio Prado…

Todos los años visito, al menos dos veces, he ido hasta cinco, la Ciudad de México. Y siempre reservo espacio para visitar las tumbas de estos poetas transterrados. Con la ayuda del enterrador Facundo Cervantes Montes adecentamos las tumbas, las limpiamos, la liberamos de vegetación espontánea y recitamos algún poema en su memoria.

Perdóneme el chiste facilongo: es usted el Ocaso de nuestros escritores exiliados..

(Risas) No, solo quien modestamente quiere mantener viva la llama de su memoria.

Por cierto, en México conoció usted al filósofo y poeta exiliado Ramón Xirau…

Sí conocí mucho a Ramón y a su mujer, casi centenaria, Ana María Icaza. Ramón me contó que su padre, el filósofo Joaquín Xirau, salió de Barcelona camino de Francia, en la misma ambulancia que Antonio Machado y su madre.

Cuentan que tiene usted una de las mejores bibliotecas de la ciudad. ¿Es así?

Reúno, además de una colección de libros jurídicos heredada, muchas primeras ediciones de literatura, de autores como Darío, Machado, Lorca o Cernuda. De quien también conservo ejemplares con dedicatoria autógrafas.

Y en esa biblioteca encontró usted unas cartas de Manuel Iglesias remitidas a su abuelo para que intercediera ante la justicia franquista. ¿Quién era ese Manuel Iglesias?

Es el abuelo de Pablo Iglesias. Mi abuelo y el suyo fueron íntimos amigos y se salvaron la vida mutuamente en la guerra. Ambos eran juristas y literatos y les unía la amistad por encima de la ideología. Le llevó libros a la cárcel de Úbeda donde el abuelo de Iglesias estaba preso

Hay quien sostiene que su biblioteca no desmerece a la de Juan Bonilla ni a la del propio Abelardo Linares. ¿Exageran?

Qué más quisiera tener esas bibliotecas, aunque no me quejo de la mía.

Usted vive en la Alfalfa, la Arcadia feliz del inolvidable Ismael Yebra, al que le trajo un recuerdo de México pocos días antes de su muerte.

Compartí gustoso vecindad y amistad con Ismael. Le traje un libro de México firmado por Elena Poniatowska para él. En la dedicatoria, Elena le escribió que el apellido Yebra era uno de los más hermosos que conocía.

Tengo una pregunta para el doctor en Derecho Penal: ¿cree que el caso Marta del Castillo está saliendo del túnel?

Es muy difícil resolver un delito de sangre al cabo del tiempo, lejano ya el día que se perpetró.

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