¿HAY QUE CONTROLAR LA EMISIÓN?

Sepa qué hacer cuando cohetes y petardos asustan a su perro

«Muerto de miedo» puede saltar por una ventana e, incluso, morder al dueño

Hay que mantener la calma ante un perro asustado JUAN CARLOS SOLER

Cuando tiran cohetes y petardos en las inmediaciones de nuestras casas la reacción de los perros que tenemos como mascotas no se hace esperar. La mayoría de estos animales se aterroriza porque, salvo excepciones, no les gusta ese sonido.

Sin embargo, la respuesta es muy variable, dependiendo de la experiencia previa de cada uno y su propia forma de ser. Los perros suelen presentar distintos niveles de miedo y ansiedad ante los ruidos fuertes y súbitos, tales como los provocados por petardos y cohetes.

Podemos encontrar desde animales que simplemente se mostrarán alerta, interrumpiendo lo que estén haciendo durante unos breves instantes, hasta otros que intentarán huir ignorando las llamadas de sus propietarios.

Dice David Menor , profesor sustituto interino del departamento de Medicina y Cirugía Animal y especialista en Etología Clínica de Pequeños Animales del Hospital Clínico Veterinario de la Universidad de Córdoba que el miedo es algo normal.

Explica que, en realidad, es un mecanismo de defensa, que permite alejar al individuo de una determinada amenaza o peligro, independientemente de que sea algo real o imaginario, pero su intensidad puede llegar a ser tal que modifique la conducta del animal e, incluso, forzarlo a realizar acciones que ponen en peligro su salud y la de los que lo rodean.

Asegura que un perro «muerto de miedo» puede llegar a perder el control, salir corriendo, cruzar una carretera o saltar por una ventana si cree que con eso logrará escapar de aquello que lo aterroriza. Posiblemente llegue, incluso, a morder a su dueño si este intenta detenerlo o sacarlo de su rincón o escondite.

«Normalmente -sigue David Menor- el miedo a los petardos empieza en un nivel bajo, tolerable, posiblemente dentro de las reacciones innatas a lo desconocido. Otras veces estará provocado por la asociación de algún ruido fuerte con una experiencia desagradable. Independientemente de como se inició, el miedo puede retroalimentarse según las experiencias que vaya teniendo el animal cuando se enfrente, de nuevo, a la misma situación. Si las consecuencias percibidas o reales para el animal son neutras puede que se mantenga estable o se produzca una cierta habituación, pero lo más normal es que el miedo empeore a través del aprendizaje si no hacemos nada o no hacemos lo correcto. Si el animal que sale huyendo percibe esta opción como una buena forma de evitar el peligro, seguirá haciéndolo y posiblemente lo repita la próxima vez, aunque los ruidos no sean tan intensos. Si por ejemplo es reprendido por el dueño, la situación se volverá más adversa y tendrá más ganas de salir huyendo u ocultarse»

Entonces, ¿qué podemos hacer para ayudarlos? Pues eliminar el ruido o eliminar el miedo.

«Lo fundamental -responde este experto- es que nosotros mantengamos la calma y no empeoremos la situación, reforzando sin darnos cuenta comportamientos no deseados o poniéndonos en peligro al tratar de manipular un animal que está en pánico. Básicamente tenemos dos estrategias: eliminar el ruido o eliminar el miedo. Como ya he mencionado, el castigo no sirve para nada y solo aumentará la ansiedad de nuestro animal y las probabilidades de ser mordidos».

Así, lo más fácil sería evitar la situación. Si vivimos en una zona en la que es común el uso de petardos en determinadas épocas del año, bastaría con trasladar al perro durante estos días a lugares más tranquilos. Si no es viable, podemos intentar amortiguar el estímulo que desencadena el miedo, cerrando ventanas y persianas e incluso reproduciendo algún tipo de ruido blanco que enmascare la situación, según el profesor.

Lo que no consiga una salchicha...

La eliminación del miedo es una estrategia más efectiva pero requiere un mayor esfuerzo y tiempo por nuestra parte.

«Si vemos que nuestro perro está inquieto durante la aparición de estos sonidos, debemos intentar distraerle con otra actividad como el juego, ayudados de premios tales como su comida favorita. ¡No hay nada que un trozo de salchicha no consiga! Así el animal no estará totalmente concentrado en el ruido a la vez que estamos favoreciendo la asociación de los ruidos fuertes con algo positivo para el animal», agrega.

También señala David Menor que si la ansiedad de nuestro perro es tal que intenta esconderse en el último rincón de la casa, la mejor opción es dejarle tranquilo y no forzarle a abandonar el sitio donde él se considera seguro, ya que en estas circunstancias podría tener un mal gesto hacia nosotros. Cerraremos las ventanas y persianas de esa habitación e incluso la puerta si con eso disminuimos el volumen de los ruidos, y seguiremos con nuestros asuntos . No es necesario permanecer en la habitación.

Si el perro en lugar de esconderse busca nuestro contacto, debemos ofrecerle nuestro apoyo de forma tranquila y pausada, realizando alguna actividad que sepamos sea de su agrado, como cepillarlo o rascarle detrás de las orejas. Una vez que el perro se tranquilice podemos llamarle y premiarle con caricias o algo de comida su paso a la normalidad.

«Adicionalmente, podemos trabajar con nuestro animal para acostumbrarlo a la presencia de ruidos fuertes y súbitos . Para ello se suelen utilizar grabaciones de dichos sonidos, que pondremos a volumen muy bajo mientras le suministramos al perro alguno de sus premios favoritos y le pedimos que se siente, o se mantenga echado en su cama, reforzando siempre los comportamientos positivos (mantenerse tranquilo, obedecer) e ignorando los negativos. La intensidad del sonido debe ser tal que veamos que el animal lo está percibiendo, está alerta, pero no desencadena el pánico», dice .

Un veterinario etólogo puede recomendarnos ayuda de forma individualizada, «recomendando si es necesario el apoyo farmacológico, por lo que se debe buscar su asesoramiento si vemos que nuestro animal lo necesita».

«La utilización de cohetes y petardos -termina David Menor- debería estar controlada y regulada . Hay que considerar que no provocan miedo y sobresalto sólo en los perros, si no en muchos otros animales y por supuesto en las personas. El horario de uso, la intensidad del sonido, la edad de la persona que los manipula, e incluso la proximidad a viviendas, colegios, hospitales, etc, debería ser considerada en su regulación».

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