El rincón de... José Basto Mármol

José Basto: «Aquí pintas con el madrugón o con la fresquita. La luz del verano te incendia el cuadro»

En las casas de las élites bodegueras, ganaderas y académicas jerezanas cuelgan de las paredes más vistosas una obra de este hombre al que se le podría denominar el pintor de las viñas

Para Pepe Basto salir a pintar al campo es algo más que un ejercicio de paleta y mirada

José Basto Mármol J. B. M.

Félix Machuca

¿Cuándo descubrió el valor plástico de un viñedo?

En mi más corta infancia. Yo visitaba las viñas con mi abuelo y mi padre, especialmente una llamada Cerro Obregón, entre Sanlúcar y Jerez, con una panorámica hermosísima y que en días claros se ve hasta Cádiz.

¿Fue una revelación?

Fue uno de esos impactos emocionales que uno tiene de pequeño y que luego conforman el territorio de los sueños.

Se lo digo porque usted siendo muy joven se marchó a Barcelona, a la Barcelona cosmopolita y abierta, que no a la cerrada y excluyente de hoy.

Iba buscando una fuente de formación, buscar el cauce para encaminar el deseo de ser artista. En aquella época Barcelona era la luz de neón para toda la España que quería ser creativa. Aquella luz dejó de alumbrar.

¿Quién la apagó?

La política. Dejó de ser una ciudad abierta para convertirse en lo que es hoy.

¿Qué le enseñó la Barcelona del neón encendido?

Aquel neón me llevó a la Rambla donde vi a Colón y metafóricamente me señaló un rumbo nuevo. Me llevó desde el barrio Chino al museo de Fortuny y a incontables galerías. Y todo el tiempo hablando de arte.

Pero da la impresión de que usted desarrolló todas sus capacidades expresivas en Jerez, entre su paisaje y su paisanaje. Creo que fue decisiva la mano de Paco Toro.

Sin Paco Toro creo que no hubiera sido pintor. Toro venía de Barcelona y me había motivado a ir hasta la ciudad Condal. Fue mi padrino artístico.

Con Paco Toro frecuentaba usted en Sevilla la taberna del Beni de Cádiz. Allí se encendía otro neón diferente al de Barcelona…

Paco Toro aparte de ser buen pintor se cantiñeaba muy bien. Tanto él como yo éramos asiduos del mundo del flamenco. Y en la taberna del Beni en Sevilla más de una vez se arrancó. Como artista le hizo un cuadro genial a Juanita Reina.

Sevilla blasona de su luz. En cambio, le he oído decir a algunos pintores, que la mejor luz de esta ciudad para pintar es la otoñal, que la del verano quema.

Llevan razón. En Sevilla o pintas con el madrugón o con la fresquita. La luz del verano es intratable. Y te lo dice uno que ha pintado el río, las azoteas, el parque de María Luisa…

¿Cómo fue acogida su pintura durante los años que estuvo colgando obras en la galería de Antonio Garduño?

Está mal que te lo diga. Pero siempre tuve mucho éxito. Prácticamente lo vendía todo.

En Jerez es vox populi su amistad con el poeta Rafael Benítez Toledano, que presentó hace unas semanas poemario en Sevilla ilustrado por sus dibujos. ¿Quién inspira a quién?

Nos conocemos bien. Y de ese conocimiento nace una comunicación muy fluida. Rafael tiene una paleta para escribir poesía.

Los paseos que ustedes realizan los fines de semana a las viñas y a las tabernillas que la alegran, como la del ‘Cerro del arte’, son muy comentadas. ¿De qué hablan el poeta y el pintor?

Hablamos de todo. Entramos en un mundo donde respiramos del mismo aire y bebemos de la misma botella. Hablamos de los azules del cielo, de las rimas de las cepas y del compás de la albariza al caminar. Son caminatas de tres o cuatro horas. Y cargamos las pilas.

Cuando dos personas de orden se reúnen en una viña a reflexionar sobre la vida a lingotazos de mosto, no es ninguna novedad que hablen de mujeres y del Madrid.

(Risas) Totalmente. Y además con la gente del lugar. Pasamos de la filosofía y aterrizamos y hablamos del hongo de la vid, del agua del aljibe, del tiempo que hará este año. Y entre problema y problema, se escucha un fandango y un chiste castizo.

Seguimos en la viña. Ese tipo de paisajes ha sido frecuente en nuestra pintura. ¿Cuál es su singularidad?

Intento por todos los medios que lo que yo pinte sea de verdad, que ese sentimiento del camino, la albariza del suelo, el fandango con los amigos sepa pintarlo en un lienzo.

A Fermín Bohórquez no lo pintó cogiendo uvas…

(Risas) No, no se dio el milagro. Pero lo pinté sobre un caballo blanco rejoneando que le encantó.

Su necesidad expresiva anda buscando nuevas formas, otros conceptos. Me han dicho que lo ven llevar arena de la playa a su estudio. Me imagino que el doctor le ha dicho que no es nada grave…

(Risas) No, no es nada grave. Pero me han dicho que en Rota hay alguien que está dejando la playa sin arena y que están vigilando…

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