Santa Ángela de la Cruz
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Homenaje de devoción a Santa Ángela en la fecha de su muerte

El Ayuntamiento republicano rotuló una calle a su nombre a los dos días de su óbito

SEVILLA Actualizado: Guardar
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No necesita convocatoria ni propaganda. El márketing de esta explosión de cariño lo realizan las Hermanas de la Cruz en silencio y con los más necesitados todos los días del año siguiendo los pasos de su fundadora. Diariamente hay devotos en la Capilla de la Casa Madre con un continuo rosario de peticiones. Pero hay un día en el que las aguas se desbordan y la antigua calle Alcázares en un río de personas unidas por el amor y la gratitud que aguardan colas de más de tres horas a pie quieto para rezar en el cuarto donde murió y donde se guardan sus objetos personales. Es el 2 de marzo, fecha en la que en 1932 falleció Santa Ángela de la Cruz, la Madre de los Pobres que creó un calvario para estar «enfrente y muy cerca de Jesús Crucificado», cuyo rostro veía en todos los enfermos y necesitados.

Este año, además, refrenda la actuación de los católicos, hartos de ataques a su fe.

Si en ocasiones este aniversario suele ser prólogo de la Cuaresma, este año está inmerso en ella, y se da el caso de que coincide exactamente en los días de la semana con el año 1932. Fue el miércoles 2 de marzo cuando Sor Ángela expiró tras nueve meses «cosida a la Cruz», como señala el padre José María Javierre, su biógrafo. El 7 de junio de 1931, cuando se levantaba de la mesa del refectorio, sufrió una embolia cerebral y cayó desplomada. Tenía 85 años. Perdió el habla definitivamente el 28 de julio. Sus últimas palabras fueron las del padre Torres Padilla: «No ser, no querer ser, pisotear el yo…». El fallecimiento tuvo lugar a las tres menos veinte de la madrugada en el cuarto que se visita cada año. En la misma tarima la llevaron las Hermanas de la Cruz hasta la Capilla.

Desde el miércoles día 2 en que falleció hasta el sábado 5 de marzo, fecha de su entierro, miles de sevillanos de toda edad y condición acudieron a verla para rendirle el último homenaje. Ya en su juventud Ángela Guerrero González, zapatera, se había dedicado a los pobres, pero tras la fundación del Instituto de la Cruz en 1875, llevaba 57 años volcada en ellos. Sevilla y muchos pueblos andaluces conocían de primera mano que con las Hermanas de la Cruz llegaban la limpieza, los cuidados materiales y espirituales, la atención a los enfermos y el pan a muchas familias. A lo largo de esos 57 años la Compañía de la Cruz había dejado muy clara cuál era su fisonomía espiritual: «Pobreza, limpieza, antigüedad», tal como quería la fundadora. Y de ahí ese homenaje sincero que lleva 84 años repitiéndose de forma espontánea, sin que nadie lo convoque.

Muchas cosas pasaron del 2 al 5 de marzo de 1932. El viernes día 4, mientras los sevillanos aún lloraban ante el cuerpo de Sor Ángela, se reunió la Corporación Municipal en sesión extraordinaria y se leyó la carta del abogado Enrique Fernández García de la Villa que solicitaba que la calle Alcázares se rotulase como Sor Ángela de la Cruz. Expuso el alcalde, José González y Fernández de la Bandera, que varios grupos de concejales le habían pedido que constase en acta «la irreparable pérdida y la rotulación de la calle, conforme a la instancia del señor García de la Villa». En este sentido se leyó un escrito de la minoría independiente. El alcalde propuso a votación que la calle Alcázares cambiara su nombre por el de Sor Ángela de la Cruz. Hicieron uso de la palabra los representantes de los distintos grupos de la Corporación. La minoría socialista «prescindiendo del matiz religioso» estaba conforme, la minoría radical también, y se acordó por unanimidad que constase en acta el sentimiento de la Corporación Municipal por la muerte de la insigne religiosa y se rotulase con su nombre la calle Alcázares, en la que se encuentra la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz. Así dos días después de su muerte la Sevilla republicana le daba una calle a Sor Ángela de la Cruz.

El mismo día 4, a las nueve de la noche, varios doctores reconocieron el cadáver y manifestaron que se encontraba en perfecto estado, sin rigidez cadavérica ni síntoma de descomposición. De todo ello levantó acta el notario Félix Sánchez Blanco.

Tierra sagrada

El entierro se celebró el día 5. Lo presidió el cardenal Ilundáin y tras las exequias se le dio sepultura a Sor Ángela en la cripta del convento, justo enfrente de la tumba del padre José Torres Padilla, cofundador del Instituto de la Cruz, que desde mayo de 2014 tiene abierto proceso de canonización. Como las leyes de la República prohibían el entierro en sagrado, el cardenal Ilundáin y Pedro Parias, bienhechor del Instituto, gestionaron la autorización ante el ministro de la Gobernación, con la ayuda del gobernador civil y del alcalde de Sevilla.

Encima del féretro un obrero colocó un ramo de claveles que le compró con el jornal del día: «Por favor que los pongan sobre la caja. No le habrán traído mejores porque no los hay en Sevilla. Por haber comprado el ramo me quedaré sin comer pero son muchos los días en que ella me dio de comer a mí».

Ochenta y cuatro años han pasado pero la fama de santidad de Sor Ángela sigue intacta. Además ahora el Instituto tiene una nueva Santa, Madre María de la Purísima, y el padre Torres Padilla va camino de los altares. El camino de santidad de Santa Ángela está vivo y sigue dando frutos.

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