Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla

Cristóbal Pera lamenta que se esté perdiendo la práctica médica de escuchar atentamente al paciente

El cirujano y profesor emérito de 94 años ingresa en la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla con el discurso «La mano y la palabra»

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El catedrático de Cirugía Cristóbal Pera ingresa como académico de Honor de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla J.M. Serrano

J.A.

El cirujano y profesor emérito de Cirugía de la Universidad de Barcelona , Cristóbal Pera Blanco-Morales , de 94 años, ha ingresado este domingo en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla como académico de honor. En su discurso de ingreso, titulado «La mano y la palabra», el nuevo académico destacó la tradición familiar de cirujanos de su familia y recordó a su padre Manuel Pera Jiménez, médico de Villagarcía de la Torre, a su tío Cristóbal Pera Jiménez, a su mujer Mercedes y a sus siete hijos, cuatro de los cuales siguieron la tradición familiar y se hicieron médicos.

Cristóbal Pera citó a Aristóteles y a Cernuda, y explicó que «siguiendo el consejo del gran filósofo pude comprobar que el objetivo fundamental de mi vida ha sido la práctica y la teoría de la cirugía en el seno de la universidad, con la pretensión de alcanzar y ejercer en ella, como profesor, el máximo nivel académico«.

Recordó a continuación que «cuando en abril de 1967, tras tomar posesión oficial de la inoperante tercera cátedra de Patología y Clínica Quirúrgicas en el Hospital Clinic de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona , y recorría sus ocultos y mermados espacios, mi impresión no podía ser más desilusionante y preocupante; no solo por la vetustez de las dos salas de hospitalización y de la sala de operaciones, sino, y de modo muy especial, por la total ausencia de una verdadera organización hospitalaria«.

Tras dimitir como decano de la Facultad barcelonesa, «había llegado el momento de recuperar mi responsabilidad como director de la recién nacida III Clínica Quirúrgica para aplicar en su ámbito mi proyecto de enseñanza de una cirugía biológica, de raíz clínica y llena de humanidad, técnicamente avanzada y poseída de la educada curiosidad que conduce a la investigación, que busca de la excelencia, no exenta de incertidumbre, tanto en su planteamiento como en su realización«, dijo.

Pera aseguró que «en la cirugía, más allá de todo predecible progreso científico y tecnológico, deberá estar siempre presente, en primerísimo plano, el paciente con su problema. Desde esta perspectiva ineludible, solo una cirugía seguirá siendo éticamente aceptable en el siglo XXI: aquella que, como una indicación honestamente necesaria para la curación o el alivio de un paciente que esté bien informado, y, obviamente, desde la competencia del cirujano, se asienta en fundamentos científicos y en la compasión por el sufrimiento humano», dijo.

«En la cirugía, más allá de todo predecible progreso científico y tecnológico, deberá estar siempre presente, en primerísimo plano, el paciente con su problema»

El nuevo académico afirmó también que su vida profesional se ha ido realizando «a lo largo de dos líneas que yo imagino y siento como helicoidales: una, la de cirujano, y otra, la de profesor académico, con fuertes y básicos enlaces entre ambas, que les generan una compartida dedicación al soñado hallazgo de la Cultura con mayúsculas, tal y como la proclamó Charles P. Snow en la Inglaterra del 1959, en cuya élite predominaba, muy claramente, la educación humanista sobre la científica«, dijo.

«Para Snow -prosiguió-, serían los intelectuales humanistas los responsables de la gran brecha de mutua incomprensión y sospecha que les separaba de los científicos de la naturaleza«. Y añadió: «Que los intelectuales literarios pretendían que su cultura tradicional re p resentase la totalidad de la Cultura con mayúscula, como si no existiera el orden de la naturaleza«.

También disertó sobre lo que denominó el hombre culto: «¿Es posible su existencia en nuestros días? ¿Es acaso conveniente postular una nueva anatomía del hombre culto? Mi respuesta la resumo así: la supervivencia en el siglo XXI de la persona culta pensada desde el cuerpo»18, depende de la revisión de su anatomía, hasta entenderla, en su esencia, como una especie no protegida, que rechaza la «protección» de cualquier poder social, ya que su objetivo es, como persona, desarrollar y mantener –mediante las palabras, los pensamientos y las acciones de su propio cuerpo, entre las que debe incluirse el lenguaje corpóreo– una insobornable actitud crítica ante el mundo.

Citó Pera a George Steiner para afirmar: «Hablamos, luego pensamos; pensamos luego hablamos: un dinámico círculo vicioso que nos define. La palabra, el verbo que existía en el principio, aunque desprovista de sus implicaciones teológicas o místicas, inició la humanidad». Como profesor de Cirugía, la palabra, tanto la hablada como la escrita, ha sido también el vehículo esencial de mi función docente, y la mano, cuando ha tenido ocasión, ha procurado matizar gestualmente, sin excesos, mi capacidad expresiva, ya fuera en clases, seminarios, conferencias y discursos académicos«.

El nuevo académico aseguró que «como cirujano, la mano ha sido el fundamento último de mi quehacer quirúrgico y, la palabra que le acompaña, la dirigida al paciente que le ha solicitado ayuda, ha pretendido explicarle en que consiste el problema que ambos -paciente y cirujano– teníamos entre manos, así como las razones que justificaban la necesidad de una acción agresiva sobre su cuerpo – en ese «maravilloso doble viaje de violencia y terapia que encierra la aventura quirúrgica», en palabras que Rafael Argullol dedicara a un libro mío posterior, publicado en 2003, titulado «El cuerpo herido», dijo.

Pera explicó la difícil relación entre médico y paciente y dijo que «la solución debe llegar a través de un sincero diálogo entre ambos, hasta conseguir la conversión de lo que se presentaba como una inquietante y preocupante relación entre agresor y víctima –dominada por el temor al dolor, el derramamiento de la sangre y el riesgo para su vida– en una calmada relación entre sanador y paciente». Y citó un poema de T.S. Eliot para expresarlo: «Toma el acero el cirujano herido/Que cuestiona la destemplada parte;/Bajo las manos sangrantes sentimos/La compasión aguda de su sanador arte/Que resuelve el enigma de la fiebre al instante.

Escuchar al paciente

Pera destacó que «en las circunstancias actuales, una práctica médica tan antigua como es la de escuchar atentamente al paciente, está siendo ampliamente impedida o ignorada. Se olvida que el c onocimiento médico conseguido en este primer encuentro, el que será utilizado en el proceso que conducirá a la toma de decisiones respecto a un paciente determinado, se inicia en la primera entrevista que con él tiene el médico, en la que se intercambian historias, las historias que cuentan los pacientes y las historias que interpretan, escriben, exponen oralmente y se reescriben para los distintos médicos especialistas que después sean consultados o les atiendan personalmente «, dijo.

Y destacó que «a pesar de los grandes avances científicos y tecnológicos aplicados por la medicina actual, y, en general, por los sistemas nacionales de salud –con su impresionante panoplia de procedimientos diagnósticos, ya sea mediante imágenes o datos bioquímicos– que parecen superar, a primera vista, los niveles de eficiencia diagnóstica y terapéutica obtenidos mediante una entrevista clínica realizada de prisa y corriendo, la insatisfacción de los pacientes, alejados de la mano y la palabra del médico y del cirujano , como instrumentos para prestar ayuda a su «cuerpo entero», es cada día más evidente«.

Y añadió: « Desde el primer encuentro entre el paciente y su médico, toda la secuencia que transcurre entre las iniciales e inseguras palabras del paciente a su médico, como contestación a sus primeras preguntas –«¿Qué le pasa? ¿Cuál es su problema?»– y sus últimas palabras al dar por finalizada la asistencia prestada, están llenas de narraciones y de historias, orales o escritas. Es ésta una visión narrativa de la «medicina centrada en el paciente» , que no se aleja, en absoluto, de las hegemónicas ciencias biomédicas en su práctica, y no es, o no debe ser, en modo alguno, una actitud romántica o retórica dispuesta a ceder en la exigencia científica, cuando estamos en plena medicina basada en evidencias«, destacó.

Pera se preguntó también «¿hasta qué punto son realmente compasivos con el sufrimiento humano, el humanismo, los humanistas y las humanidades?». Y aseguró que « el humanismo como doctrina, una actitud personal de humanista, y su desarrollo a través de un proyecto formativo con un contenido abierto –las humanidades–, ha de entenderse hoy, en un mundo globalizado, multicultural y cada día más especializado, como un método crítico por el que se enseña y se aprende a diseccionar los saberes –ciencias y tecnologías frente a humanidades– con el bisturí de un lenguaje que sea capaz de recorrer transversalmente los dominios del conocimiento, con sus diversas disciplinas tan abruptamente separadas, en busca de áreas en las que pueda producirse paulatinamente una aproximación a la unidad del conocimiento. Y todo este esfuerzo de aproximación centrado siempre sobre la figura de la persona humana, con su concreta experiencia vital, cualquiera que sea el campo especializado del conocimiento y de la técnica del que se ocupe en profundidad aquel que pretenda comportarse como verdadero humanista«.

En su discurso de contestación, el doctor Carlos Pera Madrazo, destacó que «hoy es un día grande para la Institución, recibimos a un nuevo Académico de Honor, recibimos a Cristóbal Pera Blanco-Morales. Nuestra añosa y centenaria Institución lo distingue incluyéndolo en el estamento de Académico de Honor, como lo hizo en ocasiones anteriores, con los Premios Nobel, profesores Fleming (1948) y Severo Ochoa (1971); o con ilustres médicos españoles como Carlos Jiménez Díaz (1949) o Gregorio Marañón (1949); o como en la última ocasión con un amigo suyo, cirujano también, Ramiro Rivera.

Carlos Infantes: «A los médicos se nos presupone una formación humanista, pero realmente hoy en día no tenemos formación en humanismo. El humanismo, en el sentido amplio, significa valorar al ser humano y la condición humana«

  Cerró el acto el profesor y doctor Carlos Infantes, presidente de la Academia de Medicina de Sevilla, que dio la bienvenida al nuevo académico, destacó su componente humanística y dijo, citando al catedrático barcelonés José Letamendi , que «el médico que solo sabe Medicina, ni siquiera Medicina sabe». Destacó que «a los médicos se nos presupone una formación humanista, pero realmente hoy en día no tenemos formación en humanismo. El humanismo, en el sentido amplio, significa valorar al ser humano y la condición humana«, recordó.

Infantes aseguró que « debemos combatir la imagen contemporánea del médico en ejercicio como la del mercader que oferta y vende sus servicios, interesado en recuperar lo antes posible, la inversión monetaria de su entrenamiento. Los cirujanos, tenemos por actitud y formación cierto grado de agresividad, de tecnicismo, de respuestas con inmediatez ante una complicación o emergencia«.

Y añadió: «Pero no podemos olvidar que una frase mirando a los ojos del paciente, el roce con una mano, la serenidad sin prisas en una conversación para explicar la cirugía prevista, son el mejor bálsamo para la ansiedad, la taquicardia o la hipertensión ante la propuesta de un acto quirúrgico«.

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