Coronavirus Sevilla

La muerte en tiempos de Covid

Sentimiento de culpa, sensación de abandono, frialdad virtual, soledad: todo lo que el coronavirus ha cambiado en torno al último tránsito

Un coche fúnebre saliendo del cementerio de San Fernando tras un servicio, con limitaciones de aforo y medidas de seguridad contra el coronavirus Vanessa Gómez

Javier Rubio

A Silvia no se le va a olvidar en su vida que su padre murió solo . A pesar de que siempre expresó su deseo de despedirse de sus cuatro hijos antes de morir, falleció en la cama de un hospital sin nadie que le pudiera tomar la mano en su último viaje. A sus hijos los avisaron por teléfono y sólo dos de ellos pudieron estar presentes para el mínimo rezo de una oración dirigida por una monja del hospital con que lo despidieron. No hubo más. Era mayo , en pleno confinamiento total.

Al día siguiente les avisaron de la hora de la cremación para que pudieran estar unos veinte minutos antes en un tanatorio cerrado al público . Luego de amortajado, subieron de uno en uno no más de veinte minutos y luego volvieron a quedarse en la calle. Recuerda que no había nadie en el cementerio y que todo cobraba un aspecto espectral.

Como ella, los familiares de buena parte de los 13.124 sevillanos que habían muerto hasta el domingo 11 de octubre –último dato oficial en el Instituto Nacional de Estadística– han experimentado «frialdad», «soledad extrema», «deshumanización al ciento por ciento», «lo peor de todo», el «horror» que salpica todavía hoy, más de medio año después de la pérdida, el recuerdo de aquellos días.

Y no parece que vaya a cambiar mucho en las próximas semanas. Desde el viernes 30 de octubre, el nivel 4 de alerta en el que se encuadra la provincia entera de Sevilla obliga a reducir a seis en sitios cerrados y a quince en exteriores el número máximo de acompañantes en un velatorio . Quince en la comitiva hasta el cementerio y un tercio del aforo en la misa funeral o la ceremonia de despedida.

Manolo enterró hace dos semanas a su padre, cuando las restricciones estaban más relajadas. De haber sucedido el hecho biológico a partir de este viernes, en el tanatorio no habría cabido toda la familia: la viuda y sus seis hijos tendrían que haberse turnado. Aun así, decidieron aplazar la misa de recordatorio en vista de las circunstancias.

Despedida virtual

La primera consecuencia del coronavirus ha sido esconder aun más la muerte, escamoteada de continuo en nuestra sociedad que huye del dolor y del sufrimiento a toda costa. Difícilmente nuestra sensibilidad soporta mirar cara a cara no ya a los muertos, sino incluso imágenes pictóricas como las de las «Postrimerías» de Valdés Leal de la iglesia de la Caridad . Por pudor, tendemos a esconder esa representación tan realista. También la muerte se ha convertido en algo virtual , que sucede en el espacio sin sitio de internet o de las redes sociales.

Los tanatorios , también en Sevilla, han puesto en marcha iniciativas como los libros de condolencias virtuales . Incluso es posible retransmitir el funeral o la ceremonia de despedida a través de internet previa solicitud con los responsables de la sala de duelos.

Y el grupo Mémora, el del tanatorio de la SE-30, ha puesto en marcha en Barcelona infraestructura audiovisual para proyectar imágenes y fotos del fallecido con el que avivar su recuerdo. Pero todo eso parece un juego de niños comparado con lo que puede hacer la inteligencia artificial : un programa recopila todo lo que el finado dejó en internet, como comentarios en redes sociales además de fotografías, vídeos, correos y mensajes para procesar toda esa información y «aprender» a simular al fallecido en una conversación en tiempo real. ¿Realmente queremos eso?

Charo recuerda vívidamente la impresión que le causó ver al médico que certificó el fallecimiento de su padre vestido con traje de protección «echándonos del cuarto, sin permitir que nadie se acercara». Y a los empleados de la funeraria que se lo llevaron, sin amortajar, en una bolsa de plástico. Todavía le resuena en la cabeza el rasgueo metálico de la cremallera cerrándose. «Nada era humano, parecían extraterrestres», recuerda.

Murió en abril , en lo peor de la primera ola: con el tanatorio y el cementerio cerrados , sólo permitieron a dos familiares reconocerlo al otro lado de un cristal antes de incinerarlo. «Tuvimos la sensación de que se había acabado todo allí mismo, de que nos habíamos deshecho del cuerpo sin más, sin el consuelo de una oración», rememora.

Los tanatorios han incorporado también depósito de cenizas en tanto no se dan las circunstancias para su inhumación definitiva. En el caso de Charo, la funeraria les entregó las cenizas al día siguiente. Las depositaron en un nicho familiar sin posibilidad de responso ni de nada. A través de unos conocidos, le hicieron llegar el nombre a un sacerdote de Madrid que en el «memento» de la misa diaria hacía intención por los fallecidos. « Todo por mensajes, todo muy frío , sin que nadie se pudiera acercar», remacha.

En soledad

La psicóloga Merche Barbancho, coordinadora del grupo de trabajo de Psicología del Duelo y la Pérdida del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental , insiste en algo que parece obvio, pero que en estos momentos resulta esclarecedor: «Cada persona tiene que atravesar de manera individual el proceso del duelo , transitar las emociones, pensamientos y cambios que conlleva, pero no tiene por qué hacerlo en soledad».

Barbancho colabora con New Health Foundation , una ONG que promueve la compasión como terapia en el tramo final de la vida y que ha dedicado los últimos meses su atención al fenómeno de los duelos virtuales . «No poder acompañar a la persona en sus últimos días u horas nos quita la oportunidad de poder expresar nuestro arrepentimiento, tanto de ser perdonados o perdonar, como de agradecer a la persona lo que aportó en nuestra vida, lo que puede aumentar el sufrimiento por dicha pérdida», explica.

Los expertos consideran que no despedirse conforme a los usos acostumbrados «prolonga más en el tiempo la intensidad del impacto emocional». Charo lo atestigua: «Las circunstancias en que se produjo aumentaron la pena». Y Silvia remacha: «Es una cuestión de dignidad». Brille para ellos y todos los difuntos la luz perpetua .

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación