Secuestrada por su pareja y rescatada gracias a Facebook

El infierno que vivió Mayra García, una argentina de 18 años, durante el mes y medio de su secuestro, ha concluido gracias a Facebook. Encerrada en una destartalada villa de un suburbio de Asunción (Paraguay), «La Emboscada», por su pareja de 19 años logró un día escapar y pedir ayuda a una vecina, quien avisó a su familia a través de esta red social y esta interpuso la correspondiente denuncia. El secuestrador fue detenido y la joven ha podido reunirse con sus familiares. Todo ello tras un fuerte operativo policial.

Medios locales como Cadena 3 o La Nación (Argentina) se han hecho eco del infierno, que padeció esta argentina de manos de su novio Cristian Romero Gamarral, quien ya ha sido detenido.

«Los moratones se me veían porque los tenía por todas partes: en las piernas, en los brazos o en la cabeza. De hecho, uno de los brazos quedó fracturado y tenía que andar con un pañuelo», ha recordado la joven al primer medio.

Al respecto, el rotativo argentino «La Nación», ha revelado que cuando un el forense examinó a la joven halló golpes en la cabeza, en las costillas, en el brazo derecho y en la pierna. Además, los investigadores han apuntado que iba a ser vendida a una red de trata de blancas.

Al respecto, en declaraciones a Cadena 3, ha recordado que la noche que la rescataron, le pidieron que confirmara su identidad y cuando lo hizo, no pudo reprimir sus lágrimas: «Estuve en un hotel, hablé con los agentes de Trata (Unidades Especiales de Delitos Complejos y de Trata de Personas), me dieron mucha contención».

Engañada por su pareja

En «La Nación», la joven argentina ha descrito su infierno: «Yo sólo quería terminar mis estudios secundarios, pero Cristian articuló una falsa amenaza a mi familia, para convencerme de que lo mejor sería irme con él a Paraguay», ha relatado. Al respecto, la pareja cruzaron la frontera sin ser vistos.

A su llegada a la vivienda destartalada de la que huyó, ha añadido la joven, «Cristian comenzó a drogarse y a maltratarme, no podía salir. Además escuché voces extrañas, por lo que nunca estuve segura de lo que me podría pasar, hasta que vi a una policía que entró en mi cuarto. Me aferré a ella, y no la quise soltar».