Imagen de un pasaporte ruso (izquierda) y otro de la URSS (derecha)
Imagen de un pasaporte ruso (izquierda) y otro de la URSS (derecha)

Sale de una cárcel rusa 26 años después y es retenido como inmigrante ilegal por tener pasaporte de la URSS

Vasily Babina había ingresado en prisión antes de que la Unión Soviética se desintegrara

MADRID Actualizado: Guardar
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Vasily Babina fue enviado a la cárcel de Ekaterimburgo en 1991, condenado por robo, asalto y asesinato. En esta prisión ubicada en la capital del Distrito Federal de los Urales, en Rusia, pasó la mayor parte de su vida.

Un total de 26 años en los que el mundo siguió su curso, produciéndose alguno de los cambios más importantes de la historia del siglo XX. En concreto, cuando Babina entró en prisión la URSS todavía existía, aunque ya estuviera herida de muerte, sobre todo después de que los entonces dirigentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia firmaran en secreto el histórico acuerdo que certificó la disolución del imperio comunista. «Podíamos haber salvado la Unión Soviética», afirmó Mijaíl Gorbachov.

El último dirigente soviético tomo conciencia de su derrota pocos meses después de que Babina entrara en la cárcel. El 25 de diciembre de 1991, Gorbachov anunció el fin de la URSS. Y Rusia, al igual que los otros países del bloque, se convertía en un estado independiente con este ladrón y asesino entre rejas.

Pasaporte sin validez

Hace poco, después de un cuarto de siglo encerrado, este preso recuperó su libertad. La felicidad, sin embargo, debió durarle mucho menos de lo que se hubiera imaginado. Antes incluso de que pudiera pisar la calle, Babina fue detenido y trasladado a un centro de inmigración por las autoridades rusas. El motivo: su pasaporte era aún de la antigua Unión Soviética y no tenía ningún tipo de validez en la actualidad.

Babina nunca tuvo la oportunidad de renovar su documento desde la cárcel, porque había nacido en Kazajistán y la prisión se encontraba en Rusia, a cera de 3.000 kilómetros de distancia. Eran dos estados diferentes y cuando llegó el día de su liberación, las autoridades rusas se encontraron con la paradoja de que, técnicamente, este preso no era ciudadano de ningún país. Era, a falta de un término más exacto, algo así como un inmigrante ilegal procedente de un país que ya no existe. En Rusia hay más presos en la misma situación que este.

La única solución que encontró el tribunal de Ekaterimburgo fue echar mano de la ley de inmigración y volver a retenerle de nuevo, pero esta vez en uno de los centros que se usan para los inmigrantes ilegales. Allí parece que permanecerá hasta mayo. Al parecer, el gobierno ruso no quiere ofrecer a Babina el pasaporte del país y ha ordenado tramitar su deportación a Kazajistán.

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