Álvaro Morata no celebró el gol que le marcó al Real Madrid en Champions
Álvaro Morata no celebró el gol que le marcó al Real Madrid en Champions - afp
Real Madrid-Juventus

Morata toma el testigo de Morientes

Un gol del canterano deja al Madrid sin la final de Champions ante el Barcelona. En 2004, un tanto de Fernando con el Mónaco echó también a los blancos de Europa

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Situaciones así pasan en el Real Madrid. Su cantera es una fábrica incansable de jugadores llenos de talento. Lo que ocurre es que en el primer equipo solo pueden estar 25 futbolistas cada temporada y, en los tiempos que corren, con un once titular repleto de lo mejor de cada escaparate, no hay sitio para todos. Si el fútbol español y el europeo está lleno de productos de «La Fábrica» es porque en Valdebebas cada día hay cientos de chavales que, antes o después, jugarán en las Ligas de primer nivel del Viejo Continente.

Un buen ejemplo es Álvaro Morata, el último mirlo blanco, que emigró el pasado verano a Turín en busca de la notoriedad que no encontraba en la capital de España, y que se ve ahora en una final de la Champions, su segunda consecutiva, gracias a su decisivo tanto en el Bernabéu ante el equipo de sus amores: «He marcado un gol importante, pero tengo una sensación agridulce.

Quiero dar las gracias a la afición del Real Madrid porque siempre se ha portado muy bien conmigo. Aquí y en Turín he salido pensando que era un entrenamiento y he tenido que parar un momento y centrarme. Sergio Ramos y Casillas me han felicitado y me han deseado lo mejor. Son mis amigos. Ojalá hubiera marcado contra otro equipo, peor la vida es así», aseguró un emocionado Morata tras el partido.

Esfuerzo con recompensa

A Álvaro le costó aclimatarse al fútbol italiano, siempre complicado en sus inicios para cualquier español que decida hacer el petate y marcharse al Calcio. Una lesión en el menisco de su rodilla derecha nada más iniciarse la pretemporada dificultó aún más su adaptación a una Liga tan competitiva como lo es la Serie A, pero poco a poco, con la ayuda de Pirlo, su cicerone en Turín, y de su amigo Llorente, competencia directa en el campo pero fiel escudero fuera de él, se hizo un hueco en el equipo.

Morata terminaría el año como actor secundario pero nada más iniciarse 2015 alcanzó la titularidad y, anoche, terminó de hacerse adulto en la que fue su casa durante siete temporadas: «Solo cumplí con mi trabajo. Tenía que darlo todo por la Juventus. El gol es para mi familia, mi novia, mis amigos y mi agente, que el año pasado vivió un verano muy complicado».

El maravilloso gesto de Morata al no celebrar ninguno de los dos goles, ni en Turín ni en Madrid, ni siquiera sirvieron de consuelo a una parroquia blanca que se marchó hundida del Bernabéu. Como ya ocurriera en 2004, con Morientes vestido con la camiseta del Mónaco, un delantero criado en la cantera blanca volvió a echar al conjunto merengue de su torneo fetiche. La maldición de los ex reapareció once años después y esta vez para evitar una final entre Real Madrid y Barcelona que hubiera sido histórica, pero que ya no será posible.

La Juventus, tras doce años sin aparecer entre los cuatro mejores equipos de Europa y con el cartel de cenicienta, ha logrado meterse en la gran final de Berlín del próximo seis de junio. Allí, buscará levantar su tercera «orejona» tras las conquistadas en 1985 y en 1996: «Quiero agradecer, a los tifosi que vinieron aquí, tanto cariño. Vamos a darlo todo para ganar la final. Mis sensaciones serán distintas ante el Barcelona. Son un gran equipo, pero nosotros también», sentenció Morata, un íntimo enemigo que ha puesto punto y final al sueño de la Undécima.

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