Florentino Pérez, en el Palco de Honor del Santiago Bernabéu
Florentino Pérez, en el Palco de Honor del Santiago Bernabéu - efe
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Bienios de rigor

Sólo la mano dura ha creado en el Real Madrid algo parecido a un ciclo deportivo

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A Ancelotti le han salido apoyos. Pepe ha dicho que con él se entrenan más que con Mou porque suben una cuesta que hay en Valdebebas (¡la cuesta penitente!); Del Bosque lo ha incluido en la Orden de La Mano Blandita y además salió Florentino, que dio más explicaciones técnicas que el propio míster, para señalar a los medios un punto en el que acaba la «autoexigencia» (¡el examen de conciencia!) y empieza el antimadridismo (los de un lado son antis... ¿y los del otro?). D. Carlo seguirá, quizás con la capacidad (convicción o temor) para negociar más cosas que si Khedira o Illarra.

La prensa es el casticismo con el que se enfada Florentino, pero son el aficionado que pasa del «más primores» de Isco al «más cojones» del Schalke.

Cuando una pregunta le irritaba recolocaba los micros como antenas de un transistor. Pérez soñó un madridismo universal y benetón: ¡La pregunta de la maravillosa corresponsal japonesa! ¡La candidez duty free del plumilla de Arabia! Y lo que queda de castizo en el Madrid son los periodistas. Con Ancelotti seguirá el debate.

Si miramos la historia con el corte en el «Vd. juega con el patrimonio del club» de Mendoza a Beenhakker, manos duras hubo pocas: Capello en el 96, Camacho en el 2004 (se quedó en muñón), Capello en el 2006 y Mourinho. Y algo sabemos: todos ganaron y todos hicieron ganar al del año siguiente: Heynckes, Schuster y Ancelotti. La mano dura ha sido lo que ha generado algo parecido a un ciclo en el Madrid. Bienios de rigor. Antes ya hubo un «perfil bajo», Queiroz y Pellegrini, invento de Valdano y Florentino para contentar a la vez al «jogo bonito» y al Modelo (y a la misma prensa del «te pongo en la frontera»). Floro, con su limón, fue la primera concesión a la psique del jugador. La realidad: hay que meter en un once a cinco mediapuntas (y un nueve que también lo es). Ah, el cuadrado mágico de Luxemburgo... ¡Quién lo pillara!

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