Arahal

La odisea de Manuel, un vecino de Arahal que perdió un ojo en un accidente laboral hace nueve meses

Llevaba tan sólo seis días trabajando cuando ocurrieron los hechos: «Me dejaron tirados en el centro de salud con el ojo en la mano»

El trabajador que ha perdido un ojo en su puesto de trabajo en una empresa de Marchena C. González

C. González

El 18 de mayo de 2018, Manuel Domínguez Domínguez perdió el ojo izquierdo en un accidente a los seis días de empezar a trabajar en una nueva empresa de Marchena. En el accidente, este vecino de Arahal no sólo perdió el ojo, sino también «las ganas de seguir».

Al poco tiempo le atrapó una depresión que lo ha llevado incluso a visitar durante este período al psiquiatra. Recuerda que cuando ocurrieron los hechos, nadie de la empresa «me ayudó; ese día me dejaron tirado en el centro de salud y solito tuve que irme al hospital con el ojo en la mano».

Manuel estaba contratado por Randstad Proyectos y Servicios, una subcontrata de Procavi, la empresa de Marchena en la que sufrió el accidente y era uno de los trabajadores despedidos por Roca hace más de seis años , donde había trabajado durante 13 años.

Desde entonces intentaba ganarse la vida, sobre todo en labores agrícolas. La madrugada del accidente había entrado a las dos y una hora y media después, un encargado lo mandó a que se subiera a una plataforma donde estaban ya dos compañeros; él era el tercero, a pesar de que en ese lugar «sólo podía estar uno», comenta.

Este vecino de Arahal, casado y con dos hijos que entonces tenían 7 y 13 años, recuerda que «la cinta venía maciza de pavos, había que andar rápido» y minutos más tarde se resbaló y cayó hacia atrás, momento en el que un gancho donde van colgados los pavos golpeó su ojo. «No sentí dolor, pero cuando intenté levantarme, el ojo lo tenía en la mano». Perdió el ojo ocular dañando el nervio óptico y, por tanto, la visión a sus 41 años.

En ese momento, dos encargados de la empresa lo sentaron en el comedor. «Me contaron que habían llamado a una ambulancia, pero uno de los encargados no paraba de decir que la ambulancia no venía; creo que ni siquiera la llamaron», explica Manuel Domínguez. Ese día, su familia se fue directamente al hospital y desde entonces ha sufrido dos operaciones y una depresión de la que aún no se ha recuperado meses después.

«No sentí dolor, pero cuando intenté levantarme, el ojo lo tenía en la mano»

Este trabajador recuerda que el lugar donde ocurrió el accidente al día siguiente parecía otro, según denunciaron entonces los mismos sindicatos. Durante estos meses, todo ha sido un camino de despropósitos por parte de la empresa y de los sindicatos «que no se han preocupado por saber cómo estaba». Sólo dos compañeras de trabajo le llaman de vez en cuando, una de ellas sí es de CC.OO., pero «aquí acaban todas las visitas recibidas desde entonces».

Y, después de nueve meses sufriendo este particular infierno, se pregunta continuamente: «¿Quién me va a contratar ahora? » Para entretenerse, lleva a los niños al colegio, toma café, hace algún mandado a su mujer y pasea con su padre por la «parcelita». Pero no sabe qué trabajo podrá realizar después de perder el ojo y ver mermadas sus facultades físicas. Ni cuánto vale esta situación por la que ha pasado que limitará el resto de su vida.

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