Narcotráfico cádiz

De patrulla por los caños de Sancti Petri, batalla al 'petaqueo' del narco

LA VOZ acompaña a la Guardia Civil que intensifica sus dispositivos en los canales de San Fernando y Chiclana ante el continuo tránsito de barcos que se dedican a surtir de combustible a las narcolanchas

Los agentes no cejan en su trabajo aunque lamentan que la ley aún no les respalde y esta práctica se castigue solo con multas: «Les da igual, nos saludan cuando pasan»

Un agente realiza una vigilancia con la cámara térmica. A. Vázquez

M. Almagro

Caños de Sancti Petri

La oscuridad de la noche se hace más oscura en el agua. El ruido sin embargo es más sonoro. El crujido de los cabos apretando las cornamusas se distingue perfectamente y también el rítmico tintineo de los ganchos de amarre contra la cubierta. La tranquilidad en el canal del caño de Sancti Petri es absoluta. En el brazo de agua de apenas cien metros que separa Chiclana de San Fernando o San Fernando de Chiclana cerca de la bocana la marea está llena esta noche y solo si la brisa corre algo más se nota que es otoño. Es un lugar reposado, manso. Y quizá por ello, y sobre todo porque es el acceso a un extenso e intrincado laberinto de buenos escondites para sus lanchas el narco también ha extendido por aquí sus redes.

Y la Guardia Civil lo sabe y lo está batallando. Conoce perfectamente que en los últimos tiempos desde que el Gobierno optó por prohibir la navegación de las grandes 'neumáticas' estos delincuentes se buscan la vida, o más bien los vacíos legales, para seguir traficando, para darles las vueltas a ellos, y a la ley y no perder estas carísimas embarcaciones en las incautaciones. 'Gomas' que les llegan a costar unos 300.000 euros si además les 'meten' dos o tres motores de los de máxima potencia. Una inversión que a menudo comparten e intentan no perder a toda costa.

Y es por esto por lo que cuando cargan los kilos de hachís en Marruecos a su regreso se están tirando días, semanas, meses fondeados cerca o algo más lejos de la orilla esperando justo el momento que les indiquen sus 'puntos' para entrar y descargar la droga.

Pero para ello necesitan de alguien que les sirva de apoyo. Que les dé logística. Que les lleven gasolina, mecánicos si sufren averías, cambios de tripulación, comida... Y esa es la labor de los 'petaqueros', los que cargan sus barcos (recreativas, lanchitas, pequeñas gomas...) de garrafas o lo que necesiten y se lo llevan 'a domicilio' en el punto acordado.

«Se expanden»

«Se han ido expandiendo. De aquí de Sancti Petri han pasado a Gallineras, de Gallineras a Puente de Hierro, a Casería y de ahí a otros lados... », cuenta mientras está realizando un operativo de vigilancia y control uno de los agentes de la Patrulla Fiscal que les sigue de cerca.

«Se mueven por todos los puertos deportivos. Llegan con las embarcaciones y las dejan en muerto en medio del caño e incluso las tienen atracada temporalmente y de ahí salen, cogen el caño, buscan un sitio seguro donde puedan cargar las garrafas y de ahí para fuera. Nuestra misión es controlar las furgonetas y vehículos que vayan cargados pero usan muchos puntos, es complicado. Dentro de nuestras posibilidades intentamos cortarles el grifo».

Este agente cuenta lo que ocurre. «La verdad». Lo que él y sus compañeros junto a los del Servicio Marítimo, las patrullas de Seguridad Ciudadana o la Policía Local ven cada día de servicio cuando salen. En su testimonio no hay intermediario, ni intención, ni ganas de alarmar, ni dar mala fama a nadie ni a ningún lugar, simplemente explica «lo que hay», lo que es.

Como que la dificultad en esta lucha se pone aún más cuesta arriba si no se cuenta con las herramientas suficientes. Y sobre todo con la fuerza legal que los respalde. Y en eso tienen mucho que decir porque son ellos los que al final están ahí y de su trabajo depende si quien no cumple con la ley y se enriquece con ello se ve ante un juez o no.

Y continúan explicando, «en el 'petaqueo' si no se pasan de un número de litros en función de lo que lleven es una sanción administrativa y a veces ni siquiera eso», denuncian. «Se nos hace muy difícil por la inseguridad jurídica ante la que nos encontramos. Creo que igual que en un determinado momento hubo que poner un punto y final a las 'gomas' llegará otro momento que quien se encargue de legislar tendrá que declarar este tipo de actividad como ilícita, como un delito de contrabando, para que nosotros podamos actuar con unas garantías jurídicas y nos permita ser más contundentes».

«Lo que podemos hacer es intentar poner algo de freno a la logística que tienen las organizaciones de narcotraficantes pero desde el punto de vista legal no podemos hacer más. Necesitamos de un mayor apoyo judicial», sentencia otro agente implicado.

E insisten: «Aquí se ha cogido de todas las formas posibles, en el agua, en tierra, en furgonetas, pero no paran, porque mientras un juez no nos dé la llave para poder detener a estas personas esto va a seguir y nos podemos tirar aquí todas las noches del mundo que queramos que poco más se puede hacer. Es más... los ves, los llamas y se acercan. Saben que solo es una multa. Incluso algunos hasta saludan al pasar. Te dicen: esto es gasolina nada más...soy insolvente... y siguen. Les da todo igual».

Pero eso de que sea gasolina 'nada más' tampoco es inocuo. Todo lo contrario. «Las sanciones también tienen su motivo. Es decir, llevan litros y litros de combustible de forma completamente negligente, sin permiso y de cualquier manera... es peligroso».

Pero... ¿quiénes son y para quién trabajan? Pues en cuanto a lo primero, los agentes llevan tiempo detectando que por la zona se mueven gente que en muchas ocasiones no son ni siquiera vecinos de las localidades cercanas sino que proceden en gran mayoría de la zona del Estrecho, un área donde, como ya es de sobra conocido, se asientan numerosas bandas y líderes de esos grupos que se dedican al tráfico de hachís.

Y al parecer es para ellos para los que 'trabajan'. «Cuando los identificamos muchísimos son de La Línea. No les consta empleo ni nada por aquí. Actúan, cargan las garrafas y se vuelven a sus casas otra vez. No tienen ningún otro vínculo», cuenta uno de los agentes del Servicio Marítimo que está 'harto' de darles el alto y además comprobar que también un buen número de ellos tienen antecedentes por tráfico de drogas. «Hay quien antes alijaba en las organizaciones y ahora se ha pasado a esto porque cree que tiene menos riesgos penales».

Mientras, y tras realizar también un control por carretera en uno de los accesos al puerto, seguimos en el agua. En un lugar indeterminado (mejor no contarlo). En plena oscuridad y pendientes del paso de cualquiera que resulte sospechoso. Pasan los minutos, las horas, pero jamás se sabe cuándo va a ocurrir. Por eso hay que estar. Porque estos petaqueros no tienen horario. De día, de noche, con pleamar, con bajamar, poniente, levante, lloviendo... aquí no hay nada establecido porque estos 'amigos del narco' solo acatan órdenes y por ello ponen un precio y se les paga.

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