Con 'C' de Cádiz

«Lo peor de la calle son las noches, que se hacen muy largas»

javier lópez . sintecho

'El López' es conocido en el barrio de San José por endulzar un pasado bañado de éxitos, aunque dice que lo perdió todo desde que falleció su mujer y su memoria se trastornó

Javi López, en el poyete del supermercado donde suele sentarse para pedir limosna.

Dice que el fútbol le partió las piernas y la vida, el corazón. La vida de Javier López no ha sido fácil. No hay que ser muy perspicaz para percatarse porque Javier, o 'el López', como lo conocen los comerciantes del barrio de San José, lleva -mínimo- más de dos años viviendo en la calle y siendo el guardián del Día de los Balbo, supermercado en el que se pone a pedir para ganarse unas monedas que le permitan costearse sus pequeños vicios. Su memoria le flaquea tanto que sus recuerdos están embarrados por la calle. Dice ser Javier López, el emblemático jugador que le dio al Betis su primera Copa del Rey y lo cierto es que se sabe su vida profesional casi que al dedillo. Mucho debió de admirar al legendario futbolista de Laredo para hacer de su existencia un culto a su memoria.

Nuestro 'López' dice que hubo un tiempo en el que le apodaron Súper López, pero lo cierto es que sus memorias las nubla de tal manera con el único fin de hacerse más amable la existencia en mitad de una vida de perros. Cuenta que le lesionó Migueli, que fue al Mundial de Argentina 78, que es compadre de Cardeñosa y que hasta las cicatrices que lleva en su rostro son la huella que le dejó el accidente mortal que le costó la vida a Juan Gómez Juanito, al que dice que acompañaba en tan desgraciado viaje de vuelta a Mérida, donde soñó ser su segundo en el banquillo… Javier dice muchas cosas, inventadas, como que coincidió en el Granada con Juanito Mariana, o con Cervera en el Mallorca, o que era el segundo de Juanito cuando el malagueño era entrenador del Mérida, o que ganó dos Trofeos Carranza... Recuerda cosas que solo las ha soñado en mitad de la maleza. Por supuesto, Javier dice haberse ido de juerga con Mágico, con Lola, con Camarón… No hay mito coetáneo con el que él no haya probado un trago según sus vencidos testimonios. Javier cuenta sus historias al que se las quiera escuchar. Se ha hecho conocido en el barrio de San José por decir que fue un mito del beticismo, pero en realidad solo son invenciones a las que se agarra para endulzar su atormentada existencia.

Javier se esconde cuando más se le busca. Hasta en tres ocasiones este periodista ha ido a su encuentro, pero la respuesta de camareros, vecinos, conocidos y comerciantes siempre es la misma. «Es raro que no esté ahí porque siempre está». Pero nada. Lunes, martes por la mañana y a la tercera va la vencida. A quien dice llamarse López me lo encuentran sentado en el interior de un bar, donde apura una cerveza a la que no termina de vencer durante la complicada entrevista. Divaga, suspira, coge aire, dice y se desdice, habla y se repite... y siempre con la querencia de acudir a ese rinconcito inventado de su memoria donde es tan feliz.

-¿Cómo se vive sin móvil?

- Desde que me lo robaron, no lo necesito.

-¿Y cómo se vive en la calle?

-Como se puede, pero la gente es buena y ayuda dentro de sus posibilidades. No me puedo quejar, aunque esta vida es dura. Ahora acaba de pasar el verano y todo se pondrá peor, pero mientras calienta el sol no se está mal del todo. Lo duro, lo más duro son las noches de invierno.

-Dicen de usted que jugó en el Betis porque no para de recordarlo...

-Así es, comencé en el Gimnástica de Torrelavega. En el 70 fiché por el Betis y doce años que me tiré allí. Y después dos años en el Mallorca y otros dos en el Granada, donde me retiré en el 84.

-¿Qué recuerda del pasado?

-Que fue muy duro desde el principio. Mis padres murieron en un accidente y me quedé solo ya siendo muy joven.

-No tardó en golpearle la vida.

-Pues sí. Además, yo era el único hijo. Para colmo, a los años mi mujer se murió de un cáncer de pulmón con 45 años. Y mis dos hijas que tengo se fueron a Alemania. Vivo solo y en la calle desde hace dos años.

'El López' es conocido y querido por los comerciantes del barrio.

-Antes de caer en la calle, de joven, ¿cómo se ganaba la vida?.

-Yo nunca he estudiado porque no me gustaba. A mí siempre me gustó el fútbol. Desde pequeño no quería ver un libro; eso sí, si veía un balón no aparecía por casa hasta que se hacía de noche.

-¿Entonces nunca, nunca se formó para ganarse la vida con algo?

-Trabajaba lo suficiente para poder ganarme la vida, pero eran más bien trabajos ocasionales, sin mucho futuro. Una cosa por aquí, otra por allá, pero nunca tuve un trabajo remunerado y formal.

-Dice que llega con 20 años a Sevilla. ¿Dónde vivió?

-En Triana, en la calle Ruiseñor número 7. Vivir allí fue una maravilla.

-Y Triana qué es, ¿más sevillista o más bética?

-Hay de todo. Parte palangana y parte del Betis. Yo la viví mucho, esa es una de las razones por las que hoy igual me encuentro pidiendo en la calle. El pasado no lo aproveché como es debido y ahora pago las consecuencias.

-Vamos, que no se aburrió.

-Hombreeeeeeeeeeee. Eso nunca. Desde siempre me gustaron las aficiones como salir de fiesta, el fútbol. Me he entretenido, esa es la verdad. Me gusta mucho el mundo que rodea al flamenco, a la fiesta en general.

-Hablemos un poco de por qué se encuentra en la calle a su edad.

-La vida es así, qué se le va a hacer.

-Y sus hijas. ¿Son sevillanas?

-No, son de aquí. Pero bueno, la vida. Tampoco es que quiera hablar mucho de ellas. Se llaman Alba y Verónica y su madre se llamaba Ana, cuando ella murió a mí se me vino el mundo abajo.

-¿Cómo era ese fútbol de los 70 que recuerda y del que tanto le da por hablar?

-Ese fútbol era más bonito que el de ahora, pero se daban unas patadas que ríete tú de las de ahora, que ni se dan ya ni nada. Jugadores como Migueli ya no se ven. Esos sí que eran duros.

-¿Qué tipo de futbolista era ese Javier López que dice ser?

-Medía 1,74 y era un jugador rápido y fuerte. Era un futbolista especial; jugaba de centro del campo hacia la media punta. Era de lo mejor que había. De él dijo Nils Liedholm, un entrenador sueco que tuvo el Milán a finales de los años 70, que era el mejor centrocampista que había parido madre.

-Le gustaba mucho el fútbol dice. ¿Nunca le dio por probar como entrenador?

-Sí que lo intenté, pero entrenando a chavales. Esa experiencia me gustó, pero porque me gustaba que jugasen todos los niños, pero entonces los padres y las madres...

-Ojú.

-Digo, se metían conmigo cuando quitaba a uno, ponía al otro o quitaba a los buenos cuando el partido estaba igualado. Me cansé de todo eso porque a mí siempre me gustaba que jugasen todos por igual. Acabé cansado.

-Usted es bético y este miércoles viene su equipo a jugar contra el Cádiz. ¿Va a verlo de vez en cuando si puede?

-Te voy a decir una cosa, yo desde que entró Lopera no voy. Ese es un... No confío en los dirigentes. Ni en los de ahora ni en los de antes. Lopera era un...

-Bueno, bueno. Eso lo vamos a dejar ahí.

-Ponlo, hombre. Que es un..

-Bastante problemas tiene ya, Javier. Vamos a dejarlo ahí. Hágame caso.

-Vale, vale. Pero mi Betis es mi Betis a pesar de sus dirigentes.

-Deja de entrenar a los chavales y qué hace con la vida.

-La vida me comenzó a tratar mal.

-¿Qué hizo?

-Nada. Pero no viví mal hasta que se me agotó el dinero y me quedé sin nada.

-¿Qué le pasó?

-Mi mujer murió al poco de retirarme. Yo tuve un chalet en Chiclana y un apartamento en Los Gallos y se lo di a mis niñas, que los vendieron en un mes y sin darme nada. Y yo tirado en la calle. Les puse en las escrituras para error mío porque pensé que sería para ellas pero que no me iba a dejar de lado y fíjate luego. Mi abogado me decía: 'López, ¿para que le distes las escrituras?'. No las quiero ni ver.

-Vayamos a su pasado. ¿Dónde guarda recuerdos más felices?

-Los mejores años que yo he vivido fueron en Triana, en una casa regentada por 'las viejas' del Betis, que me querían una barbaridad.

-¿Cuánto tiempo lleva en Cádiz viviendo?

-No me acuerdo, pero no solo he estado viviendo aquí en Cádiz. También he pasado por los Caballeros Hospitalarios; por un albergue en San Fernando donde dormí un tiempo, pero el ambiente no era bueno y no pienso volver. Allí muchas veces te roban. A nosotros, que no tenemos nada. Increíble y una pena. Aquí en Cádiz llevaré dos o tres años. Y la verdad es que me encuentro muy bien con la gente, que no se mete conmigo ni yo con ellos. Y los que pueden me ayudan con un dinerito, o me compran comida del supermercado, o me traen el pan. Además, aquí me gusta ver a los niños jugando al fútbol en el parque porque me recuerda a mis tiempos en Santander.

-¿Y por qué elige Cádiz siendo usted de Santander o haber vivido sus mejores años en Sevilla?

-Porque es el modo de vida que me he buscado. El clima también ayuda a no pensarlo. También viví en Jerez, en la calle Santiago.

-Ya ha dicho que le gustaba la fiesta. ¿Recuerda algunas noches?

-Sí, muchas. O algunas. No es que me guste la fiesta, es que me encanta. Y sobre todo, la fiesta flamenca. Yo estuve en la Venta Vargas con José, 'Camarón de la Isla'. O en Los Tarantos con Lola Flores o la Paquera. He estado con muy buenos cantaores como Rancapino y Gregorio. Y te voy a decir una cosa: soy un buen bailaor gracias a mi madre, que me enseñó de chico.

-¿Cómo es un día para usted?

-Lo empiezo aquí (bar Yumbo, frente a la Noria y próximo al supermercado Día de los juzgados de los Balbo). Me tomo mi cervecita y ya luego me pongo a pedir en el Día. Allí, sentado en el poyete, se está bien y te da el sol. Me doy mis vueltas por aquí hasta que llega la noche y me voy a dormir en frente del colegio Salesianos, que para eso le he pedido permiso a Marco, el director, que me dice: 'Lope, ahí te puedes quedar que para nada molestas'.

-¿Qué es lo más duro de vivir en la calle?

-La noche. De día se vive bien, pasa el tiempo casi que sin darte cuenta pero la noche es muy larga. Mientras está el sol el día va pasando rapidito, pero cuando llega la noche empieza lo peor. Ahora que viene el frío es duro. Las lluvias...

-¿Dónde se asea?

-Allí donde estaba antes la policía local, pero ya no voy más desde que me lo robaron todo.

-¿Cómo se porta la gente con usted?

-La gente de Cádiz es muy buena. El señor Marco, de hecho, me dice que me está buscando una casita; a ver si hay suerte.

-Además de por el olvido de sus hijas, ¿por qué acabó en la calle?

-Desde que me quedé viudo, me eché abajo. La culpa es mía, pero bueno no del todo.

-¿Nunca tuvo opciones de trabajar en algo?

-He trabajado como camarero, pero mi profesión fue siempre el fútbol, que lo llevo en la sangre. El pasado mes de julio jugué un partido amistoso para recaudar para los chiquillos del cáncer, pues me llevé una patada de un chaval que no veas (risas).

Ahí dejamos a El López, con su imaginación por bandera, esa que le hace ser feliz y la que le ha servido para ganarse el respeto de sus vecinos, que lo ven como a un héroe, si no del balón, de vivir a toda costa. 

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