No sin mis amigas

En ‘Valeria’, lo cuqui se proyecta en el orgasmo, estremecimiento necesario; vibrante pero divertido, sudoroso pero tierno

Hughes

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Se puede ver en Netflix la segunda temporada de ‘Valeria’, adaptación de las muy leídas novelas de Elisabet Benavent.

No puedo juzgarlas, perdóneme el lector, pero la serie parece una mezcla entre ‘Sexo en Nueva York’ y ‘Esther y su mundo’, aquellas historias románticas de las niñas de nuestra infancia.

Valeria, la protagonista , es escritora, algo que no deja de repetir. Escritora de esas que escriben con los pies en el sofá y sobre un cojín, como si el Mac fuera el gato. La literatura es su vida, pero también las amigas y el amor.

La familia es discontinua y exigente, pero las amigas no. Las amigas son un equipo de terapeutas que funciona las 24 horas en grupo de WhatsApp o de forma presencial, quedando para cañas en terrazas, azoteas y lugares siempre cuquis de Madrid. La continuación de lo cuqui, lo ‘mono’ de las cosas, está en los pisos, céntricos y espaciosos, según la habitual inverosimilitud inmobiliaria. Lo cuqui se proyecta también en el orgasmo, estremecimiento necesario; vibrante pero divertido, sudoroso pero tierno. Cae uno por episodio .

Las amigas son el comité de emergencia si las relaciones se tuercen; las relaciones se tuercen por el sexo, cuando él no la toca. El hombre es un ser poco comprensible, aún menos fiable, pero portador de la llama erótica del romance.

El galán (Maxi Iglesias) encarna una virilidad empotradora y aterciopelada, como una bola de billar recorriendo el tapete con trayectoria firme, directa a la tronera como un susurro de felpa. Él (en mayúsculas: ÉL) toma forma de arquitecto, y las frases se le quedan siempre cortas, como si costasen dinero. Su voz es radiofónica y con su mirada penetrante y lapislázuli sientes que te está desnudando. ¿Será Él? ¿Será por fin Él?

La trama lo acerca y lo aleja, aunque el final anticipa competencia. Valeria busca el amor y no descansará , y mientras llega, ¡otra novela!

La serie la puede disfrutar un hombre si tiene el corazón un poco abizcochado; si está durillo de oído, le costará más porque el sonido es regular y a veces no sabemos en qué idioma están hablando. Afortunadamente, hay subtítulos.

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