First Dates

Los inquietantes comentarios de una comensal de First Dates

María José es peluquera y ha terminado por tener cierta obsesión con el pelo de sus enemigos

CUATRO

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First dates

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First Dates se acerca ya a los seiscientos y no da visos de ir a agotarse pronto. Solteros de toda España pican todos los días a la puerta del restaurante que capitanea Carlos Sobera en busca del amor de su vida. Las parejas que se sientan a cenar en el plató de Cuatro son de lo más variado y siempre las hay para todos los gustos .

Los dos primeros hombres de la noche llegaron al restaurante dando pena y lamentándose de lo «duro y avinagrado» que había sido con ellos el amor . El primero fue Daniel, un empresario gaditano de 41 años harto de t anto desengaño al que ya solo le quedaba depositar confianza en encontrar el amor frente a las cámaras de First Dates . El segundo atormentado de la noche fue Ferrán, un barcelonés de 29 años también despechado en múltiples ocasiones .

El barcelonés se gana la vida sirviendo cafés, pero su verdadera pasión es la magia, «ver a los niños ilusionados y todo eso» . Algo más que magia iba a necesitar para ganarse a Nuria, una estudiante de enfemería nueve años menor que ella. Pronto quedó claro que no solamente les separaba la edad, sino que sus personalidades y formas de enfrentar la vida era totalmente opuesta. Mientras que Ferrán era un hombre abatido, dramático y pesimista, Nuria podría perfectamente ser la autora de un libro de autoayuda, siempre usando en sus frases las palabras optimismo, positividad o resiliencia. «¿Cuál crees que es el sentido de la vida?» , le preguntó la joven estudiante al mago, a quien se le atragantó una pregunta de esa trascendencia cuando acababa de empezar con el postre. A Nuria no le satisfizo la respuesta de Ferrán al gran interrogante, y acabaron decidiendo no tener una segunda cita.

La mediana edad fue la clara protagonista en la gala de First Dates este Jueves Santo. Hacia la mitad del programa llegaron María José y Raúl , dos treintañeros que buscaban superar sus malas experiencias amorosas. Ella llegó especialmente vigilante, pues su desconfianza hacia los hombres le pasaba factura. Raúl, en cambio, llegaba con una hija pequeña, algo que condicionaba todas sus intentonas amorosas, ya que su futura pareja debería estar dispuesta a cuidar de la pequeña .

La cena fue agradable y pronto quedó patente que María José y Raúl eran dos personas de lo más compatibles . La conversación fluyó sin problemas y ya hacia la mitad estaba más o menos claro que iba a darse una segunda oportunidad . En el transcurso de la cena María José se atrevió a compartir con su pareja algunas de sus manías más ocultas, algunas de ellas un tanto inquietantes. Y es que la chica, peluquera como era, dijo que, cuando una persona le cae mal, se imagina quemándole el pelo y ese es el motivo por el que siempre lleva consigo un mechero. «Pero tú me has caído bien», corrió a tranquilizarle antes de irse con Raúl rumbo a su segunda cita.

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