Diego Carcedo, el antihéroe que sobrevivió al miedo

El veterano periodista y reportero acaba de publicar el libro «Sobrevivir al miedo»

El periodista posa para ABC Jaime Carcedo

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¿Cómo va a conocer ese Carcedo el futuro político de Grecia antes que Reuters o la agencia Efe? Nada, nada, esperamos a la rueda de prensa». La desconfianza de uno de esos jefes de redacción que no ven más allá de sus narices privó a un joven periodista de avanzar en exclusiva mundial que la dictadura de los coroneles quedaba instaurada en Atenas y condenaba al rey Constantino II a permanecer en el exilio por tiempo indeterminado. El reportero había conseguido con antelación el comunicado que dos horas después leerían en conferencia de prensa los gerifaltes del régimen. Lo transmitió a su agencia, Pyresa... y su superior la guardó en un cajón durante esas dos horas, hasta que hubo confirmación oficial.

Pese a los años transcurridos, más de cuarenta, a Diego Carcedo (Cangas de Onís, 1940) aún le mortifica este episodio, que tiene como una de sus grandes frustraciones profesionales. Quizá por ello ha preferido mantenerlo al margen del puñado de historias que integran su nuevo libro, «Sobrevivir al miedo» , en el que el autor, con medio siglo de reporterismo a sus espaldas, se describe, sin atisbo de afectación pero tampoco con falsa modestia, como un «tímido» –casi un antihéroe– que ha podido contar sobre el terreno algunos de los acontecimientos más importantes, y dramáticos, del siglo XX.

El origen del libro parte del reportaje publicado por su autor en ABC hace casi un año, cuando se cumplieron cincuenta años de la evacuación de Saigón, que en la práctica supuso el final de la Guerra de Vietnam. «Allí fui encañonado por un tipo mal encarado que me pidió 400 dólares . Solo la advertencia de uno de los cámaras de TVE que me acompañaba –"Diego, no hagas locuras, dale los dólares"– evitó que le estampara en la cabeza un jarrón que había en la recepción del hotel».

No fue sin embargo la ocasión en la que temió de verdad por su vida. Esa ocurrió en Centroamérica. «La necesidad de llegar a Tegucigalpa para cubrir la Guerra del Fútbol me obligó a cruzar a pie la frontera entre Nicaragua y Honduras. Fue una huida tan surreal como la escaramuza bélica entre ese país y El Salvador: cruzando el paso por la jungla mientras portaba un pesado abrigo que compré en Suecia –acababa de llegar de Santiago de Chile– y un guardia panzudo me daba el alto pistola en mano. Al final, no se atrevió a disparar».

El miedo es el vector de un título en el que Carcedo ha buscado variedad geográfica, temporal y temática. «Pero no hablo solo de un miedo asimilable al peligro, que también existe, sino de ese temor al ridículo, a no estar a la altura, a la propia conciencia de haber hecho algo mal».

La peripecia profesional desde que comenzó a ejercer como periodista en «La Nueva España» le permitió conocer a personajes tan dispares como Indira Gandhi o el dictador ugandés Idi Amin, «un personaje excéntrico que presumía de amistad con el ‘‘rey Franco’’ y creía estar capacitado para resolver el conflicto con Marruecos por su excelente relación con Hassan II. Durante la entrevista me dijo que le facilitara un mapa del Sahara, que él lo arreglaba. También me confesó que "hizo desaparecer" a su ministra de Asuntos Exteriores porque mantuvo relaciones sexuales con un blanco en París».

Poco amigo de la mitificación, no cree en esa suerte de hermandad que alguno bautizó como «La Tribu» , aunque guarda un excelente recuerdo de compañeros como Manu Leguineche y otro, algo más chocante, de Ryszard Kapuscinski, «a quien traté en África y del que se decía que era un agente comunista».

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