El auge del documental criminal, ¿por qué nos fascinan las historias más truculentas?

HBO España recupera «Muerte en León» e Isaki Lacuesta produce un nuevo documental

Isaki Lacuesta prepara "Bajo escucha: El Acusado"
Helena Cortés

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Desde el clásico «The Staircase» a los polémicos «The jinx» , «How to make a murderer» y «Wild wild country», hasta obras españolas como «El caso Asunta» (Antena 3), «El crimen de Alcàsser» (Netflix y Bambú), «Yo fui un asesino» (DMax) y un documental sobre el crimen de los marqueses de Urquijo (Melchor Miralles y Antena 3). El género del documental negro, criminal («true crime») vive, paradójicamente, una época dorada, al menos en cuanto al número de producciones. Solo la semana pasada se anunciaron dos nuevos proyectos: «Bajo Escucha: El acusado», sobre el doble crimen de Almonte de 2013 que preparan Bambú e Isaki Lacuesta para Movistar+, y la secuela de «Muerte en León» , que ofrecerá HBO España.

«Siempre se han producido documentales criminales (“The Thin Blue Line” es un imprescindible), pero la llegada de las plataformas ha provocado una explosión debido a la mezcla entre el género clásico y elementos narrativos y estructurales extraídos de la ficción televisiva seriada», explicaba Ramón Campos (Bambú Producciones) a este diario. «El trabajo es igual que en una película, muy laborioso y meticuloso y hay que estar muy seguros de lo que queremos contar, nuestro objetivo», contó Javier Boo, director de producción propia del canal Crimen+Investigación durante un coloquio de la última edición de Getafe Negro.

«Ahora tenemos muchísimos recursos. Imágenes reales, narradas, ficcionadas. Yo tenía miedo a estas últimas, porque si no se hacen bien quedan postizas. Es lo más complicado, pero creo que en “El Proxeneta ” están conseguidas», aseveró en la misma cita Mabel Lozano, directora del documental que ofrecerá Dkiss. Tanto Boo como Campos subrayan también la importancia del sonido. «Lo es todo. Te traslada inmediatamente al lugar y momento de los hechos y permite entender lo sucedido de una manera difícil de falsear», señala el último.

Una de las dudas más recurrentes a la que se enfrentan estos profesionales es cómo huir del fantasma del sensacionalismo en temas que habitualmente son muy morbosos. «Lo importante es ponerse en la situación de las familias que lo hayan sufrido y entender sus dificultades para contar su historia. También es importante entender bien el caso, no quedarse en la superficie. Hay mucho de experiencia, de hacerlo muchas veces», confiesa Boo, que insiste en que siempre tratan de rodearse de equipos especializados en el documental criminal. Ramón Campos reconoce que a la hora de investigar siempre le guía una máxima: «No hacer nada por lo que mis hijas puedan sentirse avergonzadas cuando vean mi trabajo el día de mañana. Así es difícil equivocarse».

Pero además de las limitaciones éticas hay otra línea roja especialmente delicada en este género: la legalidad. «Trabajamos con material muy sensible, ya que se puede hacer daño tanto legal como emocionalmente a mucha gente. Por eso hay que vigilar el lenguaje, las afirmaciones gratuitas, la música, el montaje (una concatenación de imágenes puede dar una idea errónea). Nunca hay que olvidar que los documentales pueden tener consecuencias legales tanto para los que los hacen como para los que los protagonizan», señala Campos.

«En el canal hay libros de estilo que nos ayudan en este sentido. Hay que trabajarlo todo muy bien porque cada persona y cada situación es única», puntualiza Boo. Perseguir la verdad es una tarea tan ardua como gratificante.

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