Eurovisión 2023

Eurobajón

La decepcionante decimoséptima posición y el voto del público evidencian que a la vieja Europa no le interesa la fusión de electrónica y flamenco

Ceros y hundida en el televoto: así fueron los votos para España en Eurovisión

Blanca Paloma tras el fracaso en Eurovisión ABC

Nacho Serrano

Benidorm Fest nos había hecho hacernos ilusiones a los tontos que nos lo creímos. Por un momento pensamos, ay de nosotros, que la tímida revolución -oye, parecía que ya era algo- del concurso para elegir a la candidata española tendría algún tipo de reflejo en Eurovisión . ¿Por qué demonios iba a tenerlo? En este asunto España no es un país influyente, para nada.

Quienes piensen que esta primera reflexión nace del fracaso de Blanca Paloma, están equivocadísimos. Madre de dios, qué aburrimiento todas y cada una de las propuestas de este año. Quizá el de Serbia se podría mentar como artista insurgente en el maremagnum de mediocridad servil con el canon más casposo que la velada de Liverpool brindó a los espectadores del concurso, y eso siendo muy benevolentes.

También nos flipamos mucho cuando nos creímos lo de Blanca Paloma, es verdad. Pensábamos que la estela del cometa Rosalía podía guiarnos hacia el primer puesto. Que unos toquecinos de electrónica sobre melodía folclórica conquistarían a la vieja Europa. Pero ni esa melodía era tan brillante -qué rápido se ha desgastado de tanto oírla, ¿verdad?-, ni los europeos son tan fans de la motomami. Sus cifras de Spotify no abultan tanto entre nuestros colegas de Unión como en las Américas, la anglo y la latina, y eso ha tenido un espejo más cruel que el que tenía la mala de Blancanieves cuando nos hemos visto en esas de ganar Eurovisión.

Resulta preocupante lo acertado que ha estado este año la predicción de la plataforma de streaming. Spotify daba como ganadora cantadísima a la sueca Loreen , confirmando el runrún mediátiico que la presentaba como aspirante a vencedora por aclamación. Y no hubo el menor margen para la expectativa de sorpresa.

Dio penita ver las primeras puntuaciones que las diferentes delegaciones iban adjudicando a Blanca Paloma. Se vio prontísimo que este año nos la íbamos a pegar. Casi dio vergüencita cuando Portugal cumplió con la payasada de ser solidario con el vecino. Y resultó patético cuando la votación del público adjudicó unos miserables cinco puntos a la cantante alicantina. Uf.

Pero oye Blanca, no tienes por qué sentirte mal. Se ha visto que tu canción no era tan chula como parecía al principio cuando ha tenido que sostenerse como hit durante unos pocos meses, pero tus rivales no te han dado ninguna paliza más allá de los puntitos.

El nivel no sube

Pareciera que Eurovisión ha vuelto a alejarse de la realidad, pero tampoco es que se hubiera acercado de verdad en ningún momento, más allá de la euforia local que provocó en España el año pasado con la participación convincente, que no rompedora de Chanel. Lo visto anoche volvió a ser un retahíla de clichés, de épicas trasnochadas y tristísimos ejemplos de innovación pop. Cuando Loreen repitió su actuación después de alzarse ganadora, resultó llamativo que ella, sin cantar excesivamente bien ni tener una canción memorable, hubiese sido eso, la ganadora. Y por debajo de ella, poco que destacar.

El finlandés Käärijä pareció ir a reírse del personal con el 'Cha cha cha', un tema de electrónica de perfil siniestrillo que, cuando llegó al estribillo, mostró sus verdaderas intenciones. Una tontada casi al estilo del Chikilicuatre, también en lo referente a la puesta en escena.

La invitada asiática, la israelí Noa Kirel interpretó 'Unicorn' sin fisuras. Pero la canción es tan tremendamente inofensiva y carente de picos que aún cuesta creer que consiguiera lo mismo que Chanel sin apenas sudar sobre el escenario. El italiano Marco Mengoni, a quien los augurios de Spotify asignaban un segundo puesto -lo cual venía a ser casi un primero, ya que lo de Loreen parecía tan inamovible como lo de los ucranianos Kalush Orchestra el año pasado en Turín-, se debió llevar un buen chasco cuando vio que no pasaba del cuarto. Pero esa balada titulada 'Due vite' tampoco es que merezca mucha gloria: es el colmo del aburrimiento. Incluso causa vergüenza ajena ver que hay quien sigue empeñado en esa fórmula sosa y sobada para ganar el festival.

Alessandra, la candidata noruega, al menos se dignó a arriesgar un poquitín con la puesta en escena. Pero el crescendo de 'Queen of kings' lo hemos escuchado ya doscientas veces, y tampoco es que llevase a un clímax de los que erizan al menos un par de pelillos.

Los ucranianos TVORCHI sabían que lo de repetir gesta iba a estar complicado, especialmente después de que el año pasado se regalara el primer puesto del festival al país que resiste la invasión, como un acto más solidario que artístico. 'Heart of steel', sin embargo, tuvo una puesta en escena de lo más ambiciosa, como si realmente creyesen en la posibilidad del éxito. La mala calidad vocal echó por tierra ese sueño.

Y nosotros, al final, decimoséptimos. Otra vez luchando por la permanencia.

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