Carlos Montero («El desorden que dejas»): «Quiero llegar a más público incluso que "Élite"»

Inma Cuesta y Bárbara Lennie protagonizan la nueva serie del creador, que Netflix estrena el próximo viernes

Carlos Montero, con Inma Cuesta y Bárbara Lennie. Abajo, Arón Piper Jaime Olmedo / Netflix
Federico Marín Bellón

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En 2016, Carlos Montero ganó el premio Primavera con «El desorden que dejas». En 2018 le estalló entre las manos el éxito internacional de «Élite» . El próximo viernes, día 11, estrena de nuevo en Netflix la adaptación de su novela, un thriller ambientado en Galicia que no se separa del ámbito académico que tanto ha frecuentado el también creador de «Física o Química» , aunque con un tono más adulto.

Cabe pensar en un nuevo pelotazo o en que le «han permitido» un capricho: «Yo siempre espero el mayor éxito y el mayor fracaso. Con “Élite”, la gente lo tenía muy claro después de los primeros capítulos, pero yo no. Lo deseaba y soñaba a lo grande, pero no sabía. Aquí estoy igual. No tengo ni idea, pero no es nada de autor ni un regalo que me hace Netflix . No es un juguete para el niño. Quiero que llegue a más público incluso que “Élite”. La leche va a ser importante también».

Arón Piper, no solo una estrella en Instagram

Entre sus méritos, destaca la faceta de descubridor –trampolín, como mínimo– de jóvenes talentos. En «El desorden...», al lado de Bárbara Lennie, Inma Cuesta, Roberto Enríquez, Tamar Novas y otros actores más veteranos destaca un grupo de chavales en el que Arón Piper es la cabeza visible. También viene de «Élite» y tiene 12,8 millones de seguidores en Instagram, más que los votos conjuntos de PSOE y PP en las últimas elecciones.

A los 23 años, el músico y actor demuestra una seguridad en sí mismo impresionante: «Esta fama tan masiva me ha puesto los pies en la tierra, no sé si por darme seguridad laboral y el reconocimiento de los demás. Me dejo fluir». «Lo veo desde fuera», apunta Montero, «y creo que Arón tiene una relación sana con la fama». «Conozco a otros actores de su generación que están peleados con la fama. Lo entiendo, porque es una ola que te puede arrastrar , pero también tiene cosas positivas. Te sitúa en un sitio guay en una profesión tan insegura. A él no le viene solo por salir en la tele, sino por un curro bien hecho».

Al guionista y productor, aquí también director ocasional, la fama le llegó «pasito a pasito» y la disfruta de otro modo. «Envidio su juventud y su belleza, pero lo llevo con resignación».

Piper no se arruga frente a sus compañeros, pese a que, según Carlos Montero, Bárbara Lennie «puede intimidar muchísimo» . «Es una detectora de malos actores. Se vienen abajo con ella. ¡Es tan impresionante!».

«Aunque parezca mentira, llevo doce años trabajando y también tengo mi recorrido. Es verdad que llamaba a mi madre y le decía: ¡Estoy con Bárbara o con Inma, qué pedazo de actrices! Pero en esta profesión puede gustar más una persona que no ha hecho nada y trabaja con Al Pacino . No hay que dejarse intimidar por nadie». «Es un chulo; es que es genial» , confirma Montero.

Intimidar o no intimidar

Por alusiones, Lennie se muestra sorprendida: «Puede ser, pero no sé si por mí o por la proyección que otros hacen. Si es así, es en el primer encuentro. Después me voy a tomar cervezas con todo el mundo. Espero no intimidar. No me parece tan interesante. Es como el misterio. Me da una pereza atómica ir de misteriosa . A Roberto no le intimidaba una mierda».

Roberto Enríquez recoge el testigo –«A mí, sí. Más que intimidarme, me impresiona»– y reflexiona sobre el valor de la experiencia: «Es evidente que te da un grado, pero si recuerdas esa película maravillosa de Cassasvetes , “The opening night”, Gena Rowlands tiene un conflicto que es muy de actores maduros. Sientes que hay algo de cuando eras joven, cuando creías que todo es posible. A medida que creces, puedes estar en contradicción entre lo que has perdido y todo lo que da la experiencia».

Tamar Novas habla de otro tipo de intimidación y de la intimidad que logró con Inma Cuesta : «En los ensayos, incluso en las secuencias de sexo, que siempre dan pudor y ponen a todo el mundo nervioso, nos mirábamos y decíamos: podemos ir más allá. Había una gran complicidad que no es tan fácil».

«Hacemos muy buena pareja», confirma ella, atemorizada a su vez por los alumnos a los que da clase su personaje. «Si en el escenario me recibieran tan mal, no no sé qué haría. Es peor ser profesora, mucho más duro».

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