Max von Sydow más allá de «El séptimo sello», «La historia más grande jamás contada» o «El exorcista»

Repasamos algunos de los títulos más desconocidos de su deslumbrante filmografía

Max von Sydow en Pelle, el conquistador (1987)

David Felipe Arranz

Más allá de las archiconocidas El séptimo sello, La historia más grande jamás contada o El exorcista, el sueco Max von Sydow , que acaba de dejarnos a los noventa años, brilló en filmes que el paso del tiempo ha relegado injustamente a un segundo plano. Dotado de una prodigiosa voz grave y un cuerpo alto y esbelto, el actor nórdico –como el ciprés de Silos– apuntaba a la trascendencia. Como les ocurre a los grandes, en las últimas tres décadas su nombre aparecía en el reparto de las superproducciones internacionales como coda final: « and Max von Sydow », que llegó a convertirse en un mantra.

Antes de eso, fue el actor europeo del momento en la década de los años sesenta. Fue el protagonista principal de seis de las once películas que rodó a las órdenes de Ingmar Bergman , entre 1957 y 1971. Y de tanto mirar al cielo en blanco y negro, a Von Sydow le nació un complejo de místico; después, en 1965, se fue a conquistar Hollywood con la United Artists para llevar un poco de hondura neotestamentaria –pasada por la narrativa de Fulton Oursler– al oro de la taquilla, empezando por el Jesucristo de George Stevens . Dejó en el celuloide un documento vivo, espiritual y palpitante de los mejores guiones europeos y estadounidenses de las décadas de los años sesenta, setenta y ochenta A aquella raza de actores no les obsesionaba la taquilla: les bastaba con la profundidad del arte. Recomendamos aquí algunos de sus títulos imprescindibles y menos comerciales, no aptos para «palomiteros».

El rostro (1958) , de Ingmar Bergam, filme imprescindible sobre una compañía de taumaturgos ambulantes que recorre la Suecia del siglo XIX practicando el mesmerismo al mando del inquietante doctor Vogler.

El precio de una cabeza (1965) , de Serge Bourguignon, a partir de una novela de Michael Barrett, filme seco, desolado, fronterizo y cosmopolita sobre un grupo de pícaros y cazarrecompensas con un espléndido reparto que completaron con Yvette Mimieux, Gilbert Roland y Emilio Fernández.

Palmeras negras (1968) , de Lars-Magnus Lindgren, adaptación de la novela de Peder Sjögren y con la siempre bellísima Bibi Andresson. La trama gira en torno a un grupo de marineros suecos que sobrevive en Rio de Janeiro.

Los emigrantes (1971) y La nueva tierra (1972) , de Jan Troell, díptico apabullante e imprescindible con Liv Ullmann, basado en la novela de Vilhelm Moberg, sobre los movimientos migratorios, en este caso de una comunidad sueca que ante una hambruna que amenaza con exterminarlos se lanza a través del Atlántico y llega a los Estados Unidos, donde habrá de vérselas incluso contra los indios.

El lobo estepario (1974) , de Fred Haines, traslación suiza a la gran pantalla de la novela homónima de Hermann Hesse, hecha a la medida de Max von Sydow y en la que el actor ofrece un recital interpretativo al que le da réplica la siempre inspiradora Dominique Sanda.

Pelle, el conquistador (1987) , de Bille August, basada en la novela de Martin Andersen Naxo: una extraordinaria aventura de inmigrantes suecos en la isla danesa de Bornholm ambientada en el siglo XIX y que se llevó el Oscar a la Mejor película de habla no inglesa de 1988.

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