Rodrigo Sorogoyen en su casa, durante la entrevista con ABC
Rodrigo Sorogoyen en su casa, durante la entrevista con ABC - Ignacio Gil

Premios GoyaRodrigo Sorogoyen: «Mi película se centra más en la psicología de los personajes. Eso la hace diferente»

«Que Dios nos perdone» opta a seis premios Goya, entre ellos mejor película, mejor director y mejor guión gracias a un thriller policíaco con un millón de aristas

MADRID Actualizado: Guardar
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El nombre de Rodrigo Sorogoyen (Madrid, 1981) sonará por duplicado esta noche en la gala de los Premios Goya. Nominado a mejor director y mejor guión original por «Que Dios nos perdone», espera escuchar su apellido una tercera vez. Será sinónimo de haber logrado su primer Goya. «Por ahora la Academia me ha tratado bien. Puede ganar quien sea, pero nuestra película ya ha estado nominada». Y tanto que lo está. Por su cinta optan, además de él, Roberto Álamo (candidato a mejor actor), Javier Pereira (actor de reparto) y compite en la categoría de mejor montaje.

–En «Que Dios nos perdone» mantuvo el núcleo de su anterior película, «Stockholm», y le ha ido bien: llega a los Goya con seis nominaciones.

-Mantuve la parte que pude: director de fotografía, montador, música más o menos y al director de la segunda unidad. Y alguno más que se me olvida

–¿Contento entonces con las nominaciones de muchos de ellos?

-Sí, aunque el director de fotografía no está nominado, todavía no tiene tantos amigos en la Academia como para estarlo, aunque debería (risas).

–Raúl Arévalo, al que dirigió en «Ocho citas» le ha mencionado en los agradecimientos de todo lo que ha ganado con «Tarde para la ira». ¿Cómo lo vive?

-Es algo muy bonito que le agradezco personalmente.

–Compiten ambos en la categoría de mejor película, ¿podrá ganarle?

A él le gustó mi película y a mí la suya. Hemos compartido mucho estos días, muchas charlas... Me encantaría que los dos saliésemos ganadores de los Goya, la verdad. Estoy encantado con lo que le está ocurriendo. Me pongo en su piel y hacer una primera película y que te pase todo lo que le está pasando es muy bueno.

–¿Se siente bien tratado por la Academia?

-Por ahora sí (risas). Una cosa son las nominaciones y luego que pase lo que tenga que pasar. Pero sí, me han tratado bien. Luego puede ganar quien sea, pero ya estamos nominados.

–¿Le hizo más ilusión esta nominación o la de «Stockholm»?

-Me hizo más ilusión la primera, la verdad. Me ha hecho ahora mucha ilusión la de montaje porque no me la esperaba, y la de guión. Las que no tuve antes (risas). Y también la de Javier Pereira (nominado a actor de reparto).

–Un jueves por la mañana (momento en el que se hace la entrevista), ¿usted se siente más guionista o director?

Puede que hasta un poco de productor (risas). No lo sé, a veces me lo pregunto, o me lo preguntan, y es difícil contestar. Y me encanta: me divierto muchísimo con las dos facetas. Hay algo en la dirección de que abarco más y controlo más la película. Hay algo de sentirme intruso en los dos sitios. El otro día lo hablaba con una amiga. Creo que soy mejor guionista que director porque para ser un buen director hay que hacer un montón de películas, ser muy mayor y tal… Pero para ser guionista hay que ser un intelectual de cojones y yo no soy ningún intelectual (risas). Creo que me defiendo bien en la escritura de guiones, creo que tengo ya oficio para saber qué está mal y qué está bien, pero no me considero ni un gran guionista ni un gran director. Pero es muy contento con mi doble faceta. Entonces hoy, jueves, diez de la mañana… Pues mira, estoy haciendo las dos cosas.

–Cómo coexiste el Sorogoyen director con el Sorogoyen guionista, ¿podría dirigir un guión que no sea suyo?

Por poder, supongo que sí. Es cierto que cuesta, o me va a costar o me está costando recibir un guión que dirija yo… Tiene que ser un gran guión. No solo un gran guión, tiene que ser una historia que diga: voy a estar dos años con esto. Entonces a priori diría que no, obviamente no diría que nunca, porque puede llegar. Ahora mismo tengo tantas historias y tantas ideas en la cabeza...

–¿Y hacer un guión y venderlo?

Pues tampoco voy a decir que nunca, pero me fastidiaría bastante. Diría: 'pero por qué no lo estoy dirigiendo yo'.

-¿Qué hace especial a «Que Dios nos perdone»?

-Es muy distinta a «Julieta» y muy muy distinta a «Un monstruo viene a verme». Lo difícil sería entre «El Hombre de las mil caras» y «Tarde para la ira». «Que Dios nos perdone» tiene una diferencia clara: se centra mucho más en la psicología de los personajes. Esto la hace diferente

-¿Y especial?

-Pues igual por esto: es un thriller muy clásico a primera vista, pero luego gira a drama. No es una película de dos tipos que persiguen a uno, es una película de tres tipos ques están perdidísimos en el mundo. Eso no lo tienen las otras.

–¿Se considera un creador de personajes?

Me da un poco de pudor esa etiqueta de «creador de personajes», creo que cualquier guionista tiene que serlo, todos los creamos. Luego está que analizando guiones están los que ponen más foco, empeño, trabajo, interés.. Sí, creo que lo podemos llamar interés en personajes. Otros lo ponen en tramas, otros en giros, otros en situaciones… Sí, a Isabel [su coguionista] y a mí nos gustan muchos los personajes. Te puedo hablar difusamente de dos proyectos, el próximo que ya conté [«El Reino», con Antonio de la Torre] y luego otro en el que ya estamos trabajando. En los dos los personajes son importantísimos. Pero también hay giros y la trama está bien construida… Bueno, no me gusta esta etiqueta, la verdad.

–En sus personales siempre está esa dualidad del bien y el mal. ¿Cómo lo plantean usted e Isabel, su coguionista

Rodrigo Sorogoyen
Rodrigo Sorogoyen- Ignacio Gil

Es cierto que es algo que está en nosotros y que nos une a Isabel y a mí. No es algo que hayamos hablado nunca, pero sí que nos interesa. Somos dos personas tan [silencio de tres segundos] no vamos a decir «moralmente intachables», pero nos considero buena gente; dos 'pringaos' que no hemos vivido dramas ni tragedias, entonces yo creo que buscamos en la ficción esa línea de personajes fronterizos entre el bien y el mal. Nos fascinan esos personajes: los vemos en la calle, en la televisión.

–Nunca hay buenos ni malos...

El espectador está, con perdón, muy mal educado. No es culpa del espectador obviamente, es culpa de la ficción que se ha hecho, la que más nos llega, que suele ser una ficción muy polarizada, muy maniquea.

Claro, es así. Es de cajón. Sólo tienes que mirarte a ti mismo. Puedes considerar que has hecho algo muy bien, pero seguramente te has equivocado. Todos tenemos nuestros pecados capitales, todos pecamos, perdona por la expresión, de orgullo, de soberbia, de ira, entonces si lo magníficas y lo pones en una situación ficcionada, de mayor peso dramático, puede ocurrir de todo. Luego ves las noticias y dices, este pavo, que ha hecho esta barbaridad, seguramente fue un niño feliz que le ocurrió algo en un momento dado. Todas esas cosas nos interesan. Y luego a mí me interesa muchísimo provocar al espectador en ese sentido: no provocarle por provocar, pero exponiendo eso al espectador, porque el espectador está, con perdón, muy mal educado. No es culpa del espectador obviamente, es culpa de la ficción que se ha hecho, la que más nos llega, que suele ser una ficción muy polarizada, muy maniquea, entonces creo que nos gusta que el espectador se de contra eso.

–Esa escena de Antonio de la Torre

Bueno, lo que hace Antonio de la Torre en esa escena polémica de «Que Dios nos perdone»... De repente tu héroe es este, ha hecho esto, ahora veamos si le puedes seguir. Yo como guionista voy a intentar que le sigas.

–Hacer pensar, no provocar.

No es una provocación por provocar, eso es absurdo. Yo odio esas cosas, he visto películas que son provocadoras de por sí y las odio

Claro claro, no es una provocación por provocar, eso es absurdo. Yo odio esas cosas, he visto películas que son provocadoras de por sí y las odio. Sí que es una forma de hacer reflexionar, pero no porque nosotros queramos hacer reflexionar… No sé qué pretendemos (silencio reflexivo) bueno, que el espectador vea otros puntos de vista.

–Esa parte «oscura» está en «Stockholm» y en «Que Dios nos perdone».

Tanto en «Stockholm» y en «Que Dios nos perdone» tiene que ver con la historia. En «Stockholm» la gracia eran dos personas que no se conocían y tú solo veías lo que ellos decían de sí mismos. Nos gustaba la idea de dos tipos que se venden al espectador de una manera y luego hacen otra cosa. Y creo que nosotros también estamos todo el rato vendiéndonos, consciente o incoscientemente, y luego hacemos otras cosas. Queríamos poner al espectador en esa tesitura. Y en «Que Dios nos perdone» igual, por otros motivos dramáticos, pero era igual: vamos a poner a dos tipos que son los buenos persiguiendo al tío más malo del mundo, y de repente vamos a decir: igual estos tipos no son tan buenos ni este tipo es tan malo.

–Cuénteme la importancia del lenguaje en sus películas. Parece que el asesino podría ser el vecino.

Decidimos que hablaran así. Es una decisión que nos sale sola, y creo que es por los universos que contamos. O sea, no estamos hablando de «La muerte de Luis XIV», yo sería incapaz de escribir esa película.

–¿Va con doble sentido?

No no, vamos, digo que yo sería incapaz. Está genial que haya gente que sea capaz de hacer eso. Admiro muchísimo a Albert Serra. Pero nosotros sabemos escribir, o intentamos escribir, o creemos que lo que mejor se nos da, o lo que menos mal se nos da, sobre estos universos, sobre cómo hablamos nosotros. Luego hay matices y sutilezas que tiene cada personaje. Pero esto hace que todo sea más cercano, con sus cosas buenas y malas. En «Stockholm» yo creo que tuvo su virtud: mucha gente dijo 'joder, yo podía haber sido este o esta'. En «Que Dios nos perdone» tiene la misma virtud solo que en otro mundo, en un mundo de policías donde nunca has estado, pero de repente dices: 'coño, si yo voy al trabajo y también está este tío aquí'.

–¿Ese lenguaje propio está también en los otros directores de «su generación»?

Supongo que sí. Pero, ¿quiénes son esos directores?

–Me refiero a los directores nominados, exceptuando a J. A. Bayona y Pedro Almodóvar.

Sí hombre, está claro que los que somos jóvenes, aunque ya no tanto, estamos ocupando un espacio importante, y entonces los personajes de esas películas hablan como hablamos nosotros.

–¿Qué le ha ocurrido a Sorogoyen? El espectador que salía del cine en «Ocho citas» lo hacía riéndose. En «Stockhom» salía con un poso amargo y en «Que Dios nos perdone» sale casi en shock.

(Risas) No lo sé. (Risas) A mi nada, te lo puedo asegurar.

–¿Pero a qué se debe esa evolución?

En «Que Dios nos perdone», un mundo de policías donde nunca has estado, de repente dices: 'Coño, si yo voy al trabajo y también está este tío aquí'.

Te doy la respuesta fácil: tendríais que responder vosotros. Yo podría decirte cómo ha evolucionado Alberto Rodríguez, o por lo menos mi forma de verlo… No sé, las circunstancias me han permitido hacer tres películas muy distintas. Si miro atrás estoy muy contento de haber podido jugar en esas tres ligas, y he intentado adaptarme, con mi poca sabiduría o mi mucha sabiduría. En «Ocho citas» tenía 25 años e intenté hacer lo mejor que pude esa película, sencilla por un lado, difícil por otro. En «Stockholm» teníamos poco dinero en intentamos hacerlo lo mejor posible. Y «Que Dios nos perdone», que era una cosa gigantesca para mí, pues igual. No sé qué me ha ocurrido, sí que he aprendido mucho de las tres experiencias.

–Sin caer en la pregunta de «por qué se hace tanto thriller de calidad en España ahora». ¿La crisis ha influido para el tipo de película que se hace?

Seguramente las mejores películas de antes son mucho mejores que las mejores de ahora, pero en cuanto al conjunto... Cada vez se hacen mejor

Ha tenido que ver, por supuesto. Pero también porque cada vez se intenta, inteligentemente, hacer un cine más accesible al público, en el buen sentido. Nosotros somos cada vez más conscientes de que el cine lo necesitaba. A lo mejor antes no sería tanto porque no se necesitaba o porque no éramos conscientes, a todos los sectores les cuesta ser conscientes de ellos mismos. Y cada vez intentamos hacer un cine más accesible porque nos damos cuenta que somos una industria que tiene que sobrevivir de eso. Pero a la vez, cada vez se está generalizando películas mejor hechas. No significa que antes no se hicieran. Antes se hacían. Seguramente las mejores de antes son mucho mejores que las mejores de ahora, pero en cuanto al conjunto... Cada vez se hacen mejor. Lógico, ocurre en todos los sectores. Es una cuestión de muchos factores. Pero está claro que los tiempos que vivimos se reflejan en el cine, en la literatura y en todas las expresiones.

–¿Qué significa Madrid para usted?

Es otra pregunta que no sabría responderte. La obviedad es que vivo aquí, y cuento cosas de aquí por eso.

–¿Es un personaje más de sus películas?

Sí, pero porque ha dado la casualidad. En «Stockholm» es obvio que hay un personaje que es Madrid y los protagonistas atraviesan sus calles. Y en «Que Dios nos perdone» Madrid es una ciudad muy importante. En la siguiente peli no lo es tanto. Pero más allá de eso, es una ciudad que me fascina, positiva y negativamente.

–¿Y podría hacer una película de ciencia ficción, un «Interstellar», por ejemplo?

Tipo «Interestellar» ya te digo que no (risas). Me encantaría hacer una de ciencia ficción, pero sería tipo «Blade Runner», aunque tampoco sería capaz. Al menos sería una película de personajes. Pero vamos, ciencia ficción ambientada en un futuro próximo me encantaría.

–Esta película está producida por una cadena de televisión. Tu forma de trabajar es igual, pero cuando se acaba el rodaje, ¿cómo cambia tu vida trabajar con ellos?

Pues cambia muchísimo. Cuando acabé esta película me fui de vacaciones y en la otra no pude (risas). Con «Stockholm», como ya sabes lo que va a ocurrir, no es traumático: nos pusimos a mover la película con productoras, distribuidoras, enviarla a festivales… Llamando todo el día. Éramos tres socios haciendo el trabajo de una productora y de una distribuidora. Pero me encantó. Las dos experiencias las disfruté muchísimo. Una porque hay gente profesional que se encargó de esa fase final y otra porque vas con tu película terminada, enamorado de ella, con los nervios de si iba a funcionar… Pero gracias a Dios nos salió todo bien.

–¿En qué rodaje sufrió más?

En «Que Dios nos perdone». Mucho más, pero por la longitud. Cuando llevaba cuatro semanas rodando decía: 'Esto se tiene que acabar ya'... Y todavía quedaba la mitad del rodaje. «Stockholm» fueron 13 días. En «Stockholm» fue algo con muchos nervios pero entre amigos, todo muy controladito, hubo dos días un poco peores pero veías que funcionaba. Me gustaba ver a mis amigos haciendo el trabajo… La verdad que lo disfruté mucho. «Que Dios nos perdone» lo divido en dos: las primeras cuatro semanas fueron durísimas, porque no conoces tanto al equipo, los nervios… Y da la casualidad que rodamos lo más dificil esos días: exteriores, la persecución... Y las otras cuatro la verdad que empezó a ir todo como la seda, ya tenías todo el trabajo anterior hecho y decías 'esto está yendo muy bien'. Las piezas empezaron a acoplarse y las disfruté mucho.

-Las principales películas nominadas a mejor película son producidas por cadenas de televisión. ¿Le parece sintómatico que haya esa necesidad de apoyarse en una productora para hacer un proyecto?

Que haya esa necesidad es una pena, pero no porque ellos traten mal las películas, ellos lo único que quieren es hacer una película que funcionen, obviamente. Es una pena que sea necesario tenerla porque dejas a millones de películas, o a 120 al año, sin visibilidad. Y de esas 120 habrá 40 interesantísimas, y con un trabajazo, o a lo mejor que han hecho un trabajazo pero que sin ese dinero no consiguen dar un salto de calidad. Por eso es trístemente. El trabajo con ellos es igual que con cualquier otro productor.

–Cuente cómo es

Lo que pretenden Antena 3 y Telecinco es hacer la mejor película posible desde su punto de vista. Pero igual que yo intento hacer la mejor película posible desde mi punto de vista

Pues igual. Hay productores de una manera, productores de otra. Los hay mejores, los hay peores. Los hay que se fijan más en unas cosas, otros que les dan importancia a otras. Pero lo que pretenden Antena 3 y Telecinco es hacer la mejor película posible desde su punto de vista. Pero igual que yo intento hacer la mejor película posible desde mi punto de vista, pero que puede que no sea el mismo

–¿Su experiencia cómo fue?

Mi experiencia ha sido cojonuda. Lo único que hay que hacer es juntar tres intereses: los de Antena 3, los de Tornasol y los del director, en este caso yo. En esta película ha ido como la seda. Sugerencias obviamente hicieron de guión: en unas discutimos, en otras ellos tenían razón y yo les dije 'joder, habéis visto cosas que nosotros no habíamos visto'. Y en montaje lo mismo: sugerían cambios, en unos les hice caso, en otros no, en unos discutimos un poco más… Pero ahora seguimos siendo amigos.

–¿Y en el rodaje?

En rodaje no se metieron nada. Entonces lo único malo es que sea necesario. También es cierto: que no se les demonice porque, por culpa de una ley, son ellos los que tienen que producir. Y producen.

–Y les está funcionando...

Claro. Tienen todo para que les vaya bien. Y menos mal, porque si no…

–Los datos dicen que les va bien. En este tiempo, a parte de récord de recaudación, ¿se han hecho mejores películas?

El talento es muy importante, pero está claro que el cine es una industria muy cara y sin dinero es muy difícil hacer muy buenas películas, o más difícil

Por un lado sí, por otro hay otras películas que a Antena 3 y Telecinco no les interesan. Y eso hace que esas películas no lleguen al público y que a esos otros cineastas les cueste mucho más consolidar su carrera o establecerse en el sector. Esa es la pena, que se quedan muchos en el camino, pero se hacen mejores películas. El talento es muy importante, pero está claro que el cine es una industria muy cara y sin dinero es muy difícil hacer muy buenas películas, o más difícil. Hay películas pequeñas, qué te voy a decir yo, que están muy bien. «Stockholm», con más dinero, hubiera sido mejor película, eso está claro. Es una cuestión de tiempo: si hubiese podido repetir más tomas de la película por dinero, repetía.

–¿Cuál es su película española favorita del 2016?

-Cuál te digo… (piensa al menos diez segundos). Es una pregunta muy difícil. Voy a decir, si se deja matizar, «Kiki. El amor se hace». Hay películas pequeñas de este año que me gustaría resaltar. Trabajos muy serios como «La reconquista», «Las amigas de Ágata» o «El perdido».

–¿Por qué «Kiki»?

-Porque la disfruté y me sorprendió. Tiene un acabado muy bueno. Y además, como no se cansa de repetir Paco León, al ser comedia se la minusvalora… Está muy bien dirigida, es taquillera sin ser una chorrada de película y habla de cosas muy serias.

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