«El niño de fuego»

La música que devolvió la paz a Aleixo, «El niño de fuego»

Un accidente en el camión de su padre le quemó el 90 por ciento de su cuerpo. Tras años de lucha y medio centenar de operaciones, se recupera psicológicamente gracias a la música. Ahora protagoniza el documental «El niño de fuego»

Aleixo Paz cuenta su historia en «El niño de fuego», estrenado en Movistar Nanouk
Fernando Muñoz

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La primera vez que Aleixo aparece en el documental sobre su vida es un niño risueño y feliz que posa con su pelo claro y una sonrisa inabarcable. Es una fotografía del pasado, un momento que Aleixo ya no quiere ni recordar, un retrato en el que se mira pero no se ve. En la siguiente escena Aleixo está oculto bajo una gorra en la oscuridad de la noche mientras pasea a su perro por un parque de Hospitalet de Llobregat. Han pasado casi diez años y, de vuelta a casa, se le ve repasar unos versos de rap iluminado solo por la luz del ordenador y de su cigarro. Solo la música le ayuda a liberar una mente que vive y revive el accidente que el 8 de septiembre de 2009 le cambió la vida.

Aleixo Paz viajaba en la cabina del camión cisterna que su padre conducía cuando se estrellaron contra una furgoneta detenida en el arcén. De la bola de fuego que ardió durante horas –tantas que las cámaras de los informativos llegaron a tiempo para filmar– rescataron al pequeño, que se había quemado más del noventa por ciento de su cuerpo. Sobrevivió de milagro. Aunque, lamenta en el filme, jamás volvió a ser el Aleixo que subió al camión.

Aleixo y el Chaca, en un concierto

«En los veinte años que tengo solo recuerdo haber tenido dos sueños y muchas pesadillas», responde al otro lado del teléfono. «Esas las recuerdo como una locura entre flashes de las que me levanto con el corazón a mil. No, yo no sueño, como mucho despierto », explica con su hablar despacio pero seguro, como si lo hiciera al ritmo del diapasón de su estudio.

Querer vivir

«El niño de fuego» , recién estrenado en Movistar, lo dirige el debutante Ignacio Acconcia, que estuvo un año acompañando a Aleixo y a su madre al hospital hasta que por fin el joven accedió a dejarse ver desde el objetivo de una cámara. «No sé qué pensaba cuando le dije que sí», asegura el joven muy serio, aunque satisfecho por el resultado. « El director fue a la asociación de quemados y le hablaron de un niño con una historia llamativa y que era un personaje . Habló con mi madre y le pidió hacer un documental. En los años que ha estado conmigo [cerca de cuatro] hemos tenido muchas peleas porque había muchas cosas que no quería que grabara», dice hoy de un cineasta que ya es «amigo».

Pese a las dificultades de Aleixo, el documental busca y encuentra un poso feliz entre tanto dolor. Porque no se centra en las operaciones –casi medio centenar, «y las que quedan»–ni en las curas, ni en esa rabia con la que el joven se ha castigado a sí mismo y a su familia tanto tiempo.Porque cuando todo empezaba a aplastar al joven, apareció la música. «Ha sido mi refugio desde siempre –explica–, pero no me considero cantante. Sí me gusta escribir, siempre lo he hecho desde pequeño, eso se me daba bien, y llegó un día que escribir se me quedó pequeño porque necesitaba cantarlo», remata.

Para poder «cantarlo» –y en ese «lo» cabe toda la rabia acumulada– encontró a «Chaca», un popular rapero y boxeador que tiene miles de fans entre los jóvenes. El rapero apadrinó a Aleixo y le ayudó a cumplir el sueño de subir al escenario. «El “Chaca” me ha enseñado que muchas barreras me las pongo yo . Se ha convertido en mi hermano. Me ha llevado a conciertos, a veladas... Gracias a él estoy como estoy», reflexiona. Y del micrófono, a los puños. Porque el veterano rapero, además de cantar, boxea. «Antes me pegaba para hacerme daño... pegaba a la pared por rabia. Ahora la rabia se me va cantando, que es mejor, porque no me venía bien estar dos meses con una herida en mi mano», recuerda.

«Esos chavales que la lían por estar encerrados»

Aleixo ha vivido confinado bajo la piel salvada de un accidente que lo encerró en su cuerpo. «Tengo 20 años y no lo he asimilado. Nunca esperaba llegar a ver el final de mi propia película», reflexiona, y se cabrea cuando ve a «esos chavales» que «la lían por estar encerrados». «Vete a un hospital a preguntar a los niños de oncología cuánto llevan ahí sin salir», lamenta. «Yo me he acostumbrado a autoaislarme... me han operado mucho y me he tenido que encerrar. Me río de los que se quejan», dice sin disimular la rabia que todavía le aflora.

Porque, dice, aún se ve «como el mismo kamikaze de siempre». «Cada vez estoy más perdido, pero como tengo el foco, y puede leerme cualquier niño, tengo que controlar lo que digo, aunque no soy de dar consejos porque si no me puedo ayudar a mí mismo, cómo voy a ayudar a los demás», dice, sin ser consciente, por mucho que hable con una madurez impropia a sus veinte años, del mensaje que lanza «El niño de fuego». Ni de las lágrimas de alegría de su familia, las primeras de felicidad en mucho tiempo, que cierran el documental. Una emoción que estaba en los ojos de ese primer Aleixo, rubio y sonriente, que aún llena el salón de la casa familiar.

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