Muere Isao Takahata, el titán de las lágrimas

El aclamado realizador, creador de las series «Heidi» y «Marco» era conocido también por películas como «La tumba de las luciérnagas» o «El cuento de la princesa Kaguya»

Isao Takahata REUTERS

JUAN GÓMEZ-JURADO

¿Es posible odiar a alguien con todas tus fuerzas mientras al mismo tiempo profesas por él una absoluta, genuina, honesta admiración? Una dicotomía tal es posible en el mundo del deporte (pregúntenle a un aficionado razonable del Madrid qué opina de Messi o a uno del Barcelona qué piensa de Cristiano Ronaldo), pero cabe preguntarse si lo es en el mundo del arte, cuyas filias y fobias no son radicales. En la muerte de Isao Takahata (Ise, 29 de octubre de 1935-Tokio, 5 de abril de 2018) he recordado lo que sentí al ver su obra cumbre, « La tumba de las luciérnagas » (1988). Y era exactamente la respuesta a esa pregunta.

A Isao Takahata le llevó una vida entera llegar a dirigir una de las mejores películas de la historia del cine y quizás la obra maestra de la animación japonesa. Primero tuvo que aprender a cautivar nuestro corazón creando personajes animados infantiles absolutamente entrañables. Junto a su inseparable Hayao Miyazaki , Takahata comenzó su carrera en la Nippon Animation . Él era licenciado en literatura francesa, y sin embargo no tardó en guionizar y dirigir episodios de una serie novedosa, « Heidi, la niña de los Alpes » (1974), que contaba una historia de personajes levemente basados en la novela de Johanna Spyri . Todos los españoles mayores de 30 años somos capaces de cantar sin equivocarnos la introducción de la serie, desde ese inolvidable «Abuelito dime tú». Porque «Heidi» fue un éxito mundial asombroso, al igual que « Marco, de los Apeninos a los Andes », o « Ana de las Tejas Verdes ». Todos sabemos que Marco vivía en un puerto italiano al pie de las montañas, y lo sabemos porque Miyazaki y Takahata lograron crear personajes tan llenos de ternura, tan increíblemente cercanos, que no fallábamos ni una sola cita en frente del televisor cuando se proyectaban sus aventuras.

Empujados por el éxito, Takahata y Miyazaki fundaron el Studio Ghibli, el emblema de la animación japonesa durante treinta años. Centrado en las labores de producción, Takahata aprendería de Miyazaki la capacidad de crear historias realistas y sin concesiones, empapadas de verdad. Y cuando en 1988 ambos decidieron crear un programa doble, formado por dos películas como « Mi vecino Totoro » (1988), probablemente una de las películas más optimistas jamás filmadas, resultó que Miyazaki no daba abasto para dirigir « La Tumba de las Luciérnagas ». Y Takahata tomó el mando, y en su ópera prima logro aunar la capacidad de crear personajes vivos, humanos, absolutamente creíbles, tiernos, y reales, junto a la ausencia absoluta de concesiones propia de una historia ambientada en el Japón de finales de la Segunda Guerra Mundial.

No les desvelaré nada más, porque este artículo en el que celebramos y despedimos la vida de un creador magistral es una ocasión magnífica para que busquen y vean una película no muy conocida como «La Tumba de las Luciérnagas», y sientan lo que yo sentí al verla. La admiración más grande y el odio más exacerbado. Porque ver esa película es poner un espejo frente a la condición humana que le dejará tocado, el corazón encogido, el alma rasguñada y al mismo tiempo llena de una triste belleza. No la vea con niños. No la vea un día de lluvia. No la vea solo. No deje, sobre todo, de verla. Y de recordar, con una sonrisa y un insulto admirativo, al cineasta, guionista y productor que perdimos ayer, la mitad menos conocida de un Studio Ghibli que cambió la historia del cine para siempre.

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