Las mentiras históricas de «Braveheart»: el cine al servicio del relato independentista

En el mejor de los casos, la película se trata de una visión ingenua de un personaje con poca trascendencia histórica y cuya rebelión se evaporó en cuestión de un año

Mel Gibson en «Braveheart»
César Cervera

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Es complicado trazar un perfil histórico sobre William Wallace que no esté barnizado por la propaganda. Su historia, de hecho, se escribió dos siglos después de fallecer. En manos de Hollywood, se antojaba obvio que la película sobre su vida, «Braveheart» (Mel Gibson, 1995), abrazaría con complacencia el mito para describir al rebelde escocés en términos idealizados. Entre una infinidad de inexactitudes, la cinta oculta los orígenes nobles de Wallace para presentarlo como un humilde líder del pueblo escocés que lucha contra los malvados ingleses en respuesta a una injusticia sufrida en el seno de su familia. En el mejor de los casos, se trata de una visión ingenua de un personaje con poca trascendencia histórica y cuya rebelión se evaporó en cuestión de un año.

Como ocurrió con el surgimiento del nacionalismo en Cataluña , e incluso en el País Vasco, una serie de escritores escoceses, pocas veces historiadores, crearon en los siglos XVIII y XIX un pasado romántico para situarse como víctimas recurrentes de la opresión inglesa.

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Braveheart

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Según expone el libro «La invención de la tradición» de Eric Hobsbawm y Terence Ranger, el origen del proceso inventivo coincidió, como en Cataluña, con el auge en Europa del Romanticismo, que vanagloriaba la figura del noble salvaje que, al igual que los piratas, los guerreros celtas o los sitiados de Barcelona en 1714, lucha por defender sus ideas y su patria hasta la muerte. Un relato eminentemente literario empleado por el nacionalismo con fines políticos, que Mel Gibson asumió en «Braveheart», ganadora del Oscar a la Mejor película en 1995.

Un hidalgo escocés que iba para sacerdote

La cinta, como todas las obras de ficción sobre William Wallace , se basa en el poema épico «The Actes and Deidis of the Illustre and Vallyeant Campioun Schir William Wallace», escrito por Blind Harry alrededor de 1470, casi dos siglos después del nacimiento del líder escocés, y que posteriormente se popularizó con la adaptación del poeta William Hamilton en pleno proceso de recuperación de símbolos de una Escocia legendaria. No obstante, es complicado trazar una biografía verosímil sobre el personaje porque Blind Harry, cuyo poema sirvió de epicentro al relato histórico, afirmó haber empleado como fuente el libro de un amigo de la infancia de William Wallace, sin que nunca se haya podido encontrar el texto.

Del auténtico William Wallace sabemos que fue un hidalgo nacido probablemente en Elderslee (condado de Ayrshire), y que inició la carrera eclesiástica como era costumbre entre los hijos segundones de la nobleza cristiana. No se conocen, sin embargo, las razones exactas por las que dejó el clero y se unió a la guerra contra Inglaterra. Algunos historiadores han apuntado como causa la muerte de su padre durante una incursión inglesa en 1291, o algún tipo de afrenta personal por parte de las fuerzas de ocupación inglesas. Así, Eduardo I de Inglaterra —apodado «El Martillo de los Escoceses»— se vio obligado a intervenir en Escocia a finales del siglo XIII, donde el rey títere colocado por los ingleses en sustitución del fallecido Alejandro III, Juan de Balliol, se había aliado con los franceses. La guerra comenzó con el saqueo de la ciudad de Berwick llevado a cabo por las tropas de Eduardo I de Inglaterra en marzo de 1296, seguido por la derrota de las tropas escocesas en la batalla de Dunbar y por la abdicación de Juan de Balliol ese mismo año.

Cuando la situación parecía bajo control inglés, emergió la figura de William Wallace, que, acompañado de Andrew de Moray , personaje omitido en la película, inició una nueva rebelión a principios del año 1297. «Un hombre alto con el cuerpo de un gigante, de aspecto jovial, con facciones agradables, ancho de espaldas y de huesos grandes», describe Walter Bower sobre el supuesto físico de Wallace. El 11 de septiembre de 1297, Wallace arrasó por completo al ejército inglés comandado por el conde de Surrey en la batalla de StirlingBridge. El ejército real, formado por 300 caballeros pesados y 10.000 hombres de infantería, fue dispersado por un ejército de apenas 5.000 hombres.

Un año después termina la rebelión y huye

Pese a los litros de tinta que se han gastada en cantar sus gestas, la aventura militar del hidalgo escocés terminó poco después de su famosa victoria sobre los ingleses y tras arrasar un centenar de pueblos del Norte de Inglaterra. Su trayectoria fue fugaz. En marzo de 1298, Wallace recibió el nombramiento de Guardián de Escocia, pero unos meses después fue vencido en la batalla de Falkirk. Aunque Eduardo I no consiguió finalizar completamente la rebelión, la reputación y liderazgo de William Wallace quedaron gravemente dañados, y tuvo que huir de las Islas británicas .

El líder escocés reclamó sin éxito apoyos al rey Felipe IV de Francia, al Papa Bonifacio VIII y al rey Haakon V de Noruega. Este exilio es ignorado en la película , siendo emplazado su viaje al extranjero a antes de la rebelión. Tras regresar a Escocia en 1305 para reiniciar la rebelión, fue traicionado por un noble colaboracionista, John Mentieth, a cambio de dinero. Los ingleses lo capturaron en su refugio de Glasgow y lo ejecutaron de forma salvaje en Londres. Lo desnudaron y lo arrastraron por la ciudad atado de los talones a un caballo desde el Palacio de Westminster hasta Smithfield. De acuerdo con el método habitual de ejecución para los casos de alta traición, «fue ahorcado a una altura que no fuese suficiente para romperle el cuello, descolgado antes de que se ahogase, emasculado, eviscerado, y sus intestinos fueron quemados ante él, antes de ser decapitado». Finalmente, su cuerpo fue cortado en cuatro partes: la cabeza fue colocada en una pica encima del Puente de Londres y las extremidades repartidas por distintas partes de Inglaterra.

Entre otras imprecisiones históricas de la película, Mel Gibson omite que el uso de pinturas de guerra llevaba siglos en desuso y que el kilt, o falda escocesa, es un invento nacionalista moderno. «Cuando los escoceses se juntan hoy para celebrar su identidad nacional, la afirman abiertamente a través de un kilt, tejido en un tartán con los colores de su clan, y de una gaita. Este instrumento, al cual atribuyen gran antigüedad, es de hecho básicamente moderno como el kilt. Su uso se desarrolló mucho después de la Unión con Inglaterra como símbolo de protesta», explica Hugh Trevor-Roper en «La invención de la tradición». Así, lo que eran un instrumento rudimentario y una prenda asociada como signo de barbarie por la mayoría de los escoceses en el periodo de William Wallace han terminado por convertirse en los símbolos nacionales por excelencia.

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