Mank

La humillación a William Randolph Hearst, el hombre que detonó el Imperio español

Se inventó una guerra que provocó el fin del Imperio español, pero Mank, el alcohólico guionista que protagoniza la película de Fincher, ventiló sus intimidades en «Ciudadano Kane», donde la palabra «Rosebud» tiene un significado mucho más erótico de lo que sugiere

Gary Oldman como Mank y, al fondo, Amanda Seyfried como Marion Davis, la «Rosebud» de Hearst Netflix
Lucía M. Cabanelas

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Apenas dos minutos fueron suficientes para que William Randolph Hearst , el despótico magnate de la prensa que nunca se amilanaba, sudara la gota fría. Bastó el último susurro de un anciano para humillar al todopoderoso rey de los medios, que se hundió todavía más rápido que el Maine cuando escuchó «Rosebud» al comienzo de «Ciudadano Kane».

El hombre que había estado manipulando titulares, tan por encima del bien y del mal que manejó los hilos de una guerra inventada que terminó con el Imperio español, cayó por fin en la cuenta de cuán dañinas eran las palabras; a veces incluso más que las bombas .

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Sobre todo las escritas por el sello de Herman J. Mankiewicz . Mank , como era conocido en el círculo de Hollywood, fue un escritor, periodista y doctor de decenas de guiones. Productor de filmes de los hermanos Marx y autor sin acreditar de un sinfín de libretos, desde «Los caballeros las prefieren rubias» a «El mago de Oz», el hermano menos conocido del director de «Eva al desnudo (Joseph L. Mankiewicz, 1950) soltó su bilis escribiendo auténticas obras de arte. Nadie se atrevía contra el hombre que controlaba toda la prensa estadounidense. Pero él, tan descarnado como autodestructivo, no tuvo reparos en atacar al intocable . Se revolvió contra quienes fueron sus mecenas, en una guerra que luego le llevaría a disputarse los créditos de guión contra el «golden boy» Orson Welles, y esculpió la gran muesca en su revólver con «Ciudadano Kane» , donde desató su afilada lengua para vengarse de Hearst.

Motivos siempre le sobraban, aunque fueran en su cabeza. Pero más le sobraba odio, siendo como era un acróbata al que le gustaba acariciar el peligro y provocar peleas, sobre todo verbales. Una chispa siempre a punto de arder. Mank se coló en el círculo de Hearst gracias a un colega, Charles Lederer , sobrino de la amante del magnate, Marion Davis . En los años 30, dentro del castillo San Simeón, trabó amistad con la actriz, con la que compartía cotilleos y litros de alcohol, adictos empedernidos a una sustancia que sellaría sus labios para siempre a los 55 años. Solo después de muerto podía callar el genio de Mank.

Gracias a la estrella del cine mudo se enteró de muchas intimidades de la pareja, incluso la palabra erótica con la que Hearst la seducía. Pero también se convirtió en el bufón de la corte del influyente editor, con tarjeta vip para entrar y salir en las exclusivas fiestas del círculo social del magnate. Hasta que, cansado de los excesos de un hombre más peligroso que un saco de pólvora, el patrón le dio la patada.

Mayer (Arliss Howard) y Hearst (Dance) Netflix

La resaca la vomitó Mankiewicz en forma de letras , destapando las vergüenzas de William Randolph Hearst en las 128 páginas del guión de «Ciudadano Kane» , cuya autoría real, tal y como retrata la nueva película que David Fincher («Mank, disponible en Netflix) , todavía es un misterio. Los defensores de Welles, como el director Peter Bogdanovich, sacaron su artillería y defendieron al joven genio; Pauline Kael, la temida crítica de cine, terció en favor de Mank, su «perdedor» favorito.

Guerra de egos

En el ensayo de Kael, publicado en 1971, Rita Alexander, secretaria personal de Mankiewicz interpretada por Lilly Collins en «Mank», señaló que ella «escribió al dictado de Mankiewicz desde el primer hasta el último párrafo [...] y más tarde hizo la reescritura final y algunos cortes, además de ocuparse del guión en el estudio hasta después de que la película se rodase [..] [Ella afirmó que] Welles no escribió (ni dictó) una sola línea del guion que se rodó de "Ciudadano Kane". Añadió también que el mismo Welles vino a cenar una o dos veces [...] y ella no lo conoció hasta que Mankiewicz terminó de dictar el primer y largo borrador».

Welles, cuyo ego era casi más grande que su talento, se intentó arrogar todos los méritos, sobre todo en la promoción de la película. Si bien es cierto que la entidad del filme, la dirección y la interpretación son méritos completamente suyos, no sucede lo mismo con la intrahistoria de un guión que no sería posible sin los privilegiados chismorreos a los que tuvo acceso Mank, del mismo modo que el guión, primera o última versión, lleva la huella inevitable de su pluma: « Nadie puede negar ahora el crédito de Herman Mankiewicz por el germen, la forma y el agudo lenguaje del guión», escribió el historiador cinematográfico David Thomson. Welles podía ser un joven prodigio y también «un arrogante», como le ha definido Fincher, pero no cabe duda de que la mordacidad y mala baba que supuran las líneas del guión son de Mank.

El erótico significado de «Rosebud»

«Rosebud» no es una palabra en clave para referirse a un trineo. Tampoco a esa infancia perdida por Charles Foster Kane, dibujado a imagen y semejanza de Hearst pese a las evasivas de Welles sobre su fuente de inspiración. Como escribió Oti Rodríguez Marchante , «era también el nombre que le daba Hearst a ciertas partes íntimas de Marion Davis» .

Por supuesto, más allá de la batalla legal que se saldó con Welles y Mank compartiendo créditos y ganando por el guión el único Oscar de las nueve nominaciones que obtuvo, la guerra estuvo en los medios, donde Hearst intentó boicotear y ocultar a toda costa un filme rodado en secreto que, en lugar de las de Fausto, desvelaba sus intimidades y hasta se permitía la burla de reproducir algunos de sus discursos de forma casi literal. No está documentado que William Randolph Hearst llegara a ver alguna vez la película o solo se la contaron, pero su enfado quedó patente en los medios que controlaba, que eludieron cualquier mención a «Ciudadano Kane» .

La película, una de las mejores de la Historia del Cine, a punto estuvo de no ver la luz, por los tejemanejes de un magnate que intentó evitar a toda costa su distribución y proyección en salas. Con su propaganda y «fake news» –crítica nada velada también en la película de Netflix–, llegó a acusar de comunista a Welles y atacó a Hollywood por contratar a inmigrantes como Herman Mankiewicz para trabajos que podías ser de estadounidenses.

Se llegaron a meter incluso grandes nombres como Louis B. Mayer, que presionó a la RKO para cubrir las pérdidas económicas si destrozaba la película. De poco sirvió para evitar el atronador éxito de la cinta, considerada una de las mejores en la historia del cine. El hombre que provocó una guerra inventándose noticias terminó humillado por su propio juego.

Aunque su nombres es infinitamente menos conocido que el de Hearst u Orson Welles, Herman Mankiewicz escupió su veneno y se vengó del magnate, y ganó el único Oscar de su carrera, que no acudió a recoger, al igual que Welles. «La noche de los premios, Herman encendió la radio y se sentó en la silla de su dormitorio. Sara (su mujer) se acostó en la cama. A medida que se acercaba la categoría de guiones, fingió no escuchar. De repente, desde la radio, casi gritando se escuchó "Herman J. Mankiewicz". El nombre de Welles como coautor quedó ahogado por las voces de todo el público presente, que gritaba: "¡Mank! ¡Mank! ¿Dónde está?», escribió Richard Meryman, periodista de la revista «Life».

Tom Burke como Welles, ante el convaleciente Mank de Oldman Netflix

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