Las historias reales en las que se inspiran los clásicos del cine de terror

Algunas películas utilizan el manido «basado en hechos reales» para infundir miedo, otras no necesitan más que recurrir a macabras historias reales

La actriz Linda Blair en «El exorcista»

L. M.

Hay quien disfruta con la adrenalina de un buen susto, quien prefiere desahogarse con un grito antes que con el llanto y a quien la oscuridad le atrae más que un imán la nevera. Pero el espectador que disfruta con las películas de terror siempre lo hace porque son ficción, y su único consuelo es pensar que las criaturas que campan a sus anchas no dejan de ser producto de la imaginación y que solo un psicópata cometería ese tipo de vilezas .

Sin embargo, lo cierto es que psicópatas hay a puñados y si la mente de cualquier espectador asustado tiende a recrear un monstruo a partir de la sombra de una silla en una habitación a oscuras... imagínense lo que puede hacer un genio del mal con una cámara y un caso macabro .

«Nosferatu»

Calvo en lugar de un elegante conde con capa , al final «Nosferatu» no es más que otra adaptación del «Drácula» de Bram Stoker con un título diferente para evitar pagar los derechos de autor. Por tanto, el clásico del expresionismo alemán de F.W. Murnau , además de sangre, bebe, como todas las historias de vampiros, de la realidad, ya que, como aseguró el historiador Lorenzo Fernández Bueno a ABC, «detrás del mito y la leyenda siempre hay una historia real. Si escarbas, das con un relato extraordinariamente adornado con el paso de los siglos». Detrás de ese aura misteriosa y hasta «romántica» que se le atribuye a los chupasangres, adornado su relato por la literatura gótica y el cine, existen casos reales.

La idea moderna de los vampiros probablemente evolucionó a partir de las antiguas creencias populares europeas. Antes de que la gente entendiera cómo se propagaban las enfermedades, el vampirismo pude haber sido una forma de explicar las muertes por la peste , la tuberculosis y otras enfermedades invisibles que asolaron las comunidades. Tal y como publica el Canal Historia, cada región tenía diferentes formas de detener a los vampiros. En Rumania, un remedio era cortar el corazón de un vampiro sospechoso (es decir, un cadáver) y quemarlo en cenizas.

Se da por cierto que el conde de Stoker se basó en Vlad el Empalador, también conocido como Vlad III Drácula, un gobernante de Valaquia del siglo XV en Rumania. En los archivos de la investigación de Stoker para Drácula, el escritor anotó que «drácula» significaba «diablo» en el idioma valaco. Sin embargo, los estudiosos sospechan que se apropió del nombre sin saber mucho sobre Vlad. En cualquier caso, ya había mucha ficción de vampiros para entonces: el poema épico «The Giaour» (1813), de Lord Byron, por ejemplo.

El exorcista

Es una de las obras maestra del cine y uno de los títulos del género más aplaudidos. Pero el músculo cinematográfico que demostró William Friedkin con «El exorcista» tenía una buena base en la que apoyarse. En agosto de 1949, «The Washington Post» publicó al menos dos historias sobre el exorcismo de un niño de 14 años en Maryland. En una de ellas, «el niño gritó frases en latín, un idioma que nunca había estudiado». La historia inspiró la novela que escribió William Peter Blatty en 1971, influencia directa de la película en la que dos años después una joven Linda Blair vomita sopa de guisantes.

En realidad, resulta poco probable que el niño que inspiró el personaje de Blair estuviera poseído . Mark Opsasnick no se creyó la historia, recabó información y publicó los resultados de su investigación en la Revista Strange en 1999. Opsasnick identificó al niño (aunque nunca reveló su nombre), entrevistó a personas que lo habían conocido y concluyó que probablemente tenía problemas psicológicos y que imitaba el latín del sacerdote .

Terror en Amityville

El 13 de noviembre de 1974, Ronald «Butch» DeFeo Jr. , de 23 años, asesinó a toda su familia mientras dormía. Un año después, la familia Lutz compró la casa en Amityville (Nueva York), donde tuvo lugar el horror, y afirmaron ser testigos de extraños sucesos y fenómenos paranormales en el lugar: las paredes rezumaban una especie de lodo verde, veían a una criatura con ojos rojos y varios miembros de la familia levitaban en sus camas. Su testimonio apareció en el libro de Jay Anson, «The Amityville Horror» , que la película «Terror en Amityville» de Stuart Rosenberg adaptó en 1979.

Sin embargo, gracias al abogado del asesino se pudo saber que lo único real que había detrás de esta historia era el bulo que DeFeo y la familia Lutz habían inventado, creando «esta historia de terror a partir de varias botellas de vino». Aún así, la historia despertó el interés de Ed y Lorriane Warren , una pareja que incluso llegó a promover esa mentira, según Benjamin Radford, editor adjunto de la revista «Skeptical Inquirer».

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