Fiesta del Cine

Las 20 mejores películas para ver en la Fiesta del cine según los críticos de ABC

Desde el éxito de la temporada, «Joker», al esperadísimo estreno de «Parásitos», pasando por títulos españoles imprescindibles como «Mientras dure la guerra»

Joker, Parásitos y Mientras dure la guerra, propuestas para la cartelera de la Fiesta del cine

F.M.

La Fiesta del cine , que se celebra este Lunes 28, Martes 29 y Miércoles 30 de Octubre, deja una cartelera llena de grandes películas. Desde ABC Play proponemos las veinte más interesantes para un verdadero atracón de filmes durante la Fiesta del cine.

Los espectadores ya saben que para disfrutar la Fiesta del cine deben conseguir su acreditación en la web oficial. La Fiesta del Cine se podrá ver en 351 cines de toda España, que suman un total de 3.069 pantallas.

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Joker (****)

Lo que el personaje de Joker , tan risueño, villano y de tebeo, podría dar de sí en las manos de Todd Phillips , el de los «Resacones» y el de «Escuela de pringaos», era previsiblemente una cosita gamberra y de mucho jijí y jajá. A mil millas de la previsión, Phillips lo desmantela, lo reconstruye, lo convierte en algo triste, doloroso, patético y brutal, y lo explica en su origen y tan fuera del universo del cómic, como en una especie de «Batman Begins Cero» , que explosiona contra la pantalla y contra un espectador inerme ante lo que ven sus ojos.

Heath Ledger había agotado por completo las posibilidades del Joker en «El Caballero Oscuro» de Christopher Nolan, pero aquí, Joaquin Phoenix se deshace a patadas de todo lo visto antes con un trabajo descomunal en lo físico y de descontrolado gobierno en lo psicológico. Arthur Fleck (Phoenix) es un don nadie, un ser sin entorno, que se disfraza de payaso y que ansía (con poco éxito) hacer reír a los demás, y tiene una resquebrajadura mental y vital que no la taponan ni las sesiones de terapia, ni su mundo ilusorio compuesto por una madre, una vecina que lo ignora y una obsesión por un presentador televisivo… La película se sumerge y muestra todo el exterior del personaje, pero también su distorsionada percepción de lo «real», y coloca a un tiempo al espectador con y contra él.

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Joker

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Joker

«Joker» no sería lo que es sin la interpretación fuera de horma , de registro y lógica evaluación de Joaquin Phoenix, que produce una mezcla imposible de terror, ternura, compasión y asco, y que transmite en cuerpo y alma un resentimiento, una anarquía y una crueldad que arrasan los pilares de cualquier ética social. «Joker» es terrible en su edificación y perversa en sus cimientos, y está llena de momentos de explosiva dureza, también de algo cercano a la piedad, y otros ya directamente viciados de psicopatía y sobresalto… El tú a tú entre Phoenix y Robert de Niro (esos minutos de cine en una torrentera) es un reventón en el silencio de la sala. Tan cierto es que «Joker» es una gran película, como que no se deja disfrutar fácilmente. Crítica de Oti R. Marchante.

2

Parásitos (****)

Cualquiera que haya visto alguna de las anteriores películas del surcoreano Bong Joon-ho , como «Crónica de un asesino en serie», «Madre» o «The host», sabrá que entra a la angustia, al delirio y a la metáfora de sus historias como William Muny (Clint Eastwood) a la taberna de «Sin Perdón», de una patada a la puerta y sin un atisbo de compasión por sus personajes y por los que miramos. En «Parásitos» va aún más lejos: a ellos, sus personajes, los obliga a ser ingeniosos, maliciosos, divertidos, sufridos y resistentes a la lija de un argumento que los erosiona y destripa, y a nosotros, los que miramos, nos obliga a sorprendernos, divertirnos y sufrir-gozar con unos planteamientos tan subversivos en lo ético y en lo estético que duda sobre la naturaleza de lo que acaba de ver: ¿es realidad deformada por la caricatura , o es parodia transformada por la realidad?

Tiene de arranque una intención de sátira social, de conquista de territorios de clase, con la descripción de una familia de buscavidas que se introduce con talento y argucias en la casa de otra familia muy rica y con enormes dosis de candidez. En la extraordinaria construcción de los personajes y de la trama de «invasión», el director consigue mediante el humor y el ingenio controlar toda la discordia que sugiere su fabulación, y mantener las expectativas abiertas de u n relato preñado de gracia y de metáforas pero colgado de un hilo que solo puede romperse. Y se rompe, cayéndose la fábula a otro territorio, y tan brillante y metafórico…, como si dijéramos, pasa de la pinza perfecta a dejar que se le vaya la pinza, pasa del sentido del tacto al del olfato.

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Parásitos

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Parásitos

La urdimbre argumental es humeante, vitriólica, y su puesta en escena es portentosa, con una utilización de los espacios interiores (la arquitectura y la intención del universo interno de la casa, o las casas, son extraordinarias) y exteriores, como las escenas de inundación, los cableados, los ambientes… Uno no se repone fácilmente de «Parásitos», ni de sus propósitos sociales, ni de su torrente de moralejas, sabores, tactos y olores. Es una película bárbara, y finísima, y feroz. Crítica de Oti R. Marchante.

3

Día de lluvia en Nueva York (****)

Woody Allen no es un cineasta de moda . Es imposible que nuestro presente considere admirable a un hombre de vida y obra tan «incorrectas», que no habrá hecho menos de una docena de obras maestras y que ha empaquetado en sus películas, durante medio siglo largo, una singular manera de ver la vida, la muerte, el amor, el sexo, las relaciones con los demás y consigo mismo, la ética, la religión, la cultura, la fatalidad o el azar. Un tipo que ha hecho de Manhattan su Monument Valley, y que, con lo que le ha llovido, aún tiene la jovialidad y el optimismo de hacer esta luminosa y adolescente película sobre la hermosura de la bisoñez y la lluvia en Nueva York.

Puesto que en su obra hay centenares de diálogos inolvidables , a nadie le sorprenderá que aquí incorpore unos cuantos más al catálogo, y puesto que ya había hecho de Manhattan ese lugar en el que no se puede no vivir, tampoco será una sorpresa que aquí lo atrape más espléndido que nunca. No hay originalidad en esta película de Woody Allen : es ingeniosa, divertida, juvenil, profunda, irónica, romántica, azarosa, maliciosa y maravillosa, como tantas otras suyas. Una joven pareja de universitarios y un fin de semana en la ciudad, Timothée Chalamet, rico y pipiolo, y Elle Fanning, inocente, dinámica y presta a descorchar el champán de la vida. Ambos , juntos y especialmente separados, irán descubriendo que lo que empieza en champán suele terminar en infusión.

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Día de lluvia en Nueva York

El punto de mira de Allen está en la inocencia, la juventud y la credulidad (ellos), lo cual no le impide echarle un vistazo a los espolones, la fatuidad y el rijo del ambiente artístico y cinematográfico con los personajes superficiales, penosos y retorcidos que interpretan Liev Schreiber, Jude Law y Diego Luna (director, guionista y actor), y al más allá de la lozanía, frescura y chispa que interpreta una sorprendente Selena Gómez, en un personaje tan rico, soleado y lleno de sorpresas que aturulla el argumento y lo enaltece de todo el entrelineado de lo que Allen nos quiere contar.

Chalamet sitúa su personaje entre un joven Gatsby (así se llama) y un viejo y resabiado Woody Allen; Fanning lo orienta, en cambio, a sus antípodas (las de Gatsby y Allen), en su modo de afrontar la aventura, la novedad, el riesgo… Y cada uno de ellos vive y nos muestra una ciudad tan diversa y contradictoria que se adecúa a su interior, a su modo de ser, y tan presta para la nostalgia como para el incidente y la adrenalina. Claro que se puede reflexionar mucho sobre «Día de lluvia en Nueva York», pero lo bueno, lo mejor, es estar en ella mientras pasa. Crítica de Oti R. Marchante.

4

La trinchera infinita (****)

A falta de su estreno este viernes, la película protagonizada por dos monstruos como Antonio de la Torre y Belén Cuesta se podrá ver en algunos cines limitados. Esto escribió Oti Rodríguez Marchante tras ver La trinchera infinita en el Festival de San Sebastián:

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La trinchera infinita

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La trinchera infinita

Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga, autores de películas como «Loreak» y «Handía», cuentan una historia larga por dentro y por fuera, dos horas y media y más tres décadas, de una pareja de recién casados cuando estalla la guerra en su pequeño pueblo andaluz y comienzan a husmearse entre los vecinos para denunciar y «pasear» a los de enfrente. Higinio y Rosa están en el lugar equivocado, pues él es un republicano en la zona «liberada», mientras que ella, más monda y lironda de ideología, se convierte en daño colateral: A Higinio lo buscan para matarlo y se esconde en un agujero de la casa y ella le da la cobertura que precisa y durante el tiempo que lo precise. Lo que se llamó «un topo», figura tristemente habitual durante la guerra, la postguerra y lo que se le quiera colgar.

Hay mucho movimiento y tensión en sus primeras secuencias , con los chivateos, las persecuciones, las muertes y los afanes de supervivencia, y luego se para (el movimiento, no la tensión) y la película se queda clavada en el zulo, y se pretende contar la vida allí dentro y allí fuera, dos tiempos que corren a distinta velocidad, y todo el peso de lo que quieren decir los directores recae en Antonio de la Torre y en Belén Cuesta con el paso y el poso interior de sus personajes y el inevitable «la vida sigue», y sigue, y sigue…, hasta el punto de que uno teme que la historia se vaya a dar de bruces con un episodio de «Cuéntame». Aunque hay momentos y sentimientos que se expresan más de una vez, todos ellos contienen su sentido y su sensibilidad, y están muy bien trabajados en la imagen (tan asfixiante) y en las interpretaciones de esos dos caracteres universales movidos por el miedo, la precaución, el disimulo y la cabeza que da las vueltas que el cuerpo no puede. En una película tan larga y densa , los mensajes son incontables y de todo tipo, y algunos con la lija suficiente para raspar conceptos como «odio obsesivo», «reconciliación» o «nuevas generaciones». Sin duda, la película pesa e incluso se entiende mal a los actores y su acento, pero probablemente tiene que hacerlo para contarse en toda su complejidad

5

Mientras dure la guerra (***)

«Mientras dure la guerra» , es un comprimido cinematográfico con todos los ingredientes para que carnívoros y veganos (en lo que respecta a la ideología) coincidan en el rechazo a su fórmula y en la desaprobación a su ingesta. Personalmente, no es ese mi caso, sino justamente el contrario: con qué valor se mete descalzo Amenábar en ese arenal lleno de minas personales y colectivas. Casi nada es lo que parece en «Mientras dure la guerra», ni siquiera encuentra un bando en el que refugiarse o al que agradar: los dos son desagradables, detestables, según nos dice el lugar donde ocurre principalmente la acción: la cabeza, el pensamiento, las dudas y los razonamientos de Miguel de Unamuno, cogido aquí durante los primeros días de lo que se llamó el alzamiento nacional.

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Mientras dure la guerra

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Mientras dure la guerra

La mirada de la película se centra en dos picos narrativos, las idas y venidas de Miguel de Unamuno (del desencanto con la brutalidad sangrienta de la República al apoyo y posterior desencanto con la brutalidad sangrienta de la llegada del ejército nacional a Salamanca) y las intrigas y cálculos bélicos en el Estado Mayor de las tropas sublevadas, con la figura del general Franco en primerísimo plano. Lo bélico ocurre en otro sitio que no busca la película de Amenábar, pero lo esencial acontece ahí, en el interior de Unamuno y en el interior del general.

Y antes de dar un paso más, hay que detenerse en Karra Elejalde , un actor explosivo, ardoroso, graciosísimo y genial, y aquí alguien que desaparece por arte de magia cinematográfica para dejar que su personaje, tan contradictorio, complicado, humano y «antipático», florezca ante el espectador: lo de menos es si realmente dijo o no dijo aquello de «venceréis, pero no convenceréis», o si se equivocó en su trayectoria de apoyos y públicas condenas, o si se dejó empujar y manosear por unos y otros…, lo importante es que ahí, en la pantalla, uno entiende cada gesto, palabra, desconcierto y humillación de ese personaje puñetero que nunca acabó de agradar a nadie, como esta película. Hay tantos momentos reconocibles y genéticamente «nuestros», de nosotros y de ellos, en la pantalla que hasta da rabia verlos, como esa discusión casi a garrotazos de dos amigos en un altozano, esa cabeza baja y humillada cuando una partida de indeseables se llevan de paseo al amigo, esa mano de Carmen Polo sacando a Unamuno del Paraninfo… ¿quién está dispuesto a admitir que los nuestros son tan despreciables como los suyos?... Y camina descalzo, con la idea, la caricatura, la ponderación y el espejo cóncavo por ese campo de minas.

Hay muchos personajes construidos para el descontento, o para el desconsuelo nutritivo del prejuicio. Sobresale aquí la composición ruidosa, primaria, realmente enérgica en lo cinematográfico, que hace Eduard Fernández de Millán Astray , y muy sorprendente el tratamiento, tan lejano a los clichés de la «memoria histórica», de Francisco Franco, al que genialmente interpreta Santi Prego con tanto rebuscamiento y colorido interior que resulta fascinante, aunque el propio Unamuno lo calificara de «pobre hombre». Crítica de Oti R. Marchante.

6

El viaje de Marta (Staff only) (***)

En su segundo largometraje, tras la diminuta y arriesgada «La plaga» , la directora Neus Ballús afronta una empresa con mucho más escaparate y con no menos fondo y trastienda. La historia que cuenta transcurre en Senegal, en un hotel turístico y durante unas vacaciones de un padre y sus dos hijos, una a punto de traspasar la adolescencia y su hermano pequeño.

Ella es Marta, el punto de vista y el fiel de la balanza en la que se mueve el relato. Sus «encuentros» son los nutrientes del guion y del argumento: con su propio padre; con un ambiente, el del hotel, tan expresivo con lo exótico y la aventura como con sus zonas de discriminación y ghetto; con los exteriores de allí, un mundo que poco tiene que ver con lo turístico, y, por supuesto, el encuentro con su puerta de salida de la adolescencia.

La actriz primeriza Elena Andrada, su manera de mirar y ver, es la constructora de la historia y su termómetro, y el avispero de sus sentimientos y sus relaciones, en especial con un trabajador del hotel (que graba vídeos turísticos, y también vierten mirada en la película), son el amplificador de la sencillísima y emotiva trama. Es notable el modo con el que Neus Ballús consigue que las interpretaciones ingenuas, primerizas, de Andrada o Diomaye A. Ngom, estén ordenadas en tono y timbre con la resabiada y ducha de Sergi López. Crítica de Oti R. Marchante.

7

El silencio de la ciudad blanca (***)

Cuentan que John Ford arrancó ocho páginas del guión de una película cuando el productor le recriminó el retraso acumulado. «Ya estamos al día», dijo tras el drástico gesto. Nadie puede compararse al director del parche, pero Daniel Calparsoro es un cineasta con evidente potencia visual y narrativa, que adapta una historia de asesinatos en serie con un reparto que parece un escaparate del cine español.

Las novelas de Eva García Sáenz de Urturi gozan también del favor del público, un ingrediente más de un guiso que no podía salir mal. Su trilogía no anda escasa en páginas, sin embargo, y resulta que no es tan fácil suprimirlas sin que la trama se resienta. Aquí da la sensación de que no solo en la escritura de guion (de Roger Danès y Alfred Pérez Fargas), sino que hasta en la sala de montaje tuvo que vivirse una carnicería . Está feo decirlo ahora que la ficción televisiva está tan de moda, pero habría salido una magnífica miniserie.

El afán por ahorrar minutos al espectador, siempre encomiable, fuerza a dar saltos mentales y a sacar conclusiones precipitadas. Tiene gracia también que los policías, que no paran de correr, nunca pillen a nadie , sobre todo si se compara su teórico estado de forma con el del asesino de las abejas (estupenda actuación la suya, aunque no diremos su nombre). Son defectos menores de una cinta que debería gustar a los lectores y a los descubridores de esta historia. Crítica de Federico Marín Bellón.

8

El asesino de los caprichos (**)

Desde las primeras escenas de presentación de la trama y de los personajes, la película confiesa sus pretensiones, que no son las de caminar por terreno desconocido, sino por los bulevares ya recorridos antes por el género policíaco. En esta ocasión, la pareja de policías protagonista son mujeres , aunque reproducen la personalidad habitualmente interpretada por hombres: una es dura, resolutiva, torturada y «macha», y la otra es novata, concienzuda y familiar.

En cuanto a la trama, contiene una serie de asesinatos «exóticos» y «pictóricos», que reproducen escenas de los Caprichos de Goya . Y este detalle del argumento, le permite al director, Gerardo Herrero, componer con cierto sentido artístico parte de la atmósfera y de la puesta en escena. La pareja protagonista, Maribel Verdú y Aura Garrido, entienden la fórmula interna de sus personajes (desde el existencialismo de una a la conciliación familiar de la otra) y los desarrollan con una convicción que le falta al guion, que deambula sin profundidad y por otros caprichos que no son los de Goya. Con sus debilidades, la trama se sigue con intriga e interés, y su factura, sin entrar en matices, está bien conjugada. Crítica de Oti R. Marchante.

9

La familia Addams (infantil)

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La familia Addams

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La familia Addams

Los directores de «La fiesta de las salchichas» rebajan el tono en una nueva versión animada de la familia de monstruos más popular de la pantalla. Las nuevas aventuras de Gomez y Morticia llegan a la cartelera para hacer disfrutar a los más pequeños de la casa durante Halloween. En esta ocasión, la mansión se prepara para la fiesta de «Mazurka con sable» en honor a Pugsley, un rito de iniciación en el que demostrará su aptitud para convertirse en un hombre digno de la familia Addams.

10

Maléfica 2: Maestra del mal (***)

Resignados a que el Hollywood corporativo solo proponga épicas de superhéroes o -dentro del particular universo Disney- cuentos de hadas, puede tener su gracia la idea de darle la vuelta a una fábula de princesas para centrarse en la madrastra . La de la Bella Durmiente, por ejemplo. Pero eso ya se hizo, me dirán; se llamaba «Maléfica». Claro, pero esto es la secuela, o se creen que íbamos a librarnos... El estudio del ratón sigue imponiendo su implacable lógica de recalentamiento de sus propias franquicias. Una táctica de microondas que debe aplicarse, eso sí, con presupuestos millonarios.

Dentro de esa lógica, casi lo mejor es el prólogo: la voz del «érase una vez» nos dice que el pueblo se había olvidado de que Maléfica era toda una madraza (primera entrega) y volvía a verla como una madastra de cuento. Traducido: podemos hacer lo que nos dé la gana con la segunda y sucesivas entregas. Bueno, mientras siga siendo Angelina Jolie, no hay de qué quejarse. Si bien aquí se la ve un poco perjudicada con una digitalización de su cara que en muchos grandes primeros planos parece un graffiti mal pintado con aerosol, o una operación con bótox hecha por un becario con prisas. Salen peor paradas las tres hadas madrinas: apenas son una carita flotante sobre un mal boceto de Campanilla. Todos esos millones no se notan.

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Maléfica: Maestra del Mal

Más barato ha debido salirles contratar a Michelle Pfeiffer, que no parece exhibir efectos digitales sobre su envejecido pero todavía magnífico rostro; mantiene ese rictus de desprecio que debería convertirla en una insustituible Cruela mientras el cuerpo aguante. Y esta secuela se aguanta por ella y por la Maléfica de la Jolie: dos grandes hembras alfa en un terrible duelo de madrastras (hala, ya tienen un eslogan). Cuando no están ellas dos liándola parda, o Elle Fanning intentando que su princesita no sucumba entre lo rancio y el toque posmoderno feminista que le endosan al final, la película tiene menos alicientes.

Una idílica escena inicial supercursi (ha de ser una autoparodia del mundo Disney de antaño, ¿o va en serio?), un príncipe soso e ineficaz… como un príncipe de cuento (ver paréntesis anterior), una excursión al mundo de los cornudos maléficos que parece de otra película (universo Marvel, pero no metería la mano en el fuego). Por lo menos nadie sale cantando . Y hay que reconocer que Disney sigue sabiendo hacer este tipo de producto como nadie. Crítica de Antonio Weinrichter.

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Zombieland: mata y remata (**)

Los códigos de esta película ya estaban marcados en la anterior, «Bienvenidos a Zombieland» , y también vienen marcados los personajes, los intérpretes, los guionistas y el director. Continúan el argumento y el tono de comedia bruta y de entretenimiento de una total y bendita intrascendencia, dadas las circunstancias que nos rodean y apedrean. Es, en realidad, la misma función con un intermedio de diez años (quizá para que el personal rellene su cuenco de palomitas y vuelva) y con una reactivación en esta segunda mitad del humor, la acción, la brutalidad y el sentido convenientemente actualizado de los chistes: se ríen del pacifismo, del «empoderamiento» de la mujer, de la rubia tonta , de Elvis Presley, del coche de la abuela, de la Casa Blanca y hasta de Bill Murray, que vuelve a tener su momento de gloria (hay una secuencia postcréditos en la que lo genial y lo absurdo se pelean por ponerse delante).

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Zombieland: Mata y remata

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Zombieland: Mata y remata

El argumento es diminuto, el conocido cuarteto de resistentes, Eisenberg, Harrelson, Stone y Breslin, continúan en su tarea de destripar zombis; pero se ve enriquecido por una graciosa cartelería que cataloga el tipo de muerto viviente, desde el más tontorrón hasta el más evolucionado, más rápido y con un poco más de luces, y hay un manejo graciosísimo de clichés sociales, desde la mujer que necesita realizarse hasta el papanatas con guitarra y el soplagaitas equidistante… Película perfecta para reírse un rato y por no llorar. Crítica de Oti R. Marchante.

12

Secretos de estado (**)

Una funcionaria inglesa encuentra, en el curso de su trabajo, una carta que parece revelar juego sucio para facilitar que Naciones Unidas de luz verde a la (segunda) guerra del Golfo. Tras mucho dudarlo, decide hacerla pública: la prensa y, se supone, los políticos deberán hacer el resto. Ya sabemos el resultado: muerte y destrucción, aparición de «califatos» asesinos pero ni una triste arma de destrucción masiva.

El problema de esta película no es que sepamos cómo acabó la cosa: no hace falta recurrir al método Tarantino de reescribir la Historia para hacer interesante una trama basada en hechos bien conocidos. Basta evocar una historia similar, la de la prensa y el Watergate, que dio lugar a «Todos los hombres del presidente» , de la que esta es como la versión en femenino, «Todas las mujeres y hombres de la Reina».

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Secretos de Estado

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Secretos de Estado

La comparación sirve para destacar las carencias de esta demasiado pulcra producción británica. Incluso dentro del registro realista que se ha escogido –en vez de desplegar una trepidante trama de género de espionaje–, cabe concebir un poco más de excitación a la hora de escenificar las discusiones en la sala de redacción del Observer, las reuniones con abogados, las citas clandestinas con activistas… A nivel dramático el «electro» sale completamente plano. Quizá el hecho de tratarse de personajes reales explica, pero no justifica, el respeto temeroso con que los interpreta un elenco presidido por una apagada Keira Knightley y un Ralph Fiennes en modo estreñido (al menos Rhys Ifans se desmelena un poco). Crítica de Antonio Weinrichter.

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Géminis (**)

Solo la presencia de un cineasta complejísimo y con un talento descomunal como Ang Lee le procura a la película un interés y un atractivo que ella misma se niega desde la rudimentaria propuesta de su guion. El director de obras importantes como «La tormenta de hielo», «Tigre y dragón», «Brokeback Mountain» o «La vida de Pi» se enfrenta aquí a un argumento de intriga, un thriller de acción de manual, una trama facilona, pero a la que engrandece mediante una puesta en escena que por momentos deslumbra y con unas soluciones tecnológicas y de complejidad digital que te tatúan una interrogación en la cabeza: ¿cómo lo hace?

Will Smith es un ejecutor al servicio del Gobierno, un arma adiestrada para eliminar cabos sueltos sin preguntas, pero ya se siente quemado, deprimido y amortizado, y decide retirarse, lo cual lo convierte a él en un cabo suelto y en objetivo de otro ejecutor más joven y una versión mejorada de él mismo… Así contado, suena al estribillo de un centenar de películas, pero visto ahí, en la pantalla, con un 3D limpísimo y que delata hasta la menor arruga, impresiona, y los dos Will Smith, el más viejo y el muy joven, con la misma jeta separada por treinta años (magia digital), mantienen una sostenida lucha que es, en el fondo, toda la película, con un par de secuencias de persecución y violencia que agotan todo el relumbre de la historieta y toda la disposición para la perplejidad del espectador. La torpeza del guion se ceba con el personaje villano que interpreta Clive Owen, más liso que un posavasos. Da un poco de cosa que Ang Lee, con todas las cartas en su mano, no haya hecho otra gran jugada. Crítica de Oti R. Marchante.

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Adults in the room (***)

Esta película reconstruye hechos reales basándose en el libro autobiográfico del exministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis . Apenas duró seis meses en el cargo pero la relevancia que adquirió su caso, el martirio de su país más bien, y lo reciente de unos eventos de hace sólo cuatro años, hace que lo recordemos vívidamente. De todos modos, hubiera estado bien que se identificara mejor a los protagonistas centrales, aunque fuera por el truco más o menos barato de hacerle decir a alguien, “Hola, señora Merkel”. Pero Costa Gavras debe pensar que su público se lee todos los días los editoriales económicos de dos o tres rotativos: sólo vemos al aguerrido Varoufakis teniendo reuniones de alto nivel con un alemán hostil, un francés amable pero lleno de dobleces, un inglés que le anima pero sin comprometerse… Hubiera estado genial ofrecer un epílogo viendo dónde acabaron todos estos , pero ciertamente eso tiene fácil solución, una rápida inmersión en la red y listo.

El que sale muy bien parado es Varoufakis, claro, es el único que no se baja los pantalones o dice una cosa en privado y otra en público. Y ese es el movimiento perpetuo de la película, una sístole-diástole entre discusiones a puerta cerrada y declaraciones políticas a veces de sentido opuesto. Lo que aprende el espectador, aun sin necesidad de leer editoriales, es que los países del sur de Europa (aquí es Grecia, pero España anduvo cerca) tienen un gran hermano del copón en sus vecinos del Norte, que juegan en una liga muy diferente. A favor de esta lección de Historia (pero muy poco a favor de nosotros los ciudadanos) juega el hecho de que podrían volver a pasar cosas parecidas… Crítica de Antonio Weinrichter.

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Downton Abbey (***)

«Downton Abbey» no critica el «establishment» británico del momento, lo que para muchos significará que está cerca de celebrar un sistema de clases y castas inmune al mundo exterior. Autoinmune, habría que decir parafraseando al Dr. House: una huelga general se solventa, por alusiones, con una de las celebradas salidas de tono de la patricia Maggie Smith . La condesa, su amiga del alma y confidente y su némesis Imelda Staunton forman un trío de arpías que ríete tú de las brujas de Macbeth, o de las más benignas de Terry Pratchett. Sus afiladas réplicas que escuecen como una poción venenosa son razón de sobra para disfrutar con esta expansión a la gran pantalla de una serie que tengo el raro privilegio de desconocer; pero pese a mi prevención disfruté viéndola como si fuera un partido de, hum, cricket.

Hay que decir que los demás personajes tienen unos diálogos casi tan deslumbrantes como los del trío de brujas. Escrita por el mismo Julian Fellowes que escribió la serie (y esa primera variante, más sarcástica, que fue «Gosford Park»), «Downton Abbey» es una maquinaria tan bien engrasada como las instituciones que, de forma idealizada, representa. La de la nobleza rural inglesa; abajo, la del colectivo de empleados que les da servicio ; y encima de todos, la de la propia realeza británica que anuncia su visita a la mansión de la familia Crawley.

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Downton Abbey

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Downton Abbey

La misión entonces es acoger como se merece, aunque sea por una sola noche, a la pareja real , quedando a la altura de lo que la familia, las dos familias, representan. Un reto trivial, una mera cuestión de etiqueta, me dirán, pero que aquí se vive como un drama de primer orden, y proporciona además un villano que les dejamos descubrir si van a verla. Hay un final espectacular, una voluntad de clausura a la hora de resolver cada conflicto personal que roza lo paródico de puro rosa, y un inevitable sentido de transmisión de ese mundo-burbuja que se materializa en el relevo que anuncia la condesa Maggie. Esperemos que se quede en eso y no anuncie una nueva franquicia. Crítica de Antonio Weinrichter.

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Pequeñas mentiras para estar juntos (estreno especial)

La secuela de la aplaudidísima «Pequeñas mentiras sin importancia» se podrá ver en primicia en cines de nuestro país durante la Fiesta del Cine , que se celebrará los días 28, 29 y 30 de octubre. Su estreno comercial está previsto para el próximo 8 de noviembre, pero los distribuidores han adelantado el estreno con motivo de la Fiesta del cine.

La nueva película del realizador francés Guillaume Canet consiguió grandes números en la taquilla francesa, con casi 3 millones de espectadores, logrando ser la segunda película francesa más exitosa del año en Francia. El filme cuenta cómo Max, arruinado y algo deprimido, regresa a su casa de verano para venderla. Sus viejos amigos, que han pasado en ella grandes momentos juntos, aparecerán por sorpresa en su cumpleaños. Después de mucho tiempo separados, comprobarán la fuerza de su amistad.

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Tan cerca, tan lejos

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Tan cerca, tan lejos

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Tan cerca, tan lejos

Cédric Klapisch, uno de los grandes autores del cine francés, vuelve a rodar en los suburbios de París una de esas comedias dramáticas que tanto atraen al público de su país. Rémy (François Civil) y Mélanie (Ana Girardot) comparten vecindario, edad y soledad. Recién entrados en la treintena, sufren la depresión de descubrir que la vida con la que soñaban no es más que una ilusión muy alejada de su realidad rutinaria y anodina.

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Ad Astra (***)

Películas como «La noche es nuestra» o «Two lovers» delatan que detrás de ellas está la mano de un director mteticuloso y que condimenta con sabiduría y paciencia las pasiones y las ideas de sus relatos, siempre muy bien hervidos y servidos. James Gray tiene una filmografía corta, pero especial y compacta. Y ahora la amplía con este título, «Ad Astra» , o hacia las estrellas, con más ambición, más vuelo, pero también más pretensión y, digamos, riesgo intelectual que emocional. La película tiene echadas dos anclas a las que se aferra, por un lado a las dos o tres ideas esenciales de «El corazón de las tinieblas», la obra de Joseph Conrad sobre el viaje hasta el alma del coronel Kurtz, y la insondable paradoja de Christopher Nolan en «Interestellar».

Los personajes son conradianos, un hombre viaja hasta los límites de lo conocido para desentrañar un misterio en el que está relacionado su padre, un astronauta desaparecido veinte años atrás y con el que se perdió contacto y referencia, pero existen indicios de que vive y de que puede tener la solución para la amenaza que acecha a la Tierra y a su supervivencia. Y el interior de la trama y su fructificación en la pantalla tienen ese aire a lo Nolan en el que la imagen y la reflexión cruzan espadas por sobreponerse una a la otra. Y en ambos casos, «Ad Astra» conjuga el verbo adolecer , pues ni la aventura ni el «personaje de Kurtz» tienen el colorido de su referencia, ni en los interiores se alcanza la espiritualidad o la precisión del cálculo, emoción o fórmula matemática que en los soliloquios de Nolan.

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Ad Astra

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Ad Astra

El empaquetado visual es magnífico, contemplativo, y tanto se aprecia en ese futuro cercano la cotidianidad de los viajes a la Luna o a Marte, como en la membrana que nos señalan los límites. Se hace demasiado evidente (y pesa lo suyo en la balanza del «entretenimiento») que James Gray busca con más ahínco la odisea interior que la aventura exterior: sólo hay dos o tres momentos en los que la intriga o la acción se ponen de puntillas dentro de la historia, y que además los resuelve entre rápido y de cualquier manera, como el apunte de la piratería en la Luna conquistada. La voz en «off», más que un recurso, es la esencia del texto y sentido de la obra, y se hace tan redundante como la música de Max Richter. Brad Pitt está serio, reflexivo, bie n, y uno espera que se encontrará con Marlon Brando, pero es Tommy Lee Jones o, en fin, otro personaje. No tendría por qué decepcionar, pero ahí lo dejo. Crítica de Oti R. Marchante.

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«Abominable» (para los peques de la casa)

El mundo ya no es lo que era. Ahora, en las películas de animación se viven aventuras más emocionantes que las de Indiana Jones y los nazis, y los monstruos de la nieve ni siquiera necesitan el frío invernal para salir a rugir a sus anchas. «Abominable» , la cinta que Universal estrena este viernes, hace referencia al calificativo que el clásico monstruo de las nieves arrastra desde siempre, pero lejos está la criatura protagonista de infundir miedo alguno, más bien todo lo contrario: Everest, el joven yeti protagonista, necesitará la ayuda de Yin (Chloe Bennet) y sus amigos adolescentes Jin y Peng, que junto a la colaboración de la doctora Zara, con la voz de la siempre recomendable Sarah Paulson , emplearán a fondo todo su coraje para permitir que la mítica criatura invernal se reencuentre con su familia en el pico más alto del mundo.

Por supuesto, los villanos no se lo pondrán nada fácil. Eddie Izzard dobla al ricachón Burnish, que intentará impedir la esperada reunión familiar entre monstruos de la nieve atrapando al yeti «imberbe».

«Abominable» es la primera gran producción de animación del estudio con protagonista femenina dirigida por una mujer, Jill Culton , responsable también del guion y curtida como animadora y artista de storyboards en Pixar, donde colaboró en las dos primeras películas de «Toy Story» y «Bichos» antes de ayudar a crear la historia de «Monstruos, S.A.».

«Cuando tienes que partir de cero, tiendes a llenar ese espacio con lo que conoces y lo que amas» , asegura Culton en las notas de producción del filme. Y resultó que su mayor inspiración era de dimensiones gigantescas. «Toda mi vida he tenido perros enormes, de más de 40 kilos. Son como mis hijos; he tenido sobre todo sabuesos, y son animales muy desaliñados, babosos y desternillantes. Me veía muy reflejada en la relación que Yi entabla con el yeti, y eso me llevó a dibujar los primeros bocetos de los dos juntos», explica la realizadora sobre su fuente de inspiración para la entrañable criatura y su amiga humana.

Una influencia personal que no se limita a su mascota , ya que Culton también quería que la historia explorase los temas del amor profundo y la pérdida de un modo honesto y directo. Fue entonces cuando decidió desarrollar en la película la muerte del padre de Yi, así como separar a Everest de su familia. Todo ello pensando en sí misma, «ya que los recuerdos más potentes están acompañados de los más dolorosos, y sabía que para hacer que el público conectase con Yi tenía que afrontar ese dolor de forma directa, sin esquivarlo».

En el fondo, más que adorables criaturas y una aventura fantástica, «Abominable» es una película sobre la amistad, ese vínculo que, en ocasiones, puede ser decisivo en nuestra vida. Y fue precisamente el paralelismo de su vida con la idea de la cinta lo que convenció a Chloe Bennet para poner la voz de la protagonista: «Creo que este proceso ha sido cosa del destino», dice. «Me he sentido un poco marginada porque no era la típica chica femenina y no sabía muy bien cómo interactuar fuera de mi propia gran familia. Me sentía rodeada, pero aislada a la vez , como cualquiera que se vea diferente».

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Noche de bodas

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Noche de bodas

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Noche de bodas

Los amantes del gore tienen en esta película una verdadera fiesta de sangre y vísceras: Durante la noche de su boda, una mujer (Weaving) recibe la invitación por parte de la rica y excéntrica familia de su marido para participar en una tradición ancestral que se convierte en un juego letal de superviviencia.

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