Festival de Cannes

Sean Penn y su hija Dylan en ‘Flag Day’, un todo sobre mi padre

La particular estrella americana estrenó en Cannes su último filme en un día en el que también entraron en competición la africana ‘Lingui’ y la finlandesa ‘Compartimento nº 6

Sean Penn, en el festival de Cannes
Oti Rodríguez Marchante

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Todo el mundo conoce a Sean Penn por sus películas, por sus mujeres, por su carácter y por sus maneras, pero, a pesar de ello, no puede dejar de considerársele una estrella, incluso un muy buen actor y hasta un director respetable. A esta edición del festival ha llegado con una película en competición, ‘Flag Day’ , que deja la impresión de contener en su historia una cantidad enorme de sí mismo, aunque de hecho esté basada en la novela autobiográfica de Jennifer Vogel. Lo que cuenta Sean Penn en ella es la relación tremendamente apasionada y nostálgica de una hija con su padre, papeles que interpretan con química familiar el propio Sean Penn y su hija Dylan (su madre es Robin Wright , lo cual se aprecia agradablemente en sus rasgos y aire general).

El relato, como el guion, se centra en la mirada de ella, la hija, tanto en sus recuerdos como en su presente, pero quien mueve las emociones de la historia es él, un padre correoso, ausente, encantador con ella pero también mentiroso, decepcionante e incomprensible. La interpretación de Dylan Penn tiene gran dificultad, pues le exige mucho esfuerzo físico y también psicológico ante esos dos energúmenos (el personaje y Sean Penn) que tiene enfrente para adorar y odiar. ‘Flag Day’ sugiere que a sus mandos hay un director que sabe encontrar los momentos de emoción, también los ásperos y los líricos, y dónde y cómo poner la música para acentuarlos; y que sabe extraerle al paisaje, al plano, esa sensación de soledad o melancolía a lo Edward Hopper. Esa conjunción de estado de ánimo y Medio Oeste.

Las apuestas de Spike Lee

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Sean Penn

Sean Penn

Le falta solidez, apuntalamiento, al personaje del padre, al que la memoria de la hija rellena con agujeros y omisiones, y al que se comprende más por la traza canalla que le da sin esfuerzo Sean Penn . Pero se detectan, o se quieren detectar en la película, rasgos de intimidad y de vida en común más allá de la historia que cuenta.

Así, a botepronto, no se ven las cualidades en ella que puedan interesarle a Spike Lee, el presidente del Jurado, algo que sí ocurre (y no lo disimuló Lee) con la africana ‘Lingui’, de producción francesa, dirigida por el chadiano Mahamat-Saleh Haroun, una película de sencillez extrema, que cuenta los avatares en una aldea de una madre y su hija adolescente, y embarazada, dentro de la férrea comunidad musulmana. Todo es simple, desde el guion a su puesta en escena, salvo el catálogo de dilemas que viven sus dos personajes, entre ellos el de abortar con los riesgos de ser duramente penalizadas. No da para mucho, pero su contenido, color e intención tal vez den lo suficiente para Spike Lee y su potente jurado de señoras.

Sorprende la finlandesa ‘Compartimento nº 6’

Mucho más interesante resultó la finlandesa ‘ Compartimento nº 6 ’, de Juho Kuosmanen , insólita en su tratamiento del viaje y de la progresiva relación entre dos personas opuestas e incompatibles. El viaje es en tren, uno de esos trenes rusos que le resultarían chocantes a Kafka, y coinciden en el compartimento una joven finlandesa (en las primeras escenas se nos muestra seria, cultivada y lesbiana) y un joven ruso asilvestrado, infantilón, borrachuzo y hasta peligroso… El viaje tiene su ‘macguffin’, que es visitar el yacimiento arqueológico de Múrmansk, a tres cuartas del Polo Norte , pero el qué de la película está en la convivencia entre los dos protagonistas y el raro tejido sentimental y discordante que se va urdiendo entre ellos. Si se viera como una historia de amor, estaría entre las más raras y hasta bonitas que se han contado nunca; pero su desarrollo, en especial en su segundo tramo, permite verla de otras varias formas, y con la impresionante naturaleza nevada allí al fondo para hervir y enfriar al tiempo un caudal de sentimientos tan incomprensibles y kafkianos como un tren ruso.

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