Concha de Oro y sus alrededores para la magistral «Beginning»

Solo «Druk», de Vinterberg, y «Crock of Gold», de Julien Temple, consiguieron rasparle algo de un Palmarés que ganó casi entero

La directora de «Beginning», Dea Kulumbegashvili, recoge de manos de Michel Franco uno de los premios que ha recibido en la gala de clausura del Festival de San Sebastián EFE
Oti Rodríguez Marchante

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Una edición del Festival tan distinta y tan heroica y arriesgada se merecía un Palmarés distinto, heroico y arriesgado, un Palmarés que consiguió que todo el mundo se aprendiera y dijera de corrido el apellido Kulumbegashvili , que es el de la directora de «Beginning» , una película también distinta, heroica y arriesgada. No era fácil verla y aún menos digerirla, pero el Jurado capitaneado por Luca Guadagnino y compuesto por Joe Alwyn, Marisa Fernández Armenteros, Michel Franco y Lena Mossum ha tenido la porosidad y el valor de convertirla en la película más premiada de este histórico Festival: Concha de oro, Mejor Directora, Mejor Actriz y Mejor Guión. Lo confesó Luca Guadagnino al entregar la Concha de Oro: «es una película que nos ha dejado turulatos»…, sus palabras no fueron exactamente estas, pero detrás de la mascarilla se notó que era exactamente eso lo que quería decir.

Aún tuvo el Jurado talento para repartir lo poco que quedaba, un Premio Especial para « Crock of Gold », el documental sobre Shane MacGowan filmado por Julien Temple, y un justísimo Premio de Interpretación Masculina para los cuatro magníficos actores de « Druk », Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Magnus Millang y Larse Ranthe. El de Mejor Fotografía se lo llevó el filme japonés «Any crybabies around?», de Takuma Sato, y tampoco es ponerse ahora, tras el pleno de aciertos del Jurado, en plan quisquilloso con él.

[ Palmarés completo de la 68 edición del Festival de San Sebastián ]

«Beginning», «Crock of Gold» y «Druk» han sido las tres grandes películas de este Festival, pero la primera, la gran ganadora, contiene tantos ingredientes, tanto relato (relatos, en realidad) y tanta increíble precisión en su modo de revelarse en la pantalla, que corría el riesgo de pasar muy desapercibida si uno no circulaba con comodidad entre su bullicio de ideas, el crujir de sus imágenes y el ritmo plomizo, incluso desesperante en momentos, que apelaban, casi suplicaban, la paciencia y la entrega del espectador.

Su actriz, Ia Sukhitashvili, también justamente premiada, encarna con asombroso detalle, sufriéndolo e ilustrándolo, todo el deterioro del mundo actual, y tal vez el de siempre. La película de Vinterberg, «Druk», no ha tenido suerte, aborda con una lucidez e inteligencia mayúsculas los males y bendiciones del alcohol, y sin la obra maestra de Kulumbegashvili habría arrasado con los mejores premios. En cuanto a «Crock of Gold», vida eterna para ese monumento a la música punk y al vaso lleno que es Shane MacGowan.

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