Crítica de 'El perdón': El deber de sacrificar una vaca
La profundidad del drama y de los dilemas éticos es rotunda y están expuestos con elocuencia y sentimientos, también con una reflexiva carga de lirismo y una magnífica y sencilla puesta en escena
La actriz y aquí directora debutante Maryam Moghadam construye, junto a su marido, Behtash Sanaeeha , una película terrible y que denuncia también el ‘todo a la vez y en todas partes’ (como otro título que se estrena esta semana) de la situación de la Justicia, de la mujer y de las relaciones kafkianas en la sociedad iraní, y lo hace con una historia basada en la de su propia madre y su familia.
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El perdón
El argumento se reduce a la estrujada existencia de una mujer (que interpreta ella, Maryam Moghadam) a cuyo marido condenan a muerte y se queda sola, desvalida, acosada por el sistema y con una pequeña hija sordomuda; pero el relato no solo pretende ser contado, sino también destilar tantas cuestiones morales y tanta incongruencia oficial, social y personal, desde la pena de muerte, a la culpa, al perdón o a ese malentendido atávico del ojo por ojo.
La profundidad del drama y de los dilemas éticos es rotunda y están expuestos con elocuencia y sentimientos, también con una reflexiva carga de lirismo (la imagen que abre la película es la de una vaca en medio del patio de una cárcel, con hombre y mujeres de espaldas a la pared y frente a frente) y una magnífica y sencilla puesta en escena. Con una muy grande y sufrida interpretación de la directora, Moghadam, que construye su personaje con humanidad pero también con resquicios para la paradoja, pues realmente su desamparo la dirige a un lugar no excesivamente lejano sobre lo justo, lo legal, la inocencia del culpable y la necesidad del resarcimiento, aunque ‘El perdón’ opta por un desenlace que deja en el espectador una balanza con dos pesos encima para que elija como se repara lo irreparable.
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