Crítica de 'Silent Night': ¡Qué bello era vivir!

Keira Knightley y Matthew Goode protagonizan esta tragicomedia que celebra la Navidad de un modo elegante y particular

Matthew Goode y Keira Knightley, con los hermanos Gilby y Hardy Griffin Davis, en 'Silent Night'
Federico Marín Bellón

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Vivimos instalados en la distopía y el cine ya no necesita ni efectos especiales para ponernos en situación. 'Silent Night' es desde ya la película antinavideña por excelencia, más realista que 'El Grinch' y más amenazante que 'El día de la bestia'. El apocalipsis se acerca, desbocado, y un grupo de familiares y amigos y se reúnen en una preciosa casa de campo británica. Podría ser el último capítulo de 'Years & years' o uno más de 'Black mirror'.

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'Silent Night'

Ir a contracorriente está bien y la película de la debutante Camille Griffin , también guionista en solitario, lo hace en varios sentidos, casi siempre sin perder el norte. Sus protagonistas, entre los que destacan Keira Knightley y Matthew Goode dentro de un eficaz reparto coral, se toman el fin del mundo con filosofía. Aceptan lo inevitable con estoicismo. Ni siquiera se entregan a una última bacanal, como en 'La gran comilona'. Es un mutis elegante y discreto, con los lógicos miedos de última hora.

Esa tensión creciente, en una escalada muy medida, se apodera del espectador poco a poco. Tampoco es que la comedia se desate nunca del todo, pero hay un humor, necesariamente negro, que impregna la primera mitad de la película. Ya el título es una muestra ( 'Noche de paz' , como la canción), aunque se queda sin traducir por motivos incomprensibles.

El espectador curtido sabe que el esquema de 'Reencuentro' –también recuerda a 'Los amigos de Peter'– suele acabar con los secretos y mentiras desparramados en la cara de los personajes. Aquí también hay algo de eso, pero las cuitas personales se diluyen ante el drama general, inabarcable, un poco como ocurría en 'Melancolía'. Quizá no tenga su magia, pero el retrato de las clases privilegiadas, que la directora conoce bien, es más veraz.

La parte técnica del fin del mundo no está tan trabajada y, como en el mejor Macguffin, tampoco se habla demasiado de ello. A cambio, la cinta nos ofrece un reparto infantil impresionante, algo del todo inusual, con los tres hermanos Griffin Davis a la altura de sus experimentados compañeros de rodaje. No en vano son hijos de la directora. Los gemelos son buenos, pero Roman ('Jojo Rabbit') está llamado a convertirse en un actor sobresaliente.

Y por si la aclaración es necesaria, Camille Griffin insiste en que el uso de la terrorífica píldora Exit es un chiste obvio sobre el Brexit que no esconde ningún mensaje antivacunas.

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