Crítica de «Parásitos»: La revuelta de los sentidos: del tacto al olfato

Uno no se repone fácilmente de «Parásitos», ni de sus propósitos sociales, ni de su torrente de moralejas, sabores, tactos y olores. Es una película bárbara, y finísima, y feroz

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Oti Rodríguez Marchante

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Cualquiera que haya visto alguna de las anteriores películas del surcoreano Bong Joon-ho , como «Crónica de un asesino en serie», «Madre» o «The host», sabrá que entra a la angustia, al delirio y a la metáfora de sus historias como William Muny (Clint Eastwood) a la taberna de «Sin Perdón», de una patada a la puerta y sin un atisbo de compasión por sus personajes y por los que miramos. En «Parásitos» va aún más lejos: a ellos, sus personajes, los obliga a ser ingeniosos, maliciosos, divertidos, sufridos y resistentes a la lija de un argumento que los erosiona y destripa, y a nosotros, los que miramos, nos obliga a sorprendernos, divertirnos y sufrir-gozar con unos planteamientos tan subversivos en lo ético y en lo estético que duda sobre la naturaleza de lo que acaba de ver: ¿es realidad deformada por la caricatura , o es parodia transformada por la realidad?

Tiene de arranque una intención de sátira social, de conquista de territorios de clase, con la descripción de una familia de buscavidas que se introduce con talento y argucias en la casa de otra familia muy rica y con enormes dosis de candidez. En la extraordinaria construcción de los personajes y de la trama de «invasión», el director consigue mediante el humor y el ingenio controlar toda la discordia que sugiere su fabulación, y mantener las expectativas abiertas de u n relato preñado de gracia y de metáforas pero colgado de un hilo que solo puede romperse. Y se rompe, cayéndose la fábula a otro territorio, y tan brillante y metafórico…, como si dijéramos, pasa de la pinza perfecta a dejar que se le vaya la pinza, pasa del sentido del tacto al del olfato.

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Parásitos

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Parásitos

La urdimbre argumental es humeante, vitriólica, y su puesta en escena es portentosa, con una utilización de los espacios interiores (la arquitectura y la intención del universo interno de la casa, o las casas, son extraordinarias) y exteriores, como las escenas de inundación, los cableados, los ambientes… Uno no se repone fácilmente de «Parásitos», ni de sus propósitos sociales, ni de su torrente de moralejas, sabores, tactos y olores. Es una película bárbara, y finísima, y feroz.

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