Crítica de «Longa noite»: Memoria histórica

Es un nuevo ejemplo de la pujanza de ese nuevo cine gallego que ha ido haciéndose sitio en el mapa de nuestro cine con títulos

Imagen de «Longa noite»
Antonio Weinrichter

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Película ya muy viajada por festivales y premiada por el muy influencer (en determinadas cancillerías) certamen de Locarno, esta «Larga noche» es un nuevo ejemplo de la pujanza de ese nuevo cine gallego que ha ido haciéndose sitio en el mapa de nuestro cine con títulos, y este de Eloy Enciso no es ninguna excepción, de gran exigencia formal. Quiere decirse que debo avisar al lector de este periódico, que no es una publicación especializada de cine, de la dificultad de una pieza que rechaza ciertas convenciones de ese cine que es el pan nuestro de cada día.

Por ejemplo, la noción de actor profesional que interpreta un guion, o la de actor social que hace de sí mismo en un documental: los personajes que aquí aparecen son algo intermedio, y este es un recurso que unas veces funciona y otras no tanto. A veces se convierten en emblemas del exilio exterior o interior que provocó nuestra guerra civil ; otras veces son mera instancia de un mal recitado aunque se les postule como «modelos» en el sentido de Bresson o Straub. Los textos, siempre interesantes, porque Enciso tira de Max Aub, Alfonso Sastre y otros escritores más o menos ilustres.

La ausencia de psicología, de dramaturgia, se compensa con un primoroso cuidado en el diseño visual y sonoro de la obra. Enciso apuesta por una noción del paisaje gallego en la línea no ya de aquel bosque mítico de Fernández Flórez, sino de la antropología alucinada de Herzog o de «Tropical Malady».

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