Crítica de «Las golondrinas de Kabul»: Viento de libertad

Con un relato esquemático como un diagrama Power Point, uno solo puede entretenerse con detalles triviales

Imagen de «Las golondrinas de Kabul»
Antonio Weinrichter

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Otro ejemplo de esa moda reciente de utilizar la animación para contar historias adultas, serias e incluso trágicas. Y otro ejemplo de las habituales limitaciones de esta tendencia, salvo en el caso de una obra de la belleza y el radicalismo de «La casa lobo» . El estilo de animación (no soy experto, ni muy aficionado, del género) es más estilizado que realista y la «abstracción» que se practica de fondos y detalles es la misma que sufre el argumento y el contexto social en que tiene lugar la acción.

Estamos en Kabul en 1998 y las dos parejas protagonistas tienen en común los diversos grados en que les afecta el yugo de hierro de los talibanes. Por supuesto, las mujeres lo sufren más aunque no por imposición directa de sus esposos que en realidad, no podía ser de otro modo, conocen lo que en el viejo cine de tesis llamaban una «toma de conciencia».

Por supuesto, también, los talibanes que aparecen son banalmente malvados como un nazi de película, no trascienden el nivel de emblemas. Con un relato esquemático como un diagrama Power Point, uno solo puede entretenerse con detalles triviales: cómo la chica que representa el viento de libertad parece salida de Disney (ojazos almendrados inclusive), o cómo el enrejado del burka permite encuadres en cuadrícula cuya belleza no disimula su terrible significado opresivo.

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